Y finalmente, el arquero David De Gea se quedó en el
Manchester United y no será jugador del Real Madrid, al menos hasta fin de año.
La novelas que en cada verano necesita crear el club blanco con el galáctico de
turno, esta vez salió mal y como se sabe, en el último día del mercado de
pases, la documentación llegó más tarde que lo deseado y la operación no pudo
implementarse.
Los dardos van y vienen desde España a Inglaterra y
de Inglaterra a España, y dos clubes que desde hace tiempo vienen rivalizando
por todo, Real Madrid y Manchester United (en plantillas, en liderazgo
económico mundial, en imagen, en marketing y en jugadores por contratar –en
estos días, una foto con camisetas de los “Red Devils” incluyeron una
enigmática de Cristiano Ronaldo con el número siete tradicional-) se atribuyen
la responsabilidad en la operatoria fallida.
Al margen de quién tiene la mayor incidencia en lo
ocurrido, sí hay que tener en cuenta que el Real Madrid tuvo todo el verano
para fichar a De Gea, en un enredo de arqueros que comenzó cuando por fin le
dio vía libre a Iker Casillas para que dejara el club luego de décadas de
prestación, desgastado con los pasillos y los rumores de vestuario.
Y si el Real Madrid no accionó hasta el final por De
Gea, no fue precisamente porque no lo tuviera claro desde un principio, sino
que está muy acostumbrado a una política que le dio amplios resultados, pero
que eso no significa que concuerde con los aspectos éticos.
El club blanco, desde la llegada del empresario
Florentino Pérez en el poder, ha tomado como política de fichajes de lo que el
dirigente llamó “galácticos”, el hecho de “ablandar” al club vendedor
incidiendo directamente en el jugador, colocando al jugador por ser contratado
en rebeldía con su club, generando enojo con su entrenador y su club de origen.
Así ocurrió con Zinedine Zidane, con Ronaldo
Nazario, con David Beckham y con tantos otros, generando en muchas
oportunidades tirantez con el club de origen, como en los últimos tiempos
ocurriera con el Tottenham por Luca Modric o Gareth Bale.
Con el Manchester United, la cuestión ya venía desde
los tiempos de Beckham, y se profundizó con Cristiano Ronaldo. Muchos
recordarán aquellos cruces entre el entonces entrenador y luego manager Alex
Fergusson y el Real Madrid y las protestas del escocés en público ante cuanto
micrófono se le pusiera cerca.
Pero en el caso de De Gea las cosas ya fueron a
mayores, porque como tantas veces, el Real Madrid operó hasta el final, apostó
a que el arquero se enojara con su entrenador Louis Van Gaal y con los
dirigentes, se declarara en rebeldía, y hasta rebajó a su muy buen arquero
costarricense Keylor Navas, a quien quiso incluir en la operación para
quitárselo de encima.
Esta vez, a diferencia de otras, salió mal. Por
alguna razón, que las dos partes atribuyen a la otra, los papeles llegaron
tarde y no sólo la operación no pudo realizarse sino que eso generó dos
frentes: el de De Gea en el Manchester United, que ahora deberá regresar con
todo en contra (el club, el entrenador, los hinchas), y el de Navas, bastante
más tranquilo, aunque no por eso sin dificultades, en el Real Madrid.
De Gea tendrá ahora que pelear la titularidad con
Sergio Romero, el arquero argentino que no sólo fichó el Manchester United sino
que desde siempre fue del agrado de Van Gaal, pero el caso de Navas de regreso
en el Real Madrid, es para detenernos un poco.
A las pocas horas de frustrarse el pase de De Gea,
por el que Real Madrid pelea ahora para que se reconozca que los papeles se
enviaron a tiempo y si no, regresará a la carga en el mercado de invierno, el
club blanco le hizo un “reconocimiento” a Navas y le aumentó su paga, en un
repentino cambio de opinión y de valoración del costarricense, en un acto de absoluta
demagogia, que no es el único.
Porque hay varios ejemplos en un pasado reciente, de
situaciones de hipocresía de parte de Florentino Pérez en el Real Madrid, desde
aquel “never, never, never” ante la consulta por la contratación de Beckham, o
la negativa cuando le consultaron si en los tiempos finales de José Mourinho,
los capitanes (Iker Casillas y Sergio Ramos) fueron a sus oficinas para pedirle
que al final de temporada se fuera el entrenador portugués, o la despedida
formal de Casillas luego de no haber estado en la conferencia de prensa final
que dio el ahora arquero del Porto entre lágrimas, como si en horas se pudiera
pasar de estar ausente en el momento clave, a aparecer arropando al futbolista
horas después.
Como pocas veces en el Real Madrid pudo evidenciarse
el uso de métodos de empresa privada como en estos tiempos de Florentino Pérez,
que fue capaz de echar en su momento, hace más de una década, a Vicente Del
Bosque, como entrenador,
seguramente porque tenía algunos kilos de más y poco cabello
aunque llevaba de maravillas el vestuario repleto de grandes estrellas y había
ganado varios títulos.
Así también tuvo que irse Claude Makelele, quien
seguramente no inspiraba a que se compraran miles de camisetas con su número.
Muchas de estas cosas venían ocurriendo, con mejor o
peor resultado, pero se iban resolviendo. Esta de De Gea, no terminó como los
culebrones anteriores. Por una vez, algo salió mal. Y puso en evidencia una
forma de dirigir, más expuesta que nunca.
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