Muchos medios españoles y seguidores habituales de
la Liga Española de fútbol destacan la “riqueza” de la conferencia de prensa
brindada por Gerard Piqué, de regreso al Barcelona tras haber formado parte
durante varios días de la selección española, al referirse al conflicto entre
España y Cataluña y al de Real Madrid y el Barcelona, ya en el nivel
futbolístico.
Sin embargo, la riqueza, a nuestro entender, de la
conferencia de prensa, además de la temática de uno de los muy pocos jugadores
que suelen hablar “sin casette” (o ya en estos tiempos, “sin chip”), como
Piqué, radicó en una confesión que apareció casi sin darse cuenta.
Fue cuando lo consultaron por la polémica relación
que mantiene con su compañero de zaga en la selección y rival en los clubes,
Sergio Ramos.
“Hablamos de todo con Ramos, pero no de los temas
conflictivos. Luego, en la zona mixta, con las prisas, dices cualquier cosa
para salir del paso”, alcanzó a justificarse el excelente defensor del
Barcelona.
No es una declaración más, sino una muy sincera que
introduce un elemento que para gran parte de la prensa suele silenciarse en pos
de continuar con el negocio de los medios y el vacío que cada día están
obligados a llenar en todo el mundo, toda vez que la industria del fútbol
avanza y penetra en el tejido cultural de cada sociedad que asiste impávida a la
invasión que día a día genera una actividad que arrasa con todo lo que tiene
delante.
Acaso las generaciones jóvenes no llegaron siquiera
a vivir tiempos en los que el fútbol era también una pasión desbordante, con
estadios repletos, pero sin necesidad de saber a cada rato qué dicen los
protagonistas, sino para poder observar muchos notables espectáculos que
brindaban jugadores que sin TV de por medio, no necesitaban pensar cada
movimiento cual actores camino al Oscar de Hollywood, y mucho menos, “tener que
declarar” porque “algo hay que decir” porque el que está del otro lado, con
micrófono o grabador (ahora hasta con publicidad en el aparato, como muchos
llevan en la Argentina para que la TV los ponche) “algo tiene que preguntar”,
no importa qué.
El tema es rellenar espacios, aunque cada uno de los
protagonistas, en un altísimo porcentaje, diga lo obvio. Si ganó, estará
contento. Si perdió, estará triste. Si el penal fue en contra, seguramente no
fue penal o en el mejor de los casos, “no lo vi porque estaba lejos de la
jugada” y si el penal fue a favor es porque “me tocó seguro” o “al menos yo
sentí el roce”. Y para el beneficiado “fue adentro del área” y para el
perjudicado “te aseguro que fue afuera”.
Es un formato que muchos canales de TV de varios
países van tomando, lamentablemente, de modo creciente, porque la industria no
se conforma con el partido, con el juego. Son demasiadas horas, demasiados
medios, demasiado producto para vender.
Son horas no dedicadas al análisis del fenómeno, al
archivo, a la comparación, o al ingenio por encontrar otras variantes, otros
formatos.
En estos días, en la TV argentina, en uno de los
programas deportivos más vistos por la TV, un cronista comentaba desde una
conferencia de prensa que dio el ya retirado crack Juan Román Riquelme, que en
la sala “quedó una silla vacía” esperando por el reconocido periodista Horacio
Pagani, conocido sostenedor y admirador del juego del ex 10 de Boca Juniors y
Argentinos Juniors.
Pagani, con sabiduría, respondió que él no tiene por
qué ir a una conferencia de Riquelme. “A mí me gustaba verlo jugar en la
cancha, pero no tengo por qué estar cuando declara”.
Los programas de radio, en la mayoría de los casos,
suelen paralizarse en información cuando los DT de los equipos van a comenzar
sus conferencias de prensa cual si fueran ministros de algo y tuviesen algo tan
importante que anunciar. Si juega fulano o juega mengano, como si nos fuera la
vida en ello, o como si, aunque sea, a la larga cambiara tanto el partido por
eso, para que a los 15 minutos del primer tiempo el relator ya pida la lista de
los suplentes de cada equipo a los cronistas de campo de juego.
El sistema está transformando a muchos cronistas en
gente que estudió una carrera (o más de una) que corre detrás de quien no
estudió ninguna, para que diga lo que de todos modos ya saben que van a decir
quienes no tienen ganas de decir nada y que ya saben lo que les van a preguntar.
Hay una declaracionitis aguda, que va acabando con
las pocas neuronas que nos deja esta industria futbolera.
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