El entomólogo Vilkas Zujus refería en su
Historia Universal de los ritos y los
juegos, que el fútbol – tal y como lo conocemos hoy en día (acaso con
alguna variación, matizaba el científico lituano); no en sus diversas
manifestaciones primitivas – surgió espontáneamente antes de que fuera pensado,
imaginado, en cualquier otro lugar.
Zujus afirma que varias canciones dan
cuenta de este hecho. Un estudio lingüístico de dichos cantares, ubica el hecho
en una fecha no posterior al 1000 a.C. Las canciones hablan del suceso como de
algo divino, explica el entomólogo.
Pero, así como
apareció, una tarde – las canciones dicen “antes del amanecer del día que sigue
al presente” -, el fútbol desapareció. Los hombres fueron incapaces de recordar
reglas, de interpretar habilidades. En poco tiempo olvidaron el hecho, que pasó
a formar parte del catálogo de mitologías, el acervo de hechos inconcebibles,
enigmáticos, que alguna intuición (o temeroso respeto), aconsejaba recordar
místicamente.
Ni los polinesios ni Zujus supieron
nunca que los dioses llevaban tiempo probando su invento. Un cierto celo, y un
cierto egoísmo divino – por qué no decirlo -, los llevaba a postergar la
entrega de su creación más acabada. En algún punto de estos… ensayos, hubo un
hombre que sí recordó trazas de lo elemental; lo suficiente para recrear los
rudimentos necesarios que habrían de conducir, con el tiempo, al invento tal
cual fue creado por las divinidades.
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