jueves, 17 de septiembre de 2015

La polémica de los visitantes nos aclara demasiadas cosas



Pocas veces quedó tan expuesta la enorme dependencia que esta AFA de Luis Segura, de absoluta transición entre el grondonismo de 35 años y lo desconocido, tiene con el Estado, aunque bien podría decirse con el Gobierno, que no debería ser lo mismo, pero que en este caso lo es.

Segura, que en pocos días se juega su breve continuidad como presidente de la AFA al menos hasta el 1 de marzo de 2016 (si obtiene 4/5 de los votos en la Asamblea, es decir, 60 de los 75 sufragios), había manifestado en la noche del pasado martes que “al menos por 2015, los hinchas visitantes no regresarán a los estadios argentinos” y apenas horas después, en la mañana del miércoles, ya decía lo contrario, que al menos en la provincia de Buenos Aires este mismo fin de semana habría visitantes, “según me informaron”.

No es menor este cambio repentino. Obedece a un tiempo nuevo, distinto a los 35 años anteriores, en los que la voluntad de Julio Grondona acababa imponiéndose a cualquier funcionario del rango que fuese.

Fue Grondona quien manejó a su antojo a los funcionarios de turno (cuanto más anciano, más fácil), pero no ocurre lo mismo con Segura.

Precisamente, desde el fallecimiento de Grondona el 30 de julio de 2014, la AFA no sólo ingresó en una transición de nombres sino que el Gobierno, a través de los resortes del Estado encontró por fin la forma de controlar al fútbol, a la usanza de este momento político: no importa qué se hace con los fondos por parte de los clubes, tampoco que Torneos siga produciendo el “Fútbol Para Todos” o que la empresa involucrada en graves hechos de corrupción se haya quedado con la porción mayor de la torta de los partidos de la selección nacional.

Lo que importa es el control absoluto de la AFA, desde lo político y de esta forma, al mismo tiempo, de todos los negocios habidos y por haber, algo prácticamente imposible hasta hace 14 meses por el peso político que Grondona tenía en el mundo del fútbol.

Ahora las cosas son distintas y por eso, la AFA acata órdenes desde el más alto nivel por las que el principal candidato a presidente, y por el oficialismo, Daniel Scioli, necesita que regresen los visitantes ahora mismo y no en 2016, porque eso redunda seguramente en un importante caudal de votos en las elecciones presidenciales de octubre y si las encuestas marcan la cercanía de los 10 puntos de distancia con su inmediato perseguidor, Mauricio Macri, ese porcentaje de votos de hinchas satisfechos que pudiera sumarse, podrían aportar la diferencia definitiva para no llegar a un peligroso Ballotaje.

Desde lo estrictamente técnico cabe preguntarse qué es lo que cambió para que ahora los visitantes puedan acceder a los partidos del torneo cuando por dos años no pudieron conseguirlo, y en todo caso, qué es lo que hace que este hecho de sumo interés en lo organizativo y social, se produzca en la fecha 25 sobre 30 totales de un torneo largo y no se pueda esperar hasta 2016, como la lógica indica.

La respuesta es clara: no sólo no cambió nada (al punto de que sin visitantes, hubo 18 fallecidos por violencia del fútbol en 2014 y 5 más en 2015) sino que aparecen contradicciones que demuestran la gravedad de cómo se trabaja (es un decir) en este aspecto, como es el caso del clásico entre San Lorenzo y Racing Club, que se jugará esta noche por la Copa Argentina con los hinchas de los dos equipos, pero sólo con hinchas locales el próximo domingo en el Nuevo Gasómetro.

Es decir: los mismos equipos pueden jugar un jueves con hinchas de los dos equipos, y el domingo sólo con una hinchada, por temor a hechos violentos, y cuando en 2014 fallecieron 18 personas habiendo tomado esta precaución. Un delirio por donde se lo mire, y una absoluta falta de ideas y de coherencia en el tema.

Pero no termina allí, sino que pese al anuncio del regreso de hinchas visitantes como “prueba piloto”, en tres partidos (todos, claro, de la provincia de Buenos Aires de donde es gobernador Scioli, con la excusa de que justo ahora, qué casualidad, hay una nueva camada de policías recién egresados, dispuestos a garantizar la seguridad), en dos partidos de Primera A, Arsenal-Olimpo y Sarmiento de Junín-Defebsa y Justicia y uno de Primera B, Tristán Suárez (oh casualidad, el territorio del ministro de Justicia de Scioli, Alejandro Granados)-Sportivo Italiano, resulta que para uno de ellos, el vicepresidente de Sarmiento, Horacio Martignoni, informó que al no haber habido un proyecto que hablara de estos tiempos, su estadio no estaba preparado para este cambio, y el partido fue bajado con el mismo apuro con el que fue anunciado.

Después, que no digan que hay un proyecto de algo. El proyecto, en el fútbol y en la AFA, al menos hasta ahora, es el caos. Claro que cuando hay mucho ruido es porque éste sirve para que mientras tanto, se lleven a cabo los negocios más grandes, que a veces están demasiado cerca de las narices de la gente y tal vez por eso cueste tanto verlos.


Mientras unos hacen negocios y otros (con puntos en contacto) sacan réditos políticos, los ilusos hinchas  comienzan a emocionarse con las chances de volver a seguir a sus equipos por todas las canchas argentinas. Una realidad demasiado contrastante.

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