Pocas veces quedó tan expuesta la enorme dependencia
que esta AFA de Luis Segura, de absoluta transición entre el grondonismo de 35
años y lo desconocido, tiene con el Estado, aunque bien podría decirse con el
Gobierno, que no debería ser lo mismo, pero que en este caso lo es.
Segura, que en pocos días se juega su breve
continuidad como presidente de la AFA al menos hasta el 1 de marzo de 2016 (si
obtiene 4/5 de los votos en la Asamblea, es decir, 60 de los 75 sufragios), había
manifestado en la noche del pasado martes que “al menos por 2015, los hinchas
visitantes no regresarán a los estadios argentinos” y apenas horas después, en
la mañana del miércoles, ya decía lo contrario, que al menos en la provincia de
Buenos Aires este mismo fin de semana habría visitantes, “según me informaron”.
No es menor este cambio repentino. Obedece a un
tiempo nuevo, distinto a los 35 años anteriores, en los que la voluntad de
Julio Grondona acababa imponiéndose a cualquier funcionario del rango que
fuese.
Fue Grondona quien manejó a su antojo a los
funcionarios de turno (cuanto más anciano, más fácil), pero no ocurre lo mismo
con Segura.
Precisamente, desde el fallecimiento de Grondona el
30 de julio de 2014, la AFA no sólo ingresó en una transición de nombres sino
que el Gobierno, a través de los resortes del Estado encontró por fin la forma
de controlar al fútbol, a la usanza de este momento político: no importa qué se
hace con los fondos por parte de los clubes, tampoco que Torneos siga
produciendo el “Fútbol Para Todos” o que la empresa involucrada en graves
hechos de corrupción se haya quedado con la porción mayor de la torta de los
partidos de la selección nacional.
Lo que importa es el control absoluto de la AFA,
desde lo político y de esta forma, al mismo tiempo, de todos los negocios
habidos y por haber, algo prácticamente imposible hasta hace 14 meses por el
peso político que Grondona tenía en el mundo del fútbol.
Ahora las cosas son distintas y por eso, la AFA
acata órdenes desde el más alto nivel por las que el principal candidato a
presidente, y por el oficialismo, Daniel Scioli, necesita que regresen los
visitantes ahora mismo y no en 2016, porque eso redunda seguramente en un
importante caudal de votos en las elecciones presidenciales de octubre y si las
encuestas marcan la cercanía de los 10 puntos de distancia con su inmediato
perseguidor, Mauricio Macri, ese porcentaje de votos de hinchas satisfechos que
pudiera sumarse, podrían aportar la diferencia definitiva para no llegar a un
peligroso Ballotaje.
Desde lo estrictamente técnico cabe preguntarse qué
es lo que cambió para que ahora los visitantes puedan acceder a los partidos
del torneo cuando por dos años no pudieron conseguirlo, y en todo caso, qué es
lo que hace que este hecho de sumo interés en lo organizativo y social, se
produzca en la fecha 25 sobre 30 totales de un torneo largo y no se pueda
esperar hasta 2016, como la lógica indica.
La respuesta es clara: no sólo no cambió nada (al
punto de que sin visitantes, hubo 18 fallecidos por violencia del fútbol en
2014 y 5 más en 2015) sino que aparecen contradicciones que demuestran la
gravedad de cómo se trabaja (es un decir) en este aspecto, como es el caso del
clásico entre San Lorenzo y Racing Club, que se jugará esta noche por la Copa
Argentina con los hinchas de los dos equipos, pero sólo con hinchas locales el
próximo domingo en el Nuevo Gasómetro.
Es decir: los mismos equipos pueden jugar un jueves
con hinchas de los dos equipos, y el domingo sólo con una hinchada, por temor a
hechos violentos, y cuando en 2014 fallecieron 18 personas habiendo tomado esta
precaución. Un delirio por donde se lo mire, y una absoluta falta de ideas y de
coherencia en el tema.
Pero no termina allí, sino que pese al anuncio del
regreso de hinchas visitantes como “prueba piloto”, en tres partidos (todos,
claro, de la provincia de Buenos Aires de donde es gobernador Scioli, con la
excusa de que justo ahora, qué casualidad, hay una nueva camada de policías
recién egresados, dispuestos a garantizar la seguridad), en dos partidos de
Primera A, Arsenal-Olimpo y Sarmiento de Junín-Defebsa y Justicia y uno de
Primera B, Tristán Suárez (oh casualidad, el territorio del ministro de
Justicia de Scioli, Alejandro Granados)-Sportivo Italiano, resulta que para uno
de ellos, el vicepresidente de Sarmiento, Horacio Martignoni, informó que al no
haber habido un proyecto que hablara de estos tiempos, su estadio no estaba
preparado para este cambio, y el partido fue bajado con el mismo apuro con el
que fue anunciado.
Después, que no digan que hay un proyecto de algo.
El proyecto, en el fútbol y en la AFA, al menos hasta ahora, es el caos. Claro
que cuando hay mucho ruido es porque éste sirve para que mientras tanto, se
lleven a cabo los negocios más grandes, que a veces están demasiado cerca de
las narices de la gente y tal vez por eso cueste tanto verlos.
Mientras unos hacen negocios y otros (con puntos en
contacto) sacan réditos políticos, los ilusos hinchas comienzan a emocionarse con las chances de volver
a seguir a sus equipos por todas las canchas argentinas. Una realidad demasiado
contrastante.
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