Nada menos que
el 21,79 por ciento de los 668 jugadores que participan en los 26 equipos de la
Superliga argentina supera los 30 años, acaso todo un indicador de cómo
cambiaron los tiempos desde que hace varias décadas los tangos exaltaban al
“purrete” que soñaba con jugar en Primera y a un fútbol esencialmente joven y
prometedor.
Si el tango “El
Sueño del Pibe”, de Francisco Canaro, un joven ilusionado le prometía a la
madre que jugará en Primera y que será como los cracks de entonces, Emilio
Baldonedo, Rinaldo Martino o un Mario Boyé, en 1945, hoy los tiempos cambiaron
y la mayor proyección de cualquier chico es llegar a tierras europeas y
triunfar con las camisetas que puede ver por la TV disputando la Champions
League.
Acaso sea por
eso que en la Superliga, el porcentaje de jugadores en la edad central, entre
los 24 y los 30 años, no pase del 43,68 por ciento del total sumando todos los
planteles y que de los 82 extranjeros contratados, el promedio de edad sea
menor que el de los nacionales (25,13 contra 26,80), seguramente por la
necesidad de reemplazar a la inmensa cantidad de emigrantes argentinos, que en
su plenitud emigran hacia los diversos destinos del planeta.
¿Cuál es la
causa por la que 36 jugadores mayores de 35 años siguen participando en el
máximo nivel profesional del fútbol argentino? Uno de ellos, sin dudas, está
relacionado con los progresos en los cuidados y la preparación física, o la
consecuencia de una vida metódica respecto a la práctica del fútbol, pero
también aparecen otras cuestiones que pesan desde lo psicológico como la
madurez o el hecho de que los entrenadores pueden equilibrar planteles repletos
de jóvenes debido a las permanentes transferencias de jugadores.
Tampoco parece
casualidad que los jugadores más veteranos ocupen puestos en la medular de sus
equipos. Abundan los arqueros (cinco de ellos tienen 38 años o más), los
marcadores centrales, los volantes centrales y los goleadores, esto significa
que juegan en posiciones mucho más centrales que laterales, que son las que
requieren mayor velocidad.
El puesto de
arquero es el más factible de permanencia porque requiere de menos constancia
en el despliegue (salvo escasos partidos en los que puede haber peloteos y
dominio sostenido de un equipo sobre otro), y habitualmente, la mayoría de los
equipos suele jugar en este tiempo con doble volante central, lo que permite
que uno de ellos pueda utilizar su mayor experiencia para una mejor colocación
o para correr mejor la cancha (como es el caso de Rodrigo Braña o Pablo
Guiñazú) o elegir mejor al receptor en base a su técnica de pase (Leonardo
Ponzio) o para la ubicación en la jugada (Juan Mercier).
En el ataque,
además, abundan los goleadores. Salvo Mariano González (Colón) (37), más
acostumbrado a la banda, o el despliegue de Pablo Lugüercio (36) (Estudiantes)
o de Fernando Tellechea (36) (Aldosivi), en el resto de los casos, se trata de
jugadores emparentados con la definición, como Mariano Pavone (36)
(Estudiantes), el uruguayo Santiago Silva (37) (Gimnasia), Mauro Matos (36)
(Atlético Tucumán), o Carlos “Chino” Luna (36) (Tigre).
Podrían armarse
dos equipos completos con jugadores mayores de 35 años:
Uno, compuesto por Mauricio Caranta (Talleres
de Córdoba) (40); Fabián Cubero (Vélez Sársfield) (39), Javier Gandolfi
(Talleres) (37), Fabricio Coloccini (San Lorenzo) (36), Clemente Rodríguez
(Colón de Santa Fe) (37); Juan Mercier (Atlético Tucumán) (38), Pablo Guiñazú
(Talleres) (40), Adrián Bastía (Colón) (39), Patricio Toranzo (Huracán)
(36); Santiago Silva (Gimnasia) (37),
Mariano González (Colón) (37).
Otro, con
Cristian Lucchetti (Atlético Tucumán) (40);
Carlos Araujo (Huracán) (36), Federico Mancinelli (Huracán) (36), Javier
Pinola (River Plate) (35), Lucas Licht (Gimnasia) (37); Leonardo Ponzio (River)
(36), Rodrigo Braña (Estudiantes) (39), Marcos Gelabert (San Martín de San
Juan) (36), Israel Damonte (Huracán) (36); Mariano Pavone (Estudiantes) (36), Carlos Luna (Tigre) (36).
Se puede agregar
a los arqueros Sebastián Bértoli (Patronato) (40), Nereo Fernández (Unión)
(39), Sebastián Torrico (San Lorenzo) (38) y Luis Ardente (San Martín de San
Juan) (37), los defensores Juan Quiroga (Belgrano de Córdoba) (36) y Facundo
Oreja (Gimnasia) (36), y los mencionados delanteros Pablo Lugüercio
(Estudiantes) (36), Mauro Matos (Atlético Tucumán) (36) y Fernando Tellechea
(Aldosivi) (36).
Puede observarse
también que los planteles de los clubes más poderosos suelen tener escasa
cantidad de jugadores en las edades más altas, aunque puedan conservar grupos
homogéneos en edad. River sólo cuenta con Ponzio entre los mayores de 35 años,
mientras que ni Boca, ni Racing ni Independiente cuentan con jugadores de
edades tan avanzadas.
Si River es el
segundo equipo en promedio de edad (29,1), sólo detrás de Patronato de Entre
Ríos (29,2), los más jóvenes son Argentinos Juniors y Godoy Cruz de Mendoza
(24,5).
Otro hecho para
destacar es que la mayoría de los jugadores más veteranos regresó del exterior
para finalizar sus carreras en la Argentina, lo que se considera como un
“segundo amateurismo”, porque en la mayoría de los casos, se trata de carreras
ya consolidadas y situaciones económicas más acomodadas.
En estos casos,
logran adaptarse al fútbol actual debido a que si bien en estos años se
acentuaron los trabajos tácticos en los equipos, no ocurrió lo mismo con la
técnica individual, que les permite sacar una ventaja que reemplaza, muchas
veces, el despliegue en tiempos en los que abundan las estadísticas de
kilómetros recorridos por partido o la TV muestra los mapas de calor.
En tiempos en
los que los planteles duran. En el mejor de los casos, dos temporadas, y lo
mismo sucede con los directores técnicos, los jugadores veteranos se fueron
transformando en referentes dentro y fuera de la cancha, como guías de los más
jóvenes y como fuentes de consulta ante temas personales y sindicales.
Sin dudas, los
tiempos de los futbolistas profesionales se van estirando.
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