En el Fútbol
Club Barcelona, el ambiente alrededor del entrenador Ernesto Valverde no es
precisamente el mejor. Los últimos resultados en la Liga Española no han sido
buenos y de hecho, no ha podido ganar en los últimos cuatro partidos, dos de
ellos en el Nou Camp ante el Athletic de Bilbao y el Girona.
Sin embargo, su
marcha en la Champions League, el gran objetivo de la temporada, es
absolutamente distinto y ha ganado muy bien los dos partidos que ha debido
jugar, ante el PSV Eindhoven, como local, y ante el Tottenham Hotspur, en
Londres.
Se trata de un
Barcelona extraño, que ha tenido que cambiar cierta parte de su estilo al
perder a su principal exponente en el armado del juego, Andrés Iniesta, y
aunque posee jugadores de gran calidad, el equipo está obligado a otro tipo de
búsqueda, con otras características, y aquí se encontró con otro obstáculo, el
de un entrenador conservador, o al menos poco arriesgado, como Valverde.
Es en este
contexto que, sin embargo, aparece como oasis y con asombrosa regularidad pese
al inexorable paso del tiempo, la genialidad de Lionel Messi, en su temporada
quince en Primera División con treinta y un años, con cerca ya de 1050 goles en
el total de su carrera (entre oficiales y no oficiales), y cada vez más jugador
de toda la cancha sin poder descifrar su posición exacta y tampoco es necesario
definirlo.
Lo concreto es
que en lo que para muchos jugadores supone, a esa edad, ir entrando en la
cuesta de la carrera, en el caso de Messi es, simplemente, una re-definición de
su posición pero sin perder nunca la genialidad, como ha ocurrido la pasada
semana nada menos que en el remodelado estadio de Wembley, en Londres, uno de
los mayores templos del fútbol mundial.
Allí, ante un
difícil Tottenham, que por ejemplo ha vapuleado en la temporada pasada al Real
Madrid (a la postre, campeón) en ese mismo estadio, Messi dio una gran
exhibición, no sólo por dos goles de hermosa factura, y ante un portero como el
francés Hugo Lloris, reciente campeón mundial en Rusia, sino también por un par
de gloriosas asistencias y dos remates que terminaron con el balón en el palo
izquierdo del ya vencido guardameta.
Al cabo de
apenas diez partidos en la temporada, contando Supercopa de España, Liga y
Champions, Messi ha disputado once partidos, en los que ha convertido igual
cantidad de goles, a promedio de uno por encuentro, cifra espectacular para un
jugador de su edad y que no es necesariamente un goleador sino que sus goles
son el producto de una notable pegada o de juego de elaboración propia en un
altísimo porcentaje.
Lo extraño del
caso es que con todos estos datos, y con la técnica exquisita del argentino, no
haya integrado la terna para ser elegido como mejor jugador del mundo para los
premios “The Best” que organiza la FIFA, por detrás de Luka Modric, Cristiano
Ronaldo y Mohammed Salah.
Fue la primera vez
desde 2006, que Messi no figura en la terna que opta al mejor jugador del
mundo, lo que parece estar más emparentado con la performance de sus equipos
(en este caso, Barcelona y la selección argentina) que con sus propios números
o rendimientos en ambos casos.
Con el
Barcelona, el hecho de no haber tenido suerte en la pasada Champions, ha sido
tan importante como el muy flojo Mundial de Rusia por parte de la selección
argentina pero…¿se trata de un premio individual o colectivo? ¿Entonces Hazard,
por ejemplo, necesita ganar un título con el Chelsea o con la selección belga
para poder optar al premio al mejor jugador? ¿Esto significa que en este tiempo
que abarcó la votación de los especialistas, Salah o Modric jugaron mejor que
Messi, en lo individual?
Todas estas
preguntas y muchas otras parecen haberse potenciado luego de la producción de
Messi en Wembley ante el Tottenham, donde dio muestras de que su talento sigue
intacto y que, acaso, siga siendo más un atleta que un futbolista en el sentido
de la superación porque Messi parece sólo competir para superarse a sí mismo
(más aún ahora que Cristiano Ronaldo, su mayor competencia en términos
individuales, se marchó a otra liga, la italiana).
En este punto,
habrá quien sostenga que este Messi versión 2018 pueda ser inferior, o
distinto, o menos estético, o con menos minutos con el balón en sus pies
respecto del Messi mucho más joven de los inicios de su carrera. O que no pudo
conseguir un título mundial con su selección,. Como si eso fuera posible en un
ambiente de tamaña desorganización y mala preparación general del equipo
argentino.
Pero habrá
otros, también, que puedan sostener que este Messi es mucho más sabio, más
colectivo, con menos necesidad de brillar que aquel, y que, por tanto, arriesga
menos su físico, necesita menos de su velocidad física para ir a la velocidad
de la mente.
Lo que parece
mucho más complicado es que en este tiempo hayan aparecido jugadores que hayan
podido superar técnicamente a Messi. Se trata de grandes jugadores, de primer
nivel, con una temporada espléndida como Modric, Salah, Hazard o Cristiano
Ronaldo, pero se trata de cracks, o incluso de super cracks…contra un genio que
en más de mil partidos jugados en su carrera, tiene un promedio de gol de 0.90
por partido. Casi la perfección.
De allí que los
premios The Best han sido puestos en duda en tan solo noventa minutos, en los
que Messi demostró, en la Catedral del fútbol, por qué sigue siendo el mejor…aunque
se trate de un rey sin corona (por ahora).
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