Se trata, éste
de Argentina y Brasil, en Jeddah, de un clásico raro. Más extraño aún que aquel
“Superclásico de las Américas” en el que se cortó la luz y se tuvo que
suspender, como ocurrió hace poco más de seis años en el Chaco. Porque la
selección brasileña, aunque el país está envuelto en cruciales elecciones
presidenciales en pocos días, toma muy en serio este partido, con jugadores
claves y desequilibrantes que, además, forman parte de un ciclo que lleva más
tiempo liderado por Tité desde 2016, y porque, al contrario, el equipo
argentino sigue siendo manejado interinamente por Lionel Scaloni y no se ve la
luz al final de un extenso túnel.
El único
problema que puede tener Brasil es la mente desviada hacia las elecciones que
determinarán si Jair Bolsonaro o Fernando Haddad será el próximo presidente,
pero una derrota ante Argentina en un amistoso, por más dura que pueda llegar a
ser, en nada impedirá el camino que trazó Tité hace más de dos años. Sabe a qué
juega y qué pretende, y a lo sumo estará buscando algunos nuevos intérpretes
para enriquecer lo que ya posee.
Brasil hizo un
aceptable Mundial y si no llegó a semifinales es porque en cuartos fue
eliminado por una gran Bélgica en el mejor partido del torneo.
Lo de Argentina
es totalmente distinto. Y no porque tenga un director técnico de transición
porque eso podría entenderse y pocos dirían algo si Scaloni permaneciera en el
banco hasta finales de 2018.
El problema de
la selección argentina comienza en una AFA que no determina cuál es su
prioridad, cuál es su idea de juego. A qué apunta y con qué estructura, e
incluso, no tiene claro quién manda y cuáles son los valores que se persiguen.
Si para el
presidente de la AFA, Claudio Tapia, es lo mismo Josep Guardiola (a quien dice
que llamó aunque el DT insista que no) que Marcelo Gallardo, Gerardo Martino,
Diego Simeone o Mauricio Pochettino, significa que como tantas otras veces, lo
que se busca es un nombre y no una idea madre de la que partir. Y esto mismo va
generando espanto en los que puedan o ya fueron (porque nunca se sabe con
claridad) convocados para este menester.
Si ya se intentó
hablar con un DT que arregló con otra selección, y en su momento se le dijo que
por encima suyo habría un manager (¿José Pekerman?), razón por la cual ese DT no quiso aceptar, y ahora
ya no se menciona este otro cargo, ¿significa que ya no corre o que no se sabe
si el manager determina la estructura o si lo que determina va por fuera del
fútbol profesional?
Pero aún hay
algo menos entendible, y es que si la AFA llegó a cancelar en un mismo fatídico
día para su historia, a principios de junio pasado, una cita con el Papa en El
Vaticano y un viaje a Israel para jugar un amistoso ante la selección local porque,
se argumentó, podía generar problemas políticos el ir a Jerusalén, sede del
partido. ¿cómo puede participar, en absoluto silencio, de un clásico ante
Brasil en territorio de Arabia Saudita, donde no sólo no se respetan
elementales derechos humanos, sino que el país es cuestionado por todos los
frentes de la diplomacia internacional por la sospechosa muerte del periodista
Jamal Kashoggi en su embajada en Estambul, a la que concurrió para un trámite?
Este descuido es
llamativo, al igual que un enorme silencio por parte de la mayoría de los
medios de comunicación que siguen las andanzas de la AFA y la selección
argentina, cuando fueron testigos de aquella bochornosa conferencia de prensa
de Tapia en Barcelona, cuando sostuvo, sin que los músculos de su cara se le
ablandasen mínimamente, que la ausencia de la selección argentina en Jerusalén
era “una contribución a la paz mundial”.
Cabe recordar
que el pasado 24 de agosto, la FIFA suspendió por un año y le impuso una multa
de veinte mil francos suizos al presidente de la Federación Palestina de
fútbol, Jibril Rajoub “por incitar al odio y a la violencia” por su llamamiento
a quemar camisetas argentinas de Lionel Messi si la selección argentina decidía
jugar en Jerusalén ante Israel, partido que fue suspendido apenas dos días
antes de jugarse y que aún no tiene fecha de realización.
En este sentido,
el ex futbolista e ícono del Manchester United, el francés Eric Cantona, fue
muy duro en un Tweet, con el hashtag #Elenäo apuntando más al fútbol brasileño
que al argentino: “cuando veo que la selección brasileña va a jugar un amistoso
ante Arabia Saudita- por mucho dinero, estoy seguro-, consigo entender por qué
una gran parte de la población de este país va a votar por Bolsonaro cuando
Arabia Saudita es un constante violador de los derechos humanos”.
En verdad, y
hablando de dinero, AFA y CBF todavía deben explicaciones oficiales por aquél
partido entre Argentina y Brasil jugado en Qatar a fines de 2010 y definido con
un gol de Messi en los segundos finales, muy pocos días después de que sus
presidentes votaran a este país como sede del Mundial 2022. Para este Clásico,
las dos entidades sudamericanas cobraron un cachet mucho mayor al tradicional.
En este
contexto, que Lionel Messi no sólo no juegue sino que tampoco aclara por qué no
lo hace, es casi una obviedad. Nadie sabe a qué se quiere apuntar en la
selección argentina y entonces, un triunfo, un empate o una derrota ante
Brasil, en estas circunstancias, apenas puede quedar en la anécdota si no puede
ser considerado un eslabón en un ciclo con objetivos básicos y con dirigentes
con una mínima capacidad para llevarlo a cabo.
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