A una semana de
definirse la situación de cada uno de los dos clubes más grandes de la
Argentina, unos miran la definición de la semifinal de Copa Libertadores con
optimismo (Boca Juniors) y el otro, con mucha preocupación (River Plate),
debido a los distintos resultados obtenidos como locales en la semana que pasó,
aunque eso no se condiga con el juego desplegado por cada uno.
River debe
enfrentarse a una situación similar a la de los cuartos de final de la Copa
Libertadores de 2015, que acabó ganando, cuando tras caer como local ante
Cruzeiro, pudo remontar la serie con un gran 0-3 en Belo Horizonte, aunque
ahora se ciernen algunas nubes en el equipo “millonario” y no todas están
relacionadas a la fortaleza del rival, nada menos que el vigente campeón,
Gremio de Porto Alegre.
Este River de
Marcelo Gallardo, que ha sido muy sólido en estos años, especialmente en los
mano a mano, no tuvo una buena semana. Más allá de la derrota ante Colón de Santa
Fe por la Superliga, que le hizo perder un largo invicto que batió su propio
récord histórico, al equipo se lo ve sin aquella dinámica que lo caracterizó en
los compromisos importantes (especialmente como local), y algunos jugadores
aparecieron con bajos rendimientos, como Gonzalo “Pity” Martínez, cuyo
inminente pase a la MLS pudo haberle alterado un poco la concentración o bien
no terminó de recuperarse de la lesión que lo mantuvo varios días fuera de las
canchas, y lo mismo ocurrió con Ignacio Scocco, a su vez reemplazante de un
Lucas Pratto que pese a la fuerte suma pagada por su transferencia, no termina
de conformar a los hinchas.
Gremio, por su
parte, hizo su trabajo. Se paró bien atrás, a sabiendas de que no contaría con
sus dos mejores jugadores en ataque (Luan y Everton, una enorme ventaja para su
rival), y cortó todas las vías de llegada de River, y con muy pocas
infracciones, y sus dos marcadores centrales, Pedro Geromel y el argentino
Walter Kanemann, respondieron con firmeza igual que el gran trabajo de
despliegue de su mediocampo, y luego supo aprovechar una de las pocas
oportunidades que tuvo para marcar cuando Michel cabeceó en un córner desde la
izquierda tras una enorme duda de Franco Armani para salir (no es la primera
vez que le ocurre).
River puso
haberse quedado con diez jugadores porque Leonardo Ponzio debió ser expulsado
por doble amarilla, pero el volante de River goza de una impunidad única, con
reiterados casos similares, en muchos de los cuales Gallardo lo protegió a
tiempo, reemplazándolo de inmediato, como el pasado martes por la noche.
River puede
levantar la serie en el Mineirao, pero todo indica que la remontada ante el
campeón de América en su casa parece muy complicada, sumada a la vuelta casi
segura de Luan y Everton ante su propio público y con la ventaja del triunfo
con gol de visitante.
Boca tuvo más
suerte ante el Palmeiras y ésta no es sólo una frase. El equipo de Guillermo
Barrros Schelotto sigue sin convencer. No tiene una línea determinada de fútbol
y cuando el partido se encaminaba en la Bombonera a un 0-0 clavado, el director
técnico probó haciendo ingresar a nueve minutos del final a Darío Benedetto por
Ramón “Wanchope” Ábila, es decir, nueve por nueve, con la idea de que el azar
tuerza lo que la táctica no pudo.
Y efectivamente,
luego de nueve partidos sin marcar, Benedetto no sólo desniveló sino que en
pocos minutos, en una ráfaga de talento, hizo dos goles con los que ahora Boca
llega de otra manera a San Pablo, muy parecido a lo que ocurrió ante Cruzeiro
en cuartos de final,. Con el mismo marcador en la ida, en Buenos Aires.
Pero Boca no
puede engañarse. Sacó un resultado casi ideal y sin embargo, juega bastante menos
que este River que ahora debe remontar la cuesta en Belo Horizonte.
River sabe a qué
juega. Tiene un patrón y a veces puede ocurrir que no le salga lo planeado, o
que una circunstancia, o más de una, determine un resultado negativo. Boca, en
cambio, es un equipo espasmódico. Le puede pasar que gane sin merecerlo y
porque algunos de sus cracks definan por sí mismos, como Benedetto en la noche
del miércoles, pero especialmente desde el medio para arriba, no hay una
construcción colectiva.
Boca tiene, sí,
solidez del medio hacia atrás, aunque tampoco fue exigido por Palmeiras en la
Bombonera, con demasiado temor a la historia ante un equipo sin ideas ni
conceptos generales. Pero no se entiende el sistema de Barros Schelotto porque
si el mediocampo está compuesto por luchadores como Pablo Pérez, Wilbar Barrios
y Nahitán Nández, y en el ataque está conformado por Cristian Pavón y Wanchope,
éstos necesitan un enlace que conecte las líneas, y Mauro Zárate, el tercero en
cuestión en ofensiva, no siente esa función porque es un segunda punta que
acompaña al goleador y no un “diez” que pueda generar juego. Boca tiene dos. En
el plantel, para esa función: Bebelo Reynoso y Edwin Cardona, pero
misteriosamente, Barros Schelotto prescindió de ambos como local, cuando más
necesitaba sacar una diferencia.
La terminó
sacando, porque le salió bien y la perinola cayó de su lado cuando hizo
ingresar a Benedetto, como pudo no haberle salido. Pero endilgarle al DT de
Boca conocimientos tácticos por esta azarosa elección, suena a muy exagerado,
más allá de que Boca tiene jugadores capaces de llevar al equipo a la final.
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