De nada
sirvieron los 1168 millones de euros gastados en las mejores estrellas desde
que los grandes capitales cataríes se hicieron cargo del club con el propósito
de relanzarlo. El París Saint Germain (PSG), fundado en 1970, jamás pudo pasar
los cuartos de final de la Champions League y debe seguir conformándose con las
ligas y las copas de Francia, algo que está lejos de sus objetivos.
Tras sufrir una
increíble remontada del Barcelona en los octavos de final de la Champions de
2017 cuando ganó 4-0 en París pero cayó 6-1 en la vuelta del Camp Nou (cuando
estaba perdiendo 3-0 marcó un gol que obligaba a los catalanes a meter tres más
en pocos minutos), volvió a quedarse en la misma ronda en 2018 ante el Real
Madrid, y ya en 2019 fue eliminado en una noche insólita, en su estadio, ante
un remendado Manchester United al que le había ganado 2-0 en la ida en Old Trafford.
Todo parecía
encarrilarse esta vez. El catarí Nasser Al Khalaiffi, dueño del club desde las
empresas Qatar Sports Investments y el consorcio mediático Bein Sports (que posee los derechos de transmisión de la
Champions), había tomado todos los recaudos posibles tanto en el organigrama
del club como en los fichajes de nuevas estrellas y en el reemplazo del
anterior director técnico para que nada quedara librado al azar.
Pese a ser
investigado por la misma UEFA a la que acaba de ingresar como miembro del
Comité Ejecutivo en representación de la Asociación de Clubes Europeos (ECA)
–junto a Andrea Agnelli, de la Juventus, debido a que el PSG se sobrepasó en
gastos de acuerdo con el programa del Fair Play Financiero, Al Khelaiffi
invirtió primero 400 millones de euros en los pases de Neymar y Kyllian Mbappé,
y por las dudas, también contrató al veterano arquero Gianluiggi Buffon. Cambió
al director deportivo holandés Patrick Kluivert por Antelo Henrique, y al
entrenador español Unai Emery por el alemán Thomas Tuchel.
Para los
principales analistas franceses, Tuchel había logrado importantes avances
tácticos. El equipo aparecía más dúctil a los cambios de sistema, y aun que con
dificultades, habría logrado pasar una difícil etapa de grupos junto al
Liverpool, dejando afuera al Nápoli. Ya en la ida de octavos de final había
conseguido vencer 2-0 nada menos que al Manchester United y en Old Trafford,
cuando los ingleses venían remontando el desastre inicial cuando José Mourinho
estuvo como DT, reemplazado por el noruego Ole Gunnar Solskjaer.
Nunca antes en
la Champions un equipo había quedado eliminado tras ganar 0-2 como visitante, y
por si fuera poco, el Manchester United llegó a París con un equipo diezmado
entre lesiones y suspensiones. Soskjaer no pudo contar con Paul Pogba, Anthony
Martial, Ander Herrera, Alexis Sánchez, Juan Mata, Jesse Lingard, Nemanja Matic
ni Antonio Valencia y tuvo que apelar a jóvenes de las divisiones inferiores y
cambios posicionales.
Pero ni de esta
forma pudo pasar el PSG en su estadio –con su ex goleador Carlos Bianchi en la
tribuna-, con tres goles del Manchester United de los que dos fueron errores
propios (un muy mal pase atrás de Thilo Kehrer y un inexplicable rebote que
otorgó Buffon), aprovechados por Romelu Lukaku, y el tercero, un penal mediante
el VAR por mano de Kimpembe que concretó Marcus Rashford en el final.
Con esta
eliminación, el PSG debe conformarse con ganar nuevamente la Liga Francesa, que
viene dominando desde la temporada 2012/13 de manera consecutiva, con excepción
de la 2016/17, que finalizó segundo, y en la que lidera con 17 puntos sobre el
Lille a falta de 12 fechas, o con la Copa de Francia, en la que debe enfrentar
al Nantes el próximo 3 de abril por la semifinal, o con haber ganado la
Supercopa francesa a principios de temporada cuando todo era ilusión, con un
4-0 sobre el Mónaco.
El prestigioso
periodista inglés Jonathan Wilson, del semanario “Four Four Two” y de la
revista “The Blizzard”, sostuvo que la eliminación del PSG es “un espectáculo
extraordinario, una lección sobre el efecto corruptor del dinero y la
arrogancia” y que el dinero “todavía no pudo comprar todo el fútbol”, en
referencia a las acusaciones de “doping financiero” del club francés, que
recibe fondos desde el propio estado catarí a partir de publicidad de empresas
estatales que inyectan sumas imposibles de igualar para la mayoría de sus
competidores.
Vicent Duluc,
del diario deportivo “L’Equipe”, dijo que el PSG “hizo el ridículo ante los
ojos del mundo” y lo calificó como “especialista en fallar”. Para el 56 por
ciento de los lectores del sitio web de este reconocido periódico, fue la
decepción deportiva más grande de sus vidas. La tapa de “L’Equipe” lo decía
todo: “Peor aún” y desarrolló ocho páginas de cobertura en las que habla de “cataclismo”
y se pregunta “qué hacemos ahora”. “Le Monde” cambió la frase “Remontada” del
Barcelona en el 6-1 de 2017 al “Comeback” del Manchester United.
“Fans Culture”,
del PSG, llegó a decir que el equipo estaba “maldito” y para “Ouest France” se
trató de “un terremoto” mientras en Marsella, donde silban el himno francés, se
burlaron publicando en la tapa de “La Provence” a Didier Deschamps alzando la
Copa de Europa de 1993 con el Olympique (la única vez que un equipo francés la
ganó) y el título “para siempre, primero”.
Tras el partido,
Al Khelaiffi llegó a admitir que notaba “un cierto clima de dudas” en los
jugadores, mientras que el brasileño Thiago Silva se animó a plantear que tanto
él como sus compañeros sintieron “un estrés desde el principio hasta el final”
y que no pudieron seguir las indicaciones del entrenador, mientras que su
compañero de zaga y compatriota Marquinhos utilizó la frase de Javier
Mascherano tras la final de la Copa América 2015 en Chile: “Ahora tenemos que
comer nuestra propia mierda”.
Mientras tanto,
los medios especulan con lo que puede ocurrir de ahora en más, si Tuchel
seguirá en el banco, o critican el mal manejo de Adrien Rabiot, el joven
volante que se encuentra en conflicto con el club y a punto de salir, o las
constantes lesiones de Neymar, que no pudo jugar ante el Manchester United.
Si esta caída
del PSG es difícil de digerir para el fútbol francés, mucho más complicado es
explicar cómo nunca consiguió equipos competitivos que tuvieran cierto dominio
europeo cuando Francia es uno de los países fundadores de la FIFA, y la idea de
una copa europea de equipos nació justamente de la redacción de
“L’Equipe”, promediando los años
cincuenta, ayudada por los dirigentes españoles Santiago Bernabeu y Raimundo
Saporta.
Originalmente se
llamó, por esta razón, Coupe des Clubs Champions Européens y el estadio de
Parque de los Príncipes Real Madrid le ganó la primera final al Stade de Reims
por 4-3 (los franceses ganaban 2-0).
Sin embargo, si
alguna vez los equipos franceses llegaron lejos en las competiciones europeas,
fue más por el lado del Olympique de Marsella, campeón en 1993 ante el Milan, y
finalista de 1991 ante el estrella Roja de Belgrado, o por el Saint Etienne,
con el defensor argentino Osvaldo Piazza, finalista en 1976 ante el poderoso
Bayern Munich tricampeón de Franz Beckenbauer y Gerd Müller.
Hasta la
fundación del PSG en 1970, París tuvo equipos como Racing Matra, Red Star o el
París Futbol Club, aunque la capital francesa no había encontrado un club
poderoso que la representara en la élite del fútbol. Fernando Segura Trejo,
sociólogo de la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de París y
miembro de la ONG argentina Salvemos al Fútbol, recuerda que fue Jacques Chirac
–posteriormente presidente del país- quien como alcalde de la ciudad comenzó a
darle impulso al fútbol, impulsando el fichaje de estrellas al PSG y la llegada
de capitales como el del Canal Plus como accionista cuando a principios de los
noventa el club entró en agonía financiera.
Al recibir el 40
por ciento de los ingresos de los partidos televisados de la liga francesa, el
PSG se fue convirtiendo de a poco en un club rico. Canal Plus quedó como
accionista mayoritario en 1997 y como único en 2005, y esos tiempos fueron
dorados, con nueve títulos ganados por la entidad.
Pero tras una
primera década del siglo XXI con idas y vueltas y con el grupo inversor
estadounidense Colony Capital como accionista principal, luego de que Canal
Plus vendiera las suyas, apareció en 2011 Al Khalaiffi para quedarse con el
control del club, aunque ayudado por las gestiones del entonces presidente
Nicolás Sarkozy, fanático del PSG y quien llevó las negociaciones al terreno de
la política con Catar y con la UEFA, dirigida entonces por el ex futbolista
Michel Platini.
Así fue que
comenzaron a llegar estrellas como los argentinos Javier Pastore y Ezequiel
Lavezzi y en uno de los primeros grandes golpes mediáticos, el sueco Zlatan
Ibrahimovic, y ya más adelante, el uruguayo Edinson Cavani y Neymar, como para
apuntar a lo máximo. El PSG, que arrasaba ya en las competiciones locales,
parecía preparado, por fin, para el asalto europeo y para disputar desde
Francia un lugar de poder futbolístico.
El reconocido
sociólogo Patrick Mignon también introdujo otro tema relacionado con el crecimiento
de poder político del PSG con la necesidad de incentivar a las tribunas, para
contraponer la pasión a la que llegaba desde Marsella, donde se ha llegado
hasta a silbar La Marsellesa, como oposición a la capital. Así es que una
tribuna del estadio Parque de los Príncipes, la que da a la Bois de Boulogne
(donde se encuentra el estadio que suele ser sede del Abierto de tenis de
Roland Garros) comenzó a albergar a los “Boulogne Boys”, xenófobos y racistas,
mientras que, del otro lado, en la tribuna de Auteil, se ubicaron los afro
descendientes, especialmente los marroquíes. Esto dio ligar a situaciones de
gran violencia y enfrentamientos internos.
En 2006, falleció
un “boulogne boy” que intentó agredir a otro del Hapoel Tel Aviv, disparado por
un policía que protegía al israelí, y en 2010, en otro enfrentamiento interno,
en el contexto de un partido ante el Olympique de Marsella en la capital
francesa, murió un hincha de 38 años.
A partir de
allí, las autoridades del PSG intentaron terminar con estas situaciones y
disolvieron estos grupos al introducir un sistema aleatorio de abonos para
asistir a los estadios, copiando el modelo por el que el Barcelona disolvió en
el Camp Nou lo que se llamaba “La grada de animación” detrás de uno de los
arcos. De esta forma, ya no se podía llegar más en grupos al Parque de los
Príncipes.
Sin embargo, ni
esta elitización de los hinchas, ni el “doping financiero”, ni los grandes
fichajes, ni los cambios de DT, ni las ayudas políticas, ni el ingreso de su
principal accionista a la UEFA, y ni siquiera un rival diezmado como el
Manchester United, alcanzaron para avanzar en la Champions League.
El PSG se sigue
preguntando qué pasó, qué debe hacer ahora, y París sigue buscando por todos
lados la manera de ser, algún día, una potencia del fútbol europeo de clubes.
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