Se acabó. Basta de polémicas absurdas en el fútbol. El Barcelona, dirigido por un humilde joven que apenas está llegando a los cuarenta años, Josep Guardiola, decidió abrir el manual del buen juego a principios de la temporada, jugó todas sus fichas a la estética y al sentido común, y demostró con creces y desde todos los ángulos posibles, que se puede ganar de esta forma, y no sólo eso: dio cuenta de que es posible arrasar con todo sin renunciar al ataque, a conservar la pelota y no meterse atrás ni defender. Eso, aunque parezca de Perogrullo, es sólo un recurso al que se apela cuando no queda otro remedio.
Y esta receta que aplicó el Bacelona, con eximios ejecutantes como Xavi Hernández, Andrés Iniesta, Samuel Eto’o, Touré Yaya o el genio de nuestro compatriota Lionel Messi, autor de 41 goles en lo que va de la temporada, camino al indiscutible Balón de Oro, fue generando adeptos en todo el mundo, sin distinción de credos, ni banderas ni clases sociales, simplemente porque este es el principal motivo por el que ahora mismo usted lee este artículo y este periodista lo escribe. Porque nos apasiona el fútbol por lo hermoso que puede ser cuando se lo juega tan bien.
Y si hacemos hincapié en los artistas que ganaron el triplete con la camiseta azulgrana del Barcelona (Liga, Copa y Champions en la misma temporada, en un hecho infrecuente en Europa) es también para destacar que en el Viejo Continente, hay muchos clubes con un presupuesto igual o mayor que el Barcelona, pero que por distintas razones, han apostado por otra clase de jugadores, entrenadores o filosofías futboleras.
Esto para nada significa que la final haya sido fácil en el estadio Olímpico de Roma. Al contrario. El Barcelona debió enfrentarse a un fuertísimo equipo, de excelentes jugadores, muy ganador y que era el anterior campeón y actual ganador del Mundial de Clubes en Japón, y que ejerció un férreo dominio en los primeros diez minutos, hasta que en su primer avance, los catalanes se pusieron en ventaja por intermedio de Samuel Eto’o. Desde allí, fue otro partido porque otra vez el Barcelona sacó el manual de cómo se retiene el balón, de cómo se maneja, jugando bien, un resultado favorable hasta con el rival más exigente, y lo fue horadando hasta rematarlo con el cabezazo de Messi en el segundo tiempo.
Pero hasta esta esperadísima final de Roma no deja de ser un partido más, como la brillante definición de la Copa del Rey de hace semanas ante el Athletic de Bilbao en Valencia, o aquel tremendo y magnífico 2-6 de paliza ante el Real Madrid en el Santiago Bernabeu por la Liga. Son todos eslabones de una impresionante cadena en la que el Barcelona superó ampliamente a todos, con ciento sesenta goles en una temporada.
Volvemos al inicio: todo esto que contamos, sumado a lo hermoso de ver jugar a un equipo estético, honesto, con una propuesta de fútbol asociado, en equipo y hasta caballeresco, no hace más que enterrar el estéril debate que un sector quiso imponer por años, basado en el facilismo de un tiempo más cercano a los intereses comerciales, y que se basaba en el resultadismo para tratar de imponer una determinada manera de ver el fútbol.
Este sector tildaba de romántico, de idealista, de irreal, de fantasista, al que sostenía que el fútbol, además de lo obvio de ser un deporte competitivo, necesita de un hecho estético y que no sólo se puede ganar también de otra forma, sino que es muchísimo más fácil ganar jugando así. Ahora, quedó demostrado que hay otra vía para ganar, infinitamente mejor, y que no admite dudas, y que vale la pena apostar por este sistema y no por los otros, especulativos, que atentan contra el espectáculo y contra el sentido común.
Nada de esto inhibe la elección de otras vías, pero a partir de ahora, utilizar un sistema defensivo será como si este artículo se escribiera a máquina, o si decidiéramos mirar fútbol en una TV blanco y negro. Se puede, pero hay opciones mejores. Mucho mejores. El Barcelona es el mejor ejemplo de ello.
Y esta receta que aplicó el Bacelona, con eximios ejecutantes como Xavi Hernández, Andrés Iniesta, Samuel Eto’o, Touré Yaya o el genio de nuestro compatriota Lionel Messi, autor de 41 goles en lo que va de la temporada, camino al indiscutible Balón de Oro, fue generando adeptos en todo el mundo, sin distinción de credos, ni banderas ni clases sociales, simplemente porque este es el principal motivo por el que ahora mismo usted lee este artículo y este periodista lo escribe. Porque nos apasiona el fútbol por lo hermoso que puede ser cuando se lo juega tan bien.
Y si hacemos hincapié en los artistas que ganaron el triplete con la camiseta azulgrana del Barcelona (Liga, Copa y Champions en la misma temporada, en un hecho infrecuente en Europa) es también para destacar que en el Viejo Continente, hay muchos clubes con un presupuesto igual o mayor que el Barcelona, pero que por distintas razones, han apostado por otra clase de jugadores, entrenadores o filosofías futboleras.
Esto para nada significa que la final haya sido fácil en el estadio Olímpico de Roma. Al contrario. El Barcelona debió enfrentarse a un fuertísimo equipo, de excelentes jugadores, muy ganador y que era el anterior campeón y actual ganador del Mundial de Clubes en Japón, y que ejerció un férreo dominio en los primeros diez minutos, hasta que en su primer avance, los catalanes se pusieron en ventaja por intermedio de Samuel Eto’o. Desde allí, fue otro partido porque otra vez el Barcelona sacó el manual de cómo se retiene el balón, de cómo se maneja, jugando bien, un resultado favorable hasta con el rival más exigente, y lo fue horadando hasta rematarlo con el cabezazo de Messi en el segundo tiempo.
Pero hasta esta esperadísima final de Roma no deja de ser un partido más, como la brillante definición de la Copa del Rey de hace semanas ante el Athletic de Bilbao en Valencia, o aquel tremendo y magnífico 2-6 de paliza ante el Real Madrid en el Santiago Bernabeu por la Liga. Son todos eslabones de una impresionante cadena en la que el Barcelona superó ampliamente a todos, con ciento sesenta goles en una temporada.
Volvemos al inicio: todo esto que contamos, sumado a lo hermoso de ver jugar a un equipo estético, honesto, con una propuesta de fútbol asociado, en equipo y hasta caballeresco, no hace más que enterrar el estéril debate que un sector quiso imponer por años, basado en el facilismo de un tiempo más cercano a los intereses comerciales, y que se basaba en el resultadismo para tratar de imponer una determinada manera de ver el fútbol.
Este sector tildaba de romántico, de idealista, de irreal, de fantasista, al que sostenía que el fútbol, además de lo obvio de ser un deporte competitivo, necesita de un hecho estético y que no sólo se puede ganar también de otra forma, sino que es muchísimo más fácil ganar jugando así. Ahora, quedó demostrado que hay otra vía para ganar, infinitamente mejor, y que no admite dudas, y que vale la pena apostar por este sistema y no por los otros, especulativos, que atentan contra el espectáculo y contra el sentido común.
Nada de esto inhibe la elección de otras vías, pero a partir de ahora, utilizar un sistema defensivo será como si este artículo se escribiera a máquina, o si decidiéramos mirar fútbol en una TV blanco y negro. Se puede, pero hay opciones mejores. Mucho mejores. El Barcelona es el mejor ejemplo de ello.
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Como homenaje al triunfo del Barcelona, qué mejor que una poesía, que ama tanto Guardiola, y que musicalizó un gran culé como el admirado cantautor Joan Manuel Serrat.Defensa de la alegria
Defender la alegria como una trinchera
Defender la alegria como una trinchera
defenderla del caos y de las pesadillas
de la ajada miseria y de los miserables
de las ausencias breves y las definitivas
defender la alegria como un atributo
defender la alegria como un atributo
defenderla del pasmo y de las anestesias
de los pocos neutrales y los muchos neutrones
de los graves diagnosticos y de las escopetas
defender la alegria como un estandarte
defender la alegria como un estandarte
defenderla del rayo y la melancolia
de los males endemicos y de los academicos
del rufian caballero y del oportunista
defender la alegria como una certidumbre
defender la alegria como una certidumbre
defenderla a pesar de dios y de la muerte
de los parcos suicidas y de los homicidas
y de dolor de estar absurdamente alegres
defender la alegria como algo inevitable
defender la alegria como algo inevitable
defenderla del mar y las lagrimas tibias
de las buenas costumbres y de los apellidos
del azar y tambien de la alegria
Mario Benedetti (Paso de los Toros, Departamento de Tacuarembó,Uruguay, 14 de septiembre del 1920)
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