El fútbol español vive a través de sus dos máximos exponentes, un contrapunto entre la alegría del presente, y la quimera del futuro. El Barcelona es el hoy, una actualidad mágica, única, pocas veces repetible. No hay dudas de que se trata de un equipo llamado a hacer historia y que paso a paso va cumpliendo con todas las propuestas iniciales.
La obtención, de manera contundente, de la Copa del Rey anoche en Valencia, al golear por el inapelable 4-1 al Athletic de Bilbao, es apenas el primer paso de una serie de festejos previstos para este mes, que podrían continuar este fin de semana cuando por la Liga enfrente al Mallorca en la isla, y hasta podría ser campeón sin jugar, si el día anterior el Real Madrid no logra vencer al siempre difícil Villarreal. Y para el 27 queda todavía el plato fuerte de la temporada, la final de la Champions League ante el Manchester United en Roma. El Barcelona está a muy poco de conseguir el triplete, un hecho sin dudas histórico para su institución y para el fútbol español en general, y su camino no pudo ser más brillante, tal como lo venimos comentando en estas columnas durante toda la temporada.
Hasta el momento, el equipo dirigido por Josep Guardiola ha convertido 154 goles en la temporada (103 en liga, 17 en Copa del Rey y 34 en Champions League), lo que significa, en 56 partidos jugados, un impresionante promedio de gol de 2,75 por partido, una cifra increíble para este fútbol-calculadora de estos tiempos en casi todo el mundo.
Los catalanes, que venían de borrar al Real Madrid, ridiculizándolo en el mismo estadio Santiago Bernabeu por la liga (2-6), ahora no dejaron mejor a sus rivales vascos de final de la Copa, que en algunos casos se retiraron del estadio entre llantos porque si bien se conocía de la superioridad del Barcelona, ni el más pesimista preveía un 4-1 tan lapidario como fue el segundo tiempo, en el que la diferencia pudo haber sido infinitamente superior y el trofeo ya estaba ganado a más de media hora de la finalización del partido, algo poco usual en este tipo de definiciones. Y cabe destacar que el Barcelona jugó este partido sin su arquero titular, Víctor Valdez; con Yaya Touré, volante central, como marcador central; con Puyol en su rara posición de lateral izquierdo, a falta de Eric Abidal. Con Keita reemplazando en el medio a Touré, y con el chico Bojan Krkic reemplazando al lesionado Thierry Henry, y hasta Sergio Busquets, en lugar de Andrés Iniesta. Y aunque lo niegue, el genio del equipo, nuestro compatriota Lionel Messi, si bien convirtió un gol, como casi siempre, ingresó pensando en cuidar su físico (de allí su posición de centrodelantero retrasado) con miras a la final de la Champions League. Pero al Barcelona le alcanza y le sobra y sólo sorprendió que antes de los primeros diez minutos quedara en desventaja con un bonito gol de Toquero para el Athletic. Cuando Touré logró empatar con un excelente remate de media distancia, veinte minutos después, todos sabían que el partido iba a decantarse por los catalanes, tal como ocurrió.
Todo este presente tan feliz en juego y resultados del Barcelona, encuentra su contrapeso en un atónito Real Madrid, que sueña con la mañana de hoy, el tan esperado “Día D” en el que el empresario Florentino Pérez anunciará que se presenta como candidato a las próximas elecciones del club. El imaginario colectivo del club blanco ha depositado todo en manos de Pérez, que no parece tener contra alguna, pero que esperaba regresar al trono madridista tal como está ocurriendo: que se lo pidieran todos por favor, y casi de rodillas. Pérez se había llamado a silencio de radio desde que dejó su cargo en 2004, cuando aquella política original de “Zidanes y Pavones”, de “galácticos” y juveniles formados en la cantera, se desmoronaba por los escasos resultados conseguidos cuando se decidió la venta del volante negro Claude Makelele, para contratar al inglés David Beckham, porque el primero no vendía suficientes camisetas. No correspondía a los planes de marketing previstos.
Pérez, para el imaginario madridista, significa la vuelta a pensar en grande, a los fichajes que repercutan en toda Europa con la poderosa chequera del magnate de ACS, la empresa de aceros y dragados que hasta tuvo a su cargo parte de la reconstrucción edilicia de Irak. Aparecen en la mira nuevamente Cristiano Ronaldo, junto a Kaká, Ibrahimovic, Ribery y tantos otros, sumados a la vuelta de Zinedine Zidane, ahora con un cargo dirigencial., y Jorge Valdano, nuevamente como director deportivo, aunque con más poder que en el ciclo anterior. También, la vuelta al glamour, con los grandes negocios concretados en el palco del Bernabeu, entre puros y cava, y por empresarios que sólo acuden al estadio con estos fines, sin importar el partido de turno.
La gran diferencia está en el momento que cada uno vive. El Barcelona es un magnífico presente, un proyecto claro, que funciona de maravillas, y el mejor fútbol visto en años. El Real Madrid, en cambio, por ahora es un sueño, que depende de la voluntad de un hombre, de su chequera, su estado de ánimo, y un nuevo proyecto ilusionante.
¿Y si el Barcelona pierde la final de la Champions? Puede ser. Pero habrá sido ante otro grande, el actual campeón del mundo, y luego de una temporada memorable e inmerso en un proyecto de gran fútbol, con eximios ejecutantes. ¿Y si Pérez dice que no se presenta? Mejor no promover este tipo de reflexiones. Pueden ocasionar pesadillas y un vacío imposible de llenar en la capital española.
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