El recordado periodista Dante Panzeri decía hasta su muerte en abril de 1978 que el fútbol es “la dinámica de lo impensado” y sin dudas lo sigue siendo en el rectángulo de juego, por más previsiones que los entrenadores cientificistas quieran tomar. Pero también es claro que la lógica institucional va generando ciertas situaciones que van conduciendo a resultados esperados.
Esto puede ser ejemplarizado en este más que sólido Manchester United, campeón europeo de 2008, y ayer consagrado nuevamente finalista en Roma, para el 27 de mayo, a la espera de que hoy el Chelsea y el Barcelona definan su rival.
El Manchester United, conocido también como “los diablos rojos”, no llega para nada de casualidad a esta nueva final. No pierde un solo partido desde 2007, es decir, hace dos temporadas de Champions League, con veintisiete encuentros invicto. Su entrenador, el escocés sir Alex Fergusson, asumió el cargo en 1986, y tardó cuatro años en obtener su primer título. Ni pensar con la actualidad del fútbol argentino, en el que una campaña sin buenos resultados en dos meses genera una crisis casi terminal. En el Manchester United, decidieron esperar a Fergusson, hasta que consolidara un sistema que terminó arrasando primero en Inglaterra, y luego en Europa, desde los tiempos fabulosos de uno de los grandes ídolos de la modernidad, como el francés Eric Cantoná, hasta el imperio creado con jugadores de una generación brillante que están llegando al final de un ciclo: David Beckham, Ryan Giggs, Paul Scholes, Gary Neville, acompañados de otros figurones como el tremendo volante central Roy Keane, o un excepcional y veterano arquero como lo fue el danés Peter Smeichel.. La inolvidable final de la Champions League de 1999 en Barcelona ante el Bayern Munich, cuando a un minuto del cierre del partido perdía 1-0 y terminó ganando 2-1 (con tantos de los dos suplentes ingresados, Solkjaer y Sheringham), fue la cereza de la torta que permitió vivir de felicidad en felicidad y que con los lógicos cambios por fichajes y ventas, terminó por imponerse en el mundo entero.
Hoy el Manchester es el campeón europeo y mundial, luego de imponerse primero en una durísima final en Moscú al Chelsea por penales, y luego en Japón, ante el duro escollo que fue la Liga Deportiva de Ecuador en diciembre pasado, proyectando al galardonado como mejor jugador del planeta en 2008, el portugués Cristiano Ronaldo. El mismo que por el momento, no está consiguiendo que su seleccionado se clasifique para el próximo Mundial de Sudáfrica, por lo que tira a la borda aquel justificante de que el Manchester gana tan sólo por el portugués. Nada de eso. Gana porque desde hace muchos años que tiene una coherencia, porque se posicionó como el club más rico del mundo en base al trabajo, a una estrategia de marketing, e inmerso en la Premier League, la mejor liga por mantener un orden, una prolijidad y una muy buena dirigencia.
En 2008, los “diablos rojos” ganaron la Premier League, la Copa de la Federación Inglesa, la Champions League y el Mundial de Clubes, y aunque en esta temporada no pudo hacerse otra vez de la FA Cup (eliminado en semifinales por penales ante el Everton en Wembley, y jugando con su equipo B), tiene casi ganada otra vez la Premier, en una durísima lucha con el Liverpool, y se encuentra en la final de Roma por la Champions. Nada de esto es casualidad. Todo lo contrario. Cuando se esperaba una tremenda semifinal ante el Arsenal, por la rivalidad que siempre hubo entre ambos equipos, el Manchester se impuso hasta con cierta comodidad y como se preveía, el 1-0 conseguido en el partido de ida en su estadio, el “Teatro de los sueños” de Old Trafford, fue decisivo y a los 11 minutos, en Londres, ya se imponía 0-2, obligando al local a tener que llegar a los cuatro goles para eliminarlo. Una quimera, tratándose de uno de los equipos más serios. Y efectivamente, terminó imponiéndose casi en un entrenamiento, por 1-3 y con la mitad del público local ya retirado tiempo antes del estadio, sabiendo que no existía la más mínima posibilidad de llegar a la final.
Lo supo también el Porto de Portugal, que en los cuartos de final había conseguido un gran 2-2 en Old Trafford. Sin embargo, en la vuelta en tierras lusas, el Manchester sacó a relucir su tradición, su personalidad, y terminó imponiéndose 0-1.
Será interesante ver cómo resuelve el Manchester la segunda final consecutiva de la Champions League, ya sea ante el Chelsea (su vencido en 2008) o ante el Barcelona, en el que muchos consideran “el” partido del mundo del fútbol, el Nadal-Federer de los equipos de 2009.
Pero este nuevo acceso a una final, por parte del Manchester, está lejos de ser una casualidad. Más bien es producto de la causalidad.
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