Termina una nueva fecha del Torneo Clausura, y nos deja varios elementos para el análisis, pero nos detenemos, una vez más, en este soplo de aire fresco que significa el fútbol de Huracán, luego de vapulear y bailar a este recurrentemente triste River Plate por 4-0, al que le terminan los partidos antes acaso para evitarle males mayores.
Huracán tiene un plantel hecho con muy poco presupuesto, en el contexto de un club con serios problemas económicos, y que en sus años de últimas posiciones en Primera o peleando el ascenso en la B, ha dejado su lugar de privilegio que le daba su rica historia, para ser lentamente ocupado por Vélez Sársfield y sus éxitos internacionales.
¿Hablamos de Huracán porque anda bien en el campeonato y porque tiene chances de salir campeón? apenas un poco. Lo que interesa, más allá de los números, es que Huracán ha rescatado la esencia de un fútbol argentino que fue perdiéndose por absolutos despropósitos, principalmente los técnicos y tácticos, pero también los organizativos y los institucionales.
Huracán, como lo decimos cada vez más reiteradamente, ha decidido salir a jugar cada partido. Puede ganar o perder, aunque generalmente gana, con menos dinero que el rival en cuanto a los jugadores de los que dispone. Pero lo más importante es que tiene un sistema de juego al que no renuncia, y que este sistema permite agradar a los espectadores, disfrutar y sonreir un rato, no trasmitir que la vida se va en cada pelota, porque no está en juego la vida, sino apenas un resultado, y que tampoco hace falta aclarar que se juega para ganar, tratándose de un deporte.
Huracán sale jugando desde abajo, algo de Perogrullo hasta hace algunas décadas pero que hoy se fue olvidando. Si la pelota la tiene el arquero, y la lanza con el pie en forma potente hacia adelante, pasa a dividirla cuando antes de hacerlo, su equipo (en sus pies o manos) la tenía en su totalidad. Lo lógico es no jugar a perder el balón sino a tratarde mantenerlo, y salir jugando con las manos. Pocos lo hacen, porque se ha perdido el sentido común. Huracán no necesita, ni piensa, en apelar al inconcebible "doble cinco" por el que dos jugadores cumplen la función que antes podía realizar uno solo, y hasta con físico más pesado, y para el que (como siempre) se le resta un jugador al ataque, jamás a la defensa. Huracán apela a la mayoría de jugadores con buen pie, y entonces no teme si sus dos marcadores centrales titulares no pueden jugar, y recurre entonces a dos juveniles, como Cura o Filipetto, sin que se resienta la estructura. Huracán no ve con malos ojos recurrir tampoco al "uno a uno" con un recurso perdido en el fútbol argentino, en el que casi nadie lo puede conseguir ya: la gambeta. Ni tampoco aparecen los retos de Angel Cappa, su DT, a ningún jugador que ose tirar un caño, una rabona, como en todo partido insiste (y lo bien que hace) Javier Pastore en realizar. Ah, y algo fundamental: Huracán está a sólo dos puntos de Lanús, el puntero (al que bailó con un memorable 3-0 hace pocas fechas), y no corre. No sólo no corre, sino que Cappa se jacta de haber hecho una pretemporada sin aparatos, sin esfuerzo físico grande, sólo con pelota, porque aunque muchos se hayan olvidado, esto sigue siendo fútbol y lo que interesa en el fútbol, como dice nada menos que don Alfredo Di Stéfano (que supo pasar por el Globito en 1946) es "la pelotita".
Es cierto, a veces a Huracán le cuesta algunos minutos acomodarse a los partidos. Hasta que sus jugadores comienzan a tocar, a motivarse, y a ejercitar la memoria futbolística que los lleva a volver a su juego de siempre.
Y a este paupérrimo River, que corre y que mete, pero que no juega, Huracán le hizo pasar un profundo ridículo. Porque River corría como loco, pero la pelota la tenía Huracán que, paradojicamente, no corría nada. Era la pelota la que corría, el ABC del fútbol. Correr en el fútbol (ya lo decía otro jugador que algo supo, como Johan Cruyff) no es importante. Lo que importa es que sea la pelota la que corra. Y River se la pasó corriendo en vano a Huracán. Y así le fue.
Sucede que River no es la excepción. Los medios se cansan de alabar "cómo corrió fulano o mengano", y Ricardo Caruso Lombardi no necesita de muchos buenos resultados ni de que su equipo, Racing Club, juegue demasiado bien para aparecer en primeras planas o ser reporteado por el programa central y monopólico del fútbol argentino por la TV. En cambio, si Huracán gana por paliza y a River, será transmitido a las 23,45, en los últimos quince minutos, y la explicación científica entre aparatos sofisticados que miden una velocidad de remate que nada agrega a casi nadie, será que fue River quien facilitó el juego a Huracán. Y desde ya que Cappa no tendrá posibilidades de explicar su ideario.
Hace tiempo que el fútbol argentino perdió la brújula. Partidos que cada semana son "inolvidables" porque sus equipos por fin pasaron de la media de dos goles, o que se prometen como soberanos espectáculos porque hubo expulsados, muchos goles, penales dudosos e incidentes en las tribunas. Los "buenos partidos" se miden en goles y no en calidad o estética, y las grandes atajadas en muchos casos provienen de remates al cuerpo de los arqueros. Todo vale. Observábamos imágenes del Newells-Bánfield sin entender. Para no confundir a los televidentes, los jugadores del "Taladro" estaban vestidos con una camiseta negra con vivos verdes, mientras los rosarinos, con una blanca. Si es así, ¿por qué no jugar los de Newells con la rojinegra y los sureños con la blanca y verde, al fin y al cabo, sus dos camisetas tradicionales? porque el desconcierto ya le ganó por goleada al sentido común, por lo que River juega a veces con la negra con la banda roja, Boca con la amarilla, y Racing cada día con una distinta.
En esta situación insólita que vive el fútbol argentino, en el que la mayoría sale a "chocar al fútbol" en vez de jugarlo, con jugadores vendados de tantas lesiones, con tantos actores que se revuelcan al suelo ante cada caída, y con dirigentes que aceptan que sus clubes cobren apenas cien millones de dólares de los dos mil de mínima que deberían cobrar al año por ser televisados, al menos Huracán viene a poner una mínima dosis de cordura. Pero Cappa no aparece en los medios, parece que no tienen su teléfono. O no quieren que Cappa les diga lo que ya saben que van a escuchar.
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