Desde Madrid
El empate 1-1 del miércoles a la noche en el
Vicente Calderón, sin dudas deja mejor parado al Barcelona que al Atlético
Madrid para la revancha de la semana próxima en el Camp Nou y las probablidades
de que los catalanes se queden con la Supercopa de España, son grandes, pero
esto no quita que en el primer compromiso serio de la temporada, los dirigidos
por Gerardo Martino no lo pasaran demasiado bien y estuvieran bastante perdidos
en el primer tiempo.
Muchos comienzan a decir que el tema de este
Barcelona va más allá del entrenador de turno y que no fue casualidad que Josep
Guardiola haya optado por marcharse a mediados de 2012. Creyó que ya mucho más
no podía hacer y que era tiempo de descansar para buscar nuevos horizontes por
lo irrepetible de un equipo que ha estado demasiado cerca de la perfección y
que, hasta en el caso de volver a hacerlo, habría significado para él apenas un
empate con ciclos anteriores.
Es cierto que este Barça cuenta con un genio
disminuido físicamente, porque Lionel Messi lleva ya más de veinte partidos sin
poderlos terminar bien, con problemas musculares recurrentes (todo un tema si
lo proyectamos al Mundial dentro de diez meses en Brasil), con su gran capitán,
Carles Puyol, jugando también muy poco y a punto de que el club fichara a otro
marcador central, que finalmente Martino desechó para confiar en su
recuperación pero el límite está marcado para diciembre, cuando se reabra el
libro de pases, y con Xavi Hernández algo más lento, y con Cesc Fábregas
mordiéndole los talones de la titularidad.
Así es que como pocas veces en el último
tiempo, el Barcelona de la noche, casi madrugada del miércoles al jueves (por
esta locura de que ahora los partidos comienzan a las 23 por la dictadura de la
UEFA y la TV, que cuando hay competencia continental hay que dejar espacio para
estas transmisiones) se debatió entre la que fue en la temporada pasada (en el
primer tiempo), y la que pretende Martino (la del segundo).
No creemos que sea azaroso que Diego Simeone,
el también argentino entrenador del Atlético, se haya enojado con “Jornada”
cuando en la conferencia de prensa posterior, este periodista le trasladó lo
manifestado minutos atrás por Martino acerca de que físicamente “hay que tener
en cuenta quién terminó mejor” para evaluar quién prevaleció, al ser consultado
si el Barcelona había sido superado por su contrincante.
Es que fueron dos tiempos distintos. Uno para
cada uno, pero el primero, para el Atlético, apenas si fue aprovechado por
David Villa en una jugada muy bien orquestada a tres toques, pero en apenas una
de las dos llegadas en cuarenta y cinco minutos.
Es cierto que el Barça jugó de espaldas al
arco, tocando de manera displicente y con Messi ausente, muy bien controlado
por la marca de los locales, pero éstos no llegaron tampoco con peligro y
apenas si neutralizaron al rival. Puede sonar bien, pero eso es apenas solidez,
nada de juego atildado o dominio con peligro para el rival.
Martino volvió a dar señales de que si Messi
tiene que salir, saldrá. Pasó el domingo contra Levante y pasó tres días
después, obligado por la lesión muscular. La entrada de Neymar y de Cesc dieron
aire a un equipo que no presionó tanto adelante pero que sí merodeó el área del
Atlético, obligó a su arquero belga Courtois, y empató con justicia.
Como bien dijo Martino luego, todavía queda
mucho trabajo y apenas si introdujo algunos movimientos, pero está lejos aún de
implementar ideas que signifiquen mucho más que meros detalles.
El Barcelona que pretende, aún está en camino,
mientras que Simeone sí parece estar en la cima de sus deseos. Una diferencia
mucho mayor que la de un partido que terminó empatado y que parece dejar más
contento al que menos debería estarlo.
“la eliminatoria está abierta”, dijo Simeone,
y es cierto. Pero para sacar un buen resultado del Camp Nou habrá que jugar, o
habrá que sacar demasiado partido de algún contragolpe aislado. Es lo que
sucede con los que apuestan al error en vez de jugar.
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