martes, 17 de noviembre de 2015

Argentina extraña a Messi, Brasil aún no tiene al mejor Neymar (Yahoo)




Apenas 13.000 personas asistieron al partido debut de la selección argentina en el grupo clasificatorio sudamericano ante Ecuador en Buenos Aires. Se descontaba el triunfo, aún sin la máxima estrella, Lionel Messi, lesionado, pero el equipo no contagiaba entusiasmo tras perder otra final, esta vez de Copa América, meses antes frente a Chile.

Sin embargo, y contra todo pronóstico, la selección argentina jugó uno de los peores partidos que se recuerde y cayó sin atenuantes 0-2, y aunque pudo sacar un punto en su visita a Paraguay.

La esperanza, para estos dos partidos siguientes consecutivos pasaba por vencer a Brasil, otra vez como local, siendo que el equipo que ahora dirige Carlos Dunga atraviesa una crisis importante, sin jugadores desequilibrantes, tras un pálido Mundial 2014 que dejó la marca de la goleada histórica ante Alemania 1-7 y una necesidad de urgente cambio de dirección.

Nuevamente se descontaba un triunfo aún cuando, por fin, Dunga podría contar con su mejor jugador, Neymar, casualmente compañero de Messi en el Barcelona, que regresaba tras la dura suspensión que se le impuso por su expulsión en la pasada Copa América de Chile.

Para los hinchas argentinos, que esta vez sí llenaron el estadio Monumental con más de 45.000 personas (mucho tiene relación con que el rival era nada menos que el clásico, Brasil, y con la clara chance de ganarle luego de diez años sin conseguirlo), otra vez renació la esperanza de una recuperación, pese a las ausencias por lesiones de Messi, Sergio Agüero y Carlos Tévez, así como la de Pablo Zabaleta en el lateral derecho.

Todo parecía que se cumpliría lo que se buscaba porque pese a tantos cambios, el equipo argentino salió con todo a buscar el triunfo, con Ezequiel Lavezzi en el puesto de Messi, con un buen Gonzalo Higuaín reemplazando a Agüero, y hasta con las proyecciones de Facundo Roncaglia, que desde la derecha y con un remate obligó a estirarse al arquero brasileño Jefferson.

Comendado por Angel Di María, que de a poco va retomando su nivel, el equipo argentino dominó el partido, con un cambio importante que decidió el entrenador Gerardo Martino: Ever Banega ocupó la plaza de Javier Pastore, también algo lesionado pero que además no había funcionado bien en los dos primeros partidos.

Al poco tiempo llegó el gol de Lavezzi tras un excelente pase filtrado de Di María hacia Higuaín y éste asistió al delantero del PSG para marcar el tanto argentino.  También Banega tuvo, al minuto del segundo tiempo, otra clara ocasión que acabó en el poste y que pudo ampliar la diferencia.

Acaso el planteo de Brasil era más entendible. Con tres puntos en su haber, un empate en Buenos Aires ante su clásico rival no estaba nada mal y entonces se dispuso, en una época sin tanta creatividad, con un eje de dos volantes defensivos centrales (Luiz Gustavo y Elías), otros tres por delante (Willian, Lucas Lima y Neymar) y apenas arriba, muy solo, un insípido Ricardo Oliveira.

Así, con ese vallado, con Neymar muy lejos de su verdadero nivel, Brasil aguantó hasta donde pudo en el primer tiempo, hasta que Dunga por fin notó, tras quitar a Oliveira, que si no le ponía compañía a Neymar, no tendría jamás una chance para empatar, así que se decidió por Douglas Costa, de muy buen presente en el Bayern Munich, y apenas dos minutos después ya empataba Lucas Lima en la primera llegada clara.

A partir de entonces, la selección argentina sintió el golpe. Ya no fue la misma y volvió a ofrecer la misma cara que en los dos primeros partidos: es cierto que le faltan jugadores decisivos, pero ya no es aquel equipo sólido, granítico, del Mundial 2014 sino que ya es el grupo ciclotímico de la pasada Copa América de Chile de este año, capaz de golear a Paraguay y ser superado tácticamente apenas días después por los locales en la final.

El equipo argentino empieza a perder fuerza física, llegada, coordinación, y comienza a transitar el camino de la desesperación que agranda a sus rivales y así fue que promediando el segundo tiempo, los verdeamarillos llegaron a tocar el balón mejor que en muchas otras ocasiones, con la tranquilidad de saber que el punto que se llevaban era más que decoroso y una caricia para el futuro.

En cambio, la selección argentina extraña mucho a Agüero, pero demasiado a Messi, aunque tras la Copa América perdida haya sido uno de los más criticados. El astro del Barcelona habla más en su ausencia que cuando juega. Su falta se nota con claridad porque nadie puede provocar esa aceleración y reunir esa precisión en velocidad como Messi.

Muchos creen que el problema de la selección argentina terminará con 2015, cuando ya Messi se recupere y regrese para los partidos que quedan, que serán 14 sobre 18 totales y es cierto que falta mucho, pero también es verdad que cuesta mucho ver en la tabla de posiciones al equipo albiceleste en anteúltimo lugar sobre diez participantes, tan solo con Venezuela por debajo.

Ahora esperaba la siempre difícil Colombia del también entrenador argentino José Pekerman, en el tremendo calor de Barranquilla, una visita nada fácil y ya oficialmente también sin Pastore, lesionado, y sin Roncaglia (por doble amarilla) y una nueva derrota podría desencadenar una importante crisis, teniendo en cuenta que el 3 de diciembre, habrá nuevo presidente de la Federación (AFA) y quien asuma podría querer revisar el contrato de Martino.

Brasil se fue de regreso con una sonrisa, aunque su performance no pase de ser mediocre. Pero no perder ante Argentina era una posibilidad muy remota, y casi ni importa que sobre el final haya sido expulsado David Luiz.

Dunga sabe que de a poco, Neymar volverá a ser el del Barcelona y las chances de seguir peleando por ir a Rusia 2018, están intactas y por un camino más tranquilo de lo imaginado.


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