Apenas 13.000 personas asistieron al partido debut
de la selección argentina en el grupo clasificatorio sudamericano ante Ecuador
en Buenos Aires. Se descontaba el triunfo, aún sin la máxima estrella, Lionel
Messi, lesionado, pero el equipo no contagiaba entusiasmo tras perder otra
final, esta vez de Copa América, meses antes frente a Chile.
Sin embargo, y contra todo pronóstico, la selección
argentina jugó uno de los peores partidos que se recuerde y cayó sin atenuantes
0-2, y aunque pudo sacar un punto en su visita a Paraguay.
La esperanza, para estos dos partidos siguientes
consecutivos pasaba por vencer a Brasil, otra vez como local, siendo que el
equipo que ahora dirige Carlos Dunga atraviesa una crisis importante, sin
jugadores desequilibrantes, tras un pálido Mundial 2014 que dejó la marca de la
goleada histórica ante Alemania 1-7 y una necesidad de urgente cambio de
dirección.
Nuevamente se descontaba un triunfo aún cuando, por
fin, Dunga podría contar con su mejor jugador, Neymar, casualmente compañero de
Messi en el Barcelona, que regresaba tras la dura suspensión que se le impuso
por su expulsión en la pasada Copa América de Chile.
Para los hinchas argentinos, que esta vez sí
llenaron el estadio Monumental con más de 45.000 personas (mucho tiene relación
con que el rival era nada menos que el clásico, Brasil, y con la clara chance
de ganarle luego de diez años sin conseguirlo), otra vez renació la esperanza
de una recuperación, pese a las ausencias por lesiones de Messi, Sergio Agüero
y Carlos Tévez, así como la de Pablo Zabaleta en el lateral derecho.
Todo parecía que se cumpliría lo que se buscaba
porque pese a tantos cambios, el equipo argentino salió con todo a buscar el
triunfo, con Ezequiel Lavezzi en el puesto de Messi, con un buen Gonzalo
Higuaín reemplazando a Agüero, y hasta con las proyecciones de Facundo
Roncaglia, que desde la derecha y con un remate obligó a estirarse al arquero
brasileño Jefferson.
Comendado por Angel Di María, que de a poco va
retomando su nivel, el equipo argentino dominó el partido, con un cambio
importante que decidió el entrenador Gerardo Martino: Ever Banega ocupó la
plaza de Javier Pastore, también algo lesionado pero que además no había
funcionado bien en los dos primeros partidos.
Al poco tiempo llegó el gol de Lavezzi tras un
excelente pase filtrado de Di María hacia Higuaín y éste asistió al delantero
del PSG para marcar el tanto argentino.
También Banega tuvo, al minuto del segundo tiempo, otra clara ocasión
que acabó en el poste y que pudo ampliar la diferencia.
Acaso el planteo de Brasil era más entendible. Con
tres puntos en su haber, un empate en Buenos Aires ante su clásico rival no
estaba nada mal y entonces se dispuso, en una época sin tanta creatividad, con
un eje de dos volantes defensivos centrales (Luiz Gustavo y Elías), otros tres
por delante (Willian, Lucas Lima y Neymar) y apenas arriba, muy solo, un
insípido Ricardo Oliveira.
Así, con ese vallado, con Neymar muy lejos de su
verdadero nivel, Brasil aguantó hasta donde pudo en el primer tiempo, hasta que
Dunga por fin notó, tras quitar a Oliveira, que si no le ponía compañía a
Neymar, no tendría jamás una chance para empatar, así que se decidió por
Douglas Costa, de muy buen presente en el Bayern Munich, y apenas dos minutos
después ya empataba Lucas Lima en la primera llegada clara.
A partir de entonces, la selección argentina sintió
el golpe. Ya no fue la misma y volvió a ofrecer la misma cara que en los dos
primeros partidos: es cierto que le faltan jugadores decisivos, pero ya no es
aquel equipo sólido, granítico, del Mundial 2014 sino que ya es el grupo
ciclotímico de la pasada Copa América de Chile de este año, capaz de golear a
Paraguay y ser superado tácticamente apenas días después por los locales en la
final.
El equipo argentino empieza a perder fuerza física,
llegada, coordinación, y comienza a transitar el camino de la desesperación que
agranda a sus rivales y así fue que promediando el segundo tiempo, los verdeamarillos
llegaron a tocar el balón mejor que en muchas otras ocasiones, con la
tranquilidad de saber que el punto que se llevaban era más que decoroso y una
caricia para el futuro.
En cambio, la selección argentina extraña mucho a
Agüero, pero demasiado a Messi, aunque tras la Copa América perdida haya sido
uno de los más criticados. El astro del Barcelona habla más en su ausencia que
cuando juega. Su falta se nota con claridad porque nadie puede provocar esa
aceleración y reunir esa precisión en velocidad como Messi.
Muchos creen que el problema de la selección
argentina terminará con 2015, cuando ya Messi se recupere y regrese para los
partidos que quedan, que serán 14 sobre 18 totales y es cierto que falta mucho,
pero también es verdad que cuesta mucho ver en la tabla de posiciones al equipo
albiceleste en anteúltimo lugar sobre diez participantes, tan solo con
Venezuela por debajo.
Ahora esperaba la siempre difícil Colombia del
también entrenador argentino José Pekerman, en el tremendo calor de Barranquilla,
una visita nada fácil y ya oficialmente también sin Pastore, lesionado, y sin
Roncaglia (por doble amarilla) y una nueva derrota podría desencadenar una
importante crisis, teniendo en cuenta que el 3 de diciembre, habrá nuevo
presidente de la Federación (AFA) y quien asuma podría querer revisar el
contrato de Martino.
Brasil se fue de regreso con una sonrisa, aunque su
performance no pase de ser mediocre. Pero no perder ante Argentina era una
posibilidad muy remota, y casi ni importa que sobre el final haya sido
expulsado David Luiz.
Dunga sabe que de a poco, Neymar volverá a ser el
del Barcelona y las chances de seguir peleando por ir a Rusia 2018, están
intactas y por un camino más tranquilo de lo imaginado.
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