miércoles, 18 de noviembre de 2015

Barranquilla asistió a otra refundación argentina (Jornada)



El panorama no era el mejor. El empate ante Brasil en el Monumental parecía que había minado la moral del entorno de la selección argentina y se trataba de un partido demasiado complicado para ser el último de 2015.

Sin buenos resultados a priori, sin Lionel Messi, ni Sergio Agüero, ni Carlos Tévez ni Pablo Zabaleta ni Javier Pastore ni Ezequiel Garay, con un día menos de descanso por la postergación del clásico ante Brasil por la lluvia, el calor y la humedad de Barranquilla en un horario diurno, la dificultad era grande.

Sin embargo, nada de eso ocurrió. El equipo argentino, salvo el sofocón del primer minuto, se fue adueñando de la pelota y se acordó de sus mejores momentos, aún con tantas contras, manejó las situaciones, no dejó jugar a los colombianos y hasta mereció mucho más que el 1-0 final.

Gran partido de Lucas Biglia, la figura mucho más allá de haber convertido su primer gol con la camiseta albiceleste. Porque apareció en toda su dimensión en la mejor línea del equipo, la de la mitad de la cancha.  Es allí, con el triángulo compuesto por el jugador de la Lazio, Javier Mascherano y Ever Banega, al que se sumó Angel Di María al retrasarse unos metros, donde estuvo la usina del juego.

Es cierto que estas convicciones de un equipo argentino que partió de la gran firmeza de Nicolás Otamendi en el fondo, y un gran partido de Gabriel Mercado por derecha, en su inesperada convocatoria ante la doble amarilla de Facundo Roncaglia (luego fue reemplazado por un muy buen Gino Peruzzi), tuvieron una importante ayuda en el muy mal momento que atraviesa la selección colombiana.

Este equipo colombiano pareció sentir el tan cacareado efecto del calor y la humedad de Barranquilla que los visitantes. Con su creativo James Rodríguez aún lejos del nivel que tuvo, en su reciente regreso tras una larga lesión, y teniendo que bajar mucho a buscar la pelota, para acabar tirando pelotazos demasiado largos y con poca orientación. Ni siquiera los tres puntas del final (Muriel, Bacca y Adrián Ramos) pudo cambiar la ecuación.

Así es que el 1-0 argentino pareció poco premio, si se toma en cuenta que Paulo Dybala (que entró por Gonzalo Higuaín y se metió pronto en el partido, pivoteando y conectando con los volantes) tuvo una en el palo, con David Ospina vencido, y le anularon un gol válido, por una falsa posición adelantada.

El fútbol es un juego de confianza y el equipo argentino se fue dando cuenta de que eso de apostar a tener la pelota es un muy buen negocio, especialmente si los de arriba, Ezequiel Lavezzi e Higuaín, tienen los ojos abiertos y ruido en el estómago por hambre de gol.

También los de Gerardo Martino entendieron que este equipo colombiano no es un cuco ni se parece al de otros tiempos, y si ni siquiera contó con Radamel Falcao ni Jackson Martínez, tampoco cuenta ahora con aquellos laterales de gran proyección y excelsa técnica.

La selección argentina fue siempre superior, con un enorme despliegue de Biglia, buena circulación, y un toque de pelota que si no alcanza para olvidar a las estrellas, sí comienza a transmitir la idea lógica de que en una segunda fila hay jugadores que el mundo entero envidiaría. Y por fin, en Barranquilla, sacó partido de eso.

Otra vez, como para Brasil 2014, Barranquilla aparece como la tierra de la refundación, como cuando con Alejandro Sabella en el banco de suplentes, Messi y Agüero dieron vuelta un partido muy complicado y proyectaron al equipo al Mundial y generaron un grupo granítico que confió en un determinado proyecto.

Esta es otra manera de terminar 2015, aunque por ahora sea con un sexto lugar en el grupo sudamericano. Desde el rendimiento, comenzó a aparecer una leve sonrisa ante Brasil y ahora ya se va acercando a la conformidad y a la idea de que es posible crecer en 2016. Hay con qué. Son los jugadores los que, tal vez a partir de lo de Barranquilla, se vayan dando cuenta de cuál es el camino.


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