Mucho le costó al Real Madrid acabar con la etapa
del portugués José Mourinho, que le trajo más problemas que festejos. Si llegó
con la necesidad de terminar con el imperio del Barcelona o complicárselo con
diatribas y actitudes polémicas, se fue con pocos títulos y con una de las
peores imágenes del club blanco en mucho tiempo en todo el planeta.
El Real Madrid había pasado a ser “el malo” del
fútbol, en contraposición al Barcelona, club que fue generando adhesiones por
la brillantez de su juego en tiempos de Josep Guardiola y luego Tito Vilanova
como entrenadores y con Lionel Messi como director de una orquesta que llegó a
funcionar a la perfección.
Para la temporada 2013/14, una vez que la crisis se
llevó a Mourinho, enfrentado a la mayoría de los jugadores de la plantilla, por
fin el Real Madrid optó por un entrenador como Carlo Ancelotti, cuyos dos
primeros objetivos se basaron en mejorar la relación con el vestuario,
pacificar el discurso del club, y en lo futbolístico, tender hacia una mayor
posesión de balón y adelantar unos metros a todas las líneas.
De a poco, el Real Madrid comenzó a jugar mejor, a
obtener buenos resultados a partir de una mejora en el juego, y esto se hizo
imparable cuando terminó de constituirse la llamada BBC (Bale, Benzema y
Cristiano Ronaldo).
El equipo se consagró campeón de la Champions
League, consiguiendo la Décima Copa, no sin sufrir en la final, y luego
prolongó su éxito venciendo en el Mundial de Clubes, pero el desgaste en la
temporada siguiente, y en especial la derrota ante la Juventus en la Champions,
acabó con la etapa de Ancelotti, y éste fue reemplazado por un entrenador más
tacticista y pragmático como Rafa Benítez.
El nuevo entrenador
llegó con un discurso eficientista, tal como el sistema pedía, casi como
intentando agregar lo táctico a lo ya
existente, con lo cual la sensación era que al juego conseguido en
tiempos de Ancelotti se le agregaría trabajo, jugadas preparadas, una defensa
sólida y un equipo casi imbatible.
Sin embargo, aquel discurso tan riguroso, el
antecedente del entrenador tan ligado a los resultados y a equipos trabajados,
como Liverpool o Nápoli, en distintos tiempos, fue dando lugar a las primeras
dudas cuando el Real Madrid, a principios de temporada, sacaba muchos puntos
pero eso no aparecía tanto en el rendimiento ofensivo ni en la necesidad de
proponer un juego que sea del agrado del público.
De a poco, la plantilla se fue resquebrajando hasta
llegar, antes de la mitad de la temporada, a las dieciséis lesiones, muchas de
ellas musculares, y el juego fue generando dudas a partir de rendimientos
irregulares, a veces aceptables, otras veces muy alejados a las posibilidades
de cada jugador.
Eso a su vez fue generando algunos distanciamientos
entre el entrenador y algunos jugadores claves, como Sergio Ramos, Cristiano
Ronaldo, Gareth Bale y en los últimos tiempos, el colombiano James Rodríguez,
contratado tras el Mundial de Brasil como una de las más grandes figuras del
certamen.
El Real Madrid, lentamente, se fue desentendiendo de
la posesión del balón para convertirse en un equipo utilitario, capaz de
imponerse a rivales muy inferiores solamente por aprovechar alguna ocasión
aislada y a partir de las tremendas diferencias de cotización de su plantel
contra la mayoría de los otros competidores del certamen, pero en muchos casos,
fue dejando serias dudas sobre el proyecto.
Y en ese vaivén, en esos continuos cambios de
rendimiento, juego y hasta de protagonistas, sin poder repetir casi nunca el
mismo equipo, con la tranquilidad de llevar sin problemas el grupo de la
Champions League y que no se necesita mucho para pelear por los primeros
lugares de la Liga, es que apareció el Clásico con el Barcelona y la verdadera
cara del equipo.
El Barcelona, en el propio estadio Santiago
Bernabeu, se encargó de mostrar la cruda realidad, la enorme diferencia entre
lo que se puede conseguir con una plantilla de lujo, y lo que se puede
desperdiciar con otra de parecidos quilates, a partir de proyectos completamente
distintos.
El Real Madrid quedó tambaleando luego del 0-4,
aunque haya conseguido dos victorias en la semana, ambas fuera de casa, ante el
Shakhtar Donetsk y el Eibar, y de alguna manera, haya demostrado que el Clásico
parece haber quedado atrás.
Sin embargo, ninguno de los dos partidos terminados
en victoria, logran convencer. En el de la Champions, y ante un rival muy
inferior, el Real Madrid llegó a estar 0-4 adelante y sin embargo, apenas si le
sobraron un par de minutos para no sufrir tal vez un empate, algo impensado
poco tiempo atrás.
Ante el Eibar, si bien no se discute el triunfo en
cuanto a la superioridad, tampoco los blancos completaron un buen partido, y no
sólo eso: nuevamente James Rodríguez fue el primer reemplazado, sustituido por
el joven Lucas Vázquez, con Benzema en el banquillo, y con Cristiano Ronaldo
como centrodelantero y apenas acompañado por Bale, a mucha distancia.
Si Real Madrid fue superior al Eibar, fue más por
sus jugadores y su capacidad de resolver sus ocasiones, que por un sistema
colectivo que se imponga por la fuerza de su producción. Ni siquiera el penalti
fue claro.
De poco sirve que algunos de sus jugadores lancen
amenazas a través de la prensa sobre que van a seguir a la caza del Barcelona,
líder de la Liga. El equipo debe hablar adentro del campo de juego, y no por
los micrófonos. Esos tiempos ya pasaron, no hace tantos años, y los resultados
no fueron los mejores.
Hoy, aún en los resultados, el Real Madrid navega en
el tercer lugar de la tabla de posiciones de la Liga, a seis puntos del
Barcelona y a cuatro del Atlético Madrid, pero mucho más lejos en su filosofía
de juego y en su olvido de jugar la pelota y agradar con su fútbol.
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