Se dice, y la historia lo demuestra, que los
Clásicos suelen ser partidos aparte, en los que no suelen contar, muchas veces,
los antecedentes.
En muchas oportunidades, el que parece que lleva las
de ganar, cae sorpresivamente y sin atenuantes, y el que parece que venía muy
mal, se repone y a partir de ese partido comienza una levantada importante.
Sin embargo, no se pueden soslayar las tendencias. Y
si nos basamos en los últimos partidos del Real Madrid y del Barcelona, veremos
que llegan al Clásico del Santiago Bernabeu de dentro de dos semanas, de manera
muy diferente.
Es cierto que en esta clase de partidos, la
condición de local juega un papel muy importante, aunque en la última década,
los azulgranas han sacado muy buenos resultados en Madrid.
Con la llegada de Rafael Benítez, a principios de
temporada, parecía que éste mejoraría el sistema táctico y le daría la típica
solidez que recibieron siempre los equipos del entrenador español. De hecho, los
blancos no sólo venían sacando resultados más que aceptables sino que una de
sus principales características era la falta de goles en su propia portería, un
aliciente para la larga temporada que aún resta jugar.
En este punto, la llegada a la titularidad de Keylor
Navas por la salida de Iker Casillas al Porto parecía un gran acierto, gracias
al excelente trabajo del costarricense, sumado al crecimiento de Raphael
Varanne, que cada vez más aparece alternando la titularidad con Pepe, al lado
de Sergio Ramos.
Sin embargo, esa solidez cada vez se emparentó más
con lo defensivo y no con el resto de las líneas. Lentamente, en los últimos
partidos de la temporada, tanto en Liga como en Champions, apareció una
incesante rotación de jugadores, ya sea por lesiones, cambios tácticos y otros
motivos y por ejemplo, ya el Real Madrid no repitió más aquella temible
delantera con la BBC (Bale, Benzema y Cristiano Ronaldo), sumado a la larga
lesión de James, que dio lugar mayor a Isco.
Esa discontinuidad pudo comenzar a palparse a
mediados de semana en el partido del Bernabeu ante el PSG por la Champions, en
el magro 1-0 que sonó casi a milagro porque era un partido para que el Real
Madrid perdiera por más de un gol y acabó ganando con un remate de Nacho que
pareció más un intento por desprenderse del balón en movimiento y sin un
compañero cerca para pasarlo.
Si había quedado alguna duda, el domingo se acabó de
corroborar en el Sánchez Pizjuán ante el Sevilla y mucho más allá de perder 3-2
y quedar ya a tres puntos del Barcelona, como escolta.
Salvo unos primeros veinte minutos en los que el
Sevilla apareció nervioso y sin timón y en los que Real Madrid tomó el mando
del partido, que fue cuando los blancos se pusieron en ventaja con un gran gol
de Sergio Ramos, y en el que se acabó lesionando otra vez en el hombro,
sembrando dudas de su participación en el Clásico, la sensación fue que el
Sevilla fue un absoluto dominador, y que si no fuera por el ingreso final de
James Rodríguez y su descuento fuera de contexto en el minuto final, la
distancia debió ser de dos o tres goles para los andaluces.
Pocas veces se pudo observar a un Real Madrid tan
superado en todos los aspectos, desde el futbolístico, con una abismal
diferencia en el juego, hasta lo físico, por la falta de reacción de los
blancos en todos los sectores de la cancha, y especialmente en lo anímico, por
la escasa capacidad de lucha.
Es decir que tanto ante el PSG como ante el Sevilla,
ocurrió algo parecido: Real Madrid obtuvo resultados en los que el marcador no
reflejó en absoluto lo ocurrido en el césped, antes con Navas y sin James,
luego sin Navas (reemplazado por Kiko Casilla) y con James ingresando en el
final.
El Barcelona, en cambio, viene acabando con dudas
que sí se habían suscitado al comienzo de la temporada, con una plantilla muy
corta, jugadores que en algunos casos no estuvieron a la altura, poco recambio, a lo que desde hace ya más de
un mes se sumó nada menos que una importante lesión de su mejor jugador, Lionel
Messi.
También Luis Enrique Martínez tuvo muchas
dificultades para encontrar un equipo base, ausente por muchos partidos Andrés
Iniesta y con algunos partidos muy flojos en lo táctico, que acababa
resolviendo su tridente sudamericano.
Incluso en esta fase de grupos de la Champions
League hubo partidos en los que el Barça no convenció, aunque siempre mantuvo
su punto fuerte en Neymar y Luis Suárez, aunque nunca, por supuesto, encontró
un tercer atacante que reuniera un nivel al menos aceptable.
Sin embargo, poco a poco varios jugadores
fundamentales, más aún con la salida de Xavi Hernández, el cronómetro del
equipo hasta la temporada pasada, fueron recuperando su tono, como Sergio
Busquets (de excelente partido ante el Villarreal), Iván Rakitic, y el regreso
de Iniesta.
Acaso sea la defensa el punto con más dudas, y cómo
se asentará ante los grandes atacantes del Real Madrid en el Clásico, pero del
medio hacia adelante, ha logrado suplir de buena manera a Messi, hasta que éste
comience lentamente su regreso y ya logre equilibrar definitivamente al equipo.
Es claro que el Barcelona irá mejorando con la
llegada en enero de sus dos fichajes ya asegurados, Arda Turan y Aleix Vidal,
pero que algunos se planteen hasta no fichar en invierno, es una muestra del
momento tan diferente que los azulgrana viven respecto de los blancos.
Pero esto es fútbol y los Clásicos pueden ser
diferentes. Es lo más lindo que tiene este deporte: que los resultados nunca
están asegurados.
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