lunes, 2 de noviembre de 2015

Boca, un título para la estadística con incidencia electoral



Y Boca, este Boca del Vasco Rodolfo Arruabarrena, fue finalmente campeón argentino, a una fecha del final del torneo. A los tumbos, con un plantel largo, que acabó sacando lógica ventaja en tantos partidos, y sin un fútbol que quede en el recuerdo, pero sacando muchísimo jugo a tantos jugadores de calidad, traídos mayormente desde el fútbol extranjero para apostar por un título en un año electoral para el club y luego de casi cuatro de sequía.

Un Boca que se armó aún más, en verdad, para encarar la Copa Libertadores de América, el gran objetivo que acabó llevándose River Plate, que planteó mejor ambos partidos de octavos de final hasta que aquella agresión con el gas pimienta en la Bombonera frustró el segundo tiempo de la revancha y todo se decidió en los escritorios, contra natura.

Boca absorbió ese golpe desde lo anímico gracias a la longitud del torneo local, que le permitió sobreponerse no sólo a esto, sino a aquel fatídico error del chico Bentancur ante San Lorenzo, con aquel gol sobre la hora de Matos, justo una fecha antes de visitar a River en el Monumental, que podía significar alejarse definitivamente de los de Boedo y perder el tren.

Desde ese punto de vista, el anímico, Boca pudo y supo recuperarse, como también ha sido muy importante (aunque con un rendimiento de más a menos, por su desgaste físico) el regreso de Carlos Tévez, que le dio un aporte fundamental, un salto de calidad, cuando el plantel parecía ir sin rumbo y cuando Rosario Central, aún más que San Lorenzo, comenzó a convencerse de sus posibilidades respaldado en su muy buen fútbol.

Más allá de los puntos, los jugadores por línea quje desequilibraron en momentos puntuales, ¿a qué jugó Boca? Difícil responderlo. No jugó a algo concreto y ni siquiera pudo sacar provecho a su histórica condición de local en la Bombonera para dominar los partidos y avasallar a sus rivales.

La prueba está en lo complicado que le resultó jugar ante Unión (3-4), Aldosivi (0-3) que más allá del error de Bentancur, no podía penetrar la defensa de San Lorenzo, sufrió mucho ante defensa y Justicia, no pudo vencer a Nueva Chicago, entre otros ejemplos.

Boca no tuvo una línea de juego, y de hecho, Arruabarrena no sólo rotó jugadores para probar sino que por lo menos durante más de medio torneo fue cambiando el once titular por no encontrar uno definitivo, por no estar convencido de su rendimiento y porque dudó demasiado en lo táctico.

Mayormente, el Vasco jugó con dos líneas de cuatro, y si la defensiva es más clásica, no se acaba de entender la composición del medio. Por la inversión hecha por el club y la calidad de muchos de sus jugadores, un doble cinco en el medio parece demasiado.
Si se piensa en que ya entre el arquero y la primera línea de cuatro hay cinco defensores, el doble cinco con Meli y Cubas, Erbes o antes Gago, ya constituye siete jugadores en función de recuperación y apenas cuatro, en la de ataque, aunque puedan sumarse laterales, porque es claro que su mayor aporte, lo que más conocen, su origen, pasa por lo defensivo.

Es decir que Boca fue, como tantos equipos argentinos, desequilibrado por partir con la base de defender antes que atacar. Del medio hacia arriba, la llegada de Tévez, sostenemos, fue fundamental, pero no da la sensación de que Boca lo haya aprovechado en su totalidad.

Al no rodearlo de atacantes, sino de puros volantes (los de marca, los mixtos como Pablo Pérez, y los ofensivos como Nicolás Lodeiro) y hasta de un media punta como Agustín Calleri (que no es un nueve de área, sino para jugar con otro nueve goleador), y sin wines, a Tévez le faltó referencias arriba y eso lo sometió al enorme desgaste (más del que traía de Europa) para bajar muchas veces a buscarla al medio (lo que a Messi le pasó tantas veces en la selección argentina) para tomar contacto con ella, pero al levantar la cabeza, no encontraba receptor.

Boca fue demasiado poco generoso con el espectáculo y optó por correr y luchar los partidos más que jugarlos, pero se encontró con un torneo a su medida. River y Racing Club lo descuidaron mucho en más de la mitad por la Copa Libertadores, 
Independiente atravesó una crisis y cambió de entrenador, lo mismo que Estudiantes, y ni hablar de los equipos con menos recursos, que desde siempre juegan a otra cosa, para llegar a una Liguilla o salvarse del descenso.

Por todo lo referido, este título de Boca termina siendo importante por los años sin conseguirse, por la estadística, que agranda el palmarés del club más ganador de la Argentina, y que proyecta tal vez a su presidente Daniel Angelici, tan vapuleado por muchas razones válidas, a pelear su reelección en los comicios del club en diciembre.

Pero Boca, que aún puede lograr el doblete el miércoles en la final de la Copa Argentina ante Rosario Central, sigue en deuda futbolística. El equipo, y su entrenador, hoy tan elogiado sólo por el título, pero como tantas veces, sin que muchos se detengan a analizar en profundidad el juego y sus decisiones, que tuvieron directa relación con el mismo.


Boca es campeón, y seguramente a muchos no les interesa otra cosa. Y puede ser entendible. Pero nuestro oficio, nuestro deber, es tratar de analizar al equipo y sus circunstancias. Ni más, ni menos que eso.

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