En las próximas horas, por fin, Futbolistas Argentinos
Agremiados (FAA), tras una larga siesta y con algunos de sus miembros
involucrados en asuntos de corrupción en manos de la Justicia, convocó a una
reunión para decidir si se apoya o no a los jugadores de los equipos de las
categorías del Ascenso, que reclaman el cobro de sus haberes en el contexto de
la lucha de sus clubes por recibir un aumento en la dotación por parte del
Estado en el programa “Fútbol Para Todos”.
Rápidamente hay que decir que esta presión del
Ascenso, razonable o no en los números, tiene mucho de político. La gran
pregunta es si Claudio “Chiqui” Tapia, el máximo referente del Ascenso, habría
parado todo si el poder hubiese quedado en sus manos o las de su suegro, el
presidente de Independiente, Hugo Moyano, en vez de haberlos dejado afuera por
parte del Gobierno Nacional, que permitió la intervención solapada de la FIFA y
que colocó en el sillón más importante a Armando Pérez, dirigente que había
luchado denodadamente para conseguir los siete avales para una anterior
candidatura presidencial en la AFA.
Si bien Tapia y Moyano fueron postergados por la
decisión de Mauricio Macri y de Gianni Infantino, presidentes de la Argentina y
de la FIFA, saben bien que esto es momentáneo y que cuando el 1 de julio de
2017, a más tardar, se llame a elecciones, nuevamente podrán pretender retornar
al Sillón de Viamonte pero mientras tanto, remueven todo lo que pueden y su
mayor herramienta es ésta.
Tapia consiguió que a partir de que el hermano de
Carlos Tévez, Miguel, juega en el equipo de su club, Barracas Central, el crack de Boca mostrara el apoyo al Ascenso en
las redes sociales y de esta manera, el efecto se fue extendiendo a otros
jugadores, lo cual parece absolutamente lógico tratándose de trabajadores
reconocidos legalmente, por un natural mecanismo de solidaridad.
Sin embargo, el reclamo del Ascenso suena
oportunista y poco claro. ¿Acaso los clubes que participan en los torneos de
las distintas categorías no siguen contratando jugadores pese a las deudas que
fueron generando aún recibiendo por años dinero por parte del Estado?
¿Rindieron cuentas todos los clubes de ese dinero recibido? ¿Reclamaron o
hicieron durante tantos años algún tipo de movimiento por cambiar el formato de
un Nacional B que vació enfermo porque no termina siendo del todo federal ni
puede ser sustentable con las distancias a recorrer?
La respuesta es obvia: nada hicieron y no sólo eso,
sino que junto a los de Primera A votaron alegremente en los tiempos del
Grondonato que todo siguiera igual y jamás antepusieron un plan B que fuera
diferente y más justo. Se contentaron pronto con un pedacito de torta que el ex
presidente de la AFA les concedió con la Copa Argentina, y eso fue solamente
cuando Daniel Vila cuestionó las estructuras y apareció con los votos (que no
contaban) de muchos clubes del interior del país en las elecciones
presidenciales de 2011 que una vez más ganó el fallecido Grondona.
El otro punto pasa por el Estado. Si bien los
dirigentes de fútbol le dieron pie al Gobierno de Macri para que terminara el
contrato de “Fútbol Para Todos” al quejarse del bajo monto y que manejaban
otras ofertas (como la de Ted Turner), hay que decir que desde diciembre, con
el cambio político en la Argentina, se
tomó la decisión de ir ahogando a la AFA con montos menores a sabiendas de que no
era fácil conseguir un oferente y solucionar pronto tantos problemas
burocráticos.
Queda la sospecha, conociendo el pasado de muchos de
los actores relacionados con el poder político, si este ahogo al que se somete
a la AFA no tiene, acaso, relación con llegar a una situación terminal y que
luego aparezca la publicidad de la necesidad de las sociedades anónimas, algo
que ya se intentó vanamente en los noventa y que si en aquel momento no tuvo
éxito, fue por los socios e hinchas de varios clubes y no por la casualidad o
por la dirigencia.
¿Aprenderá algo el fútbol esta vez, al margen de que
se juegue o no el domingo que viene?
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