Desde Abu Dhabi
Una vez más, la
séptima en su larga lista de conquistas, y casi sin despeinarse, el Real Madrid
se coronó campeón mundial de clubes, al derrotar con mucha facilidad en la
final al Al Ain local sino que aprovechó cada una de las circunstancias,
incluida la inesperada caída en semifinales del que todos consideraban como el
rival a batir, el argentino River Plate.
Si algo quedó
claro en este Mundial de clubes, es que con este formato, salvo que cambien las
condiciones económicas, la diferencia entre los poderosos equipos europeos y
los del resto del planeta no sólo seguirá siendo enorme, sino que tenderá a
aumentar.
No es que el
Real Madrid haya jugado a un fútbol de gran nivel, sino que el equipo que
dirige ahora el argentino Santiago Solari, de quien la prensa española estuvo
pendiente porque consideró que este torneo serviría como apoyo a su gestión o
limitaría su continuidad en el puesto, pudo constatar que no tendría oposición
real, especialmente una vez que, en uno de los inesperados resultados, River
cayó por penales en semifinales ante el Al Ain.
Salvo por el
lado del Real Madrid, se trató de un torneo extraño. Pocas veces un conjunto
local, que debe comenzar desde los octavos de final y que accede por
invitación, logra llegar tan lejos como le ocurrió al Al Ain, pero que además
iba perdiendo 3-0 en el debut ante el débil Wellington de Nueva Zelanda.
Sin embargo, el
equipo de los Emiratos Árabes Unidos, dirigido por el croata Zoran Mamic, no
sólo se repuso para empatar 3-3 y luego ganarlo por penales, sino que esta
circunstancia anímica lo ayudó para avanzar muy lejos, gracias a algunos
soberbios rendimientos como el de su portero Eisa (también de la selección nacional),
el volante Hussein El Shahat, y el delantero brasileño Caio.
Con un juego
intenso, de mucho despliegue físico y gran presión al rival en todos los
sectores, pero con mucha decisión una vez recuperada la pelota y un aceptable
uso de ella, Al Ain pudo superar con cierta facilidad, y en forma sorpresiva,
al Esperance de Túnez por 3-0 para llegar ya en semifinales a enfrentar a uno
de los equipos considerados como candidatos a ganar el torneo, River Plate.
River venía de
ganarle a su gran rival argentino, Boca Juniors, una desgastante final de la
Copa Libertadores de América en Madrid, luego de casi un mes de discusiones,
quejas, tironeos entre los dos clubes, lo que terminó derivando una definición
sudamericana en Europa y todo terminó tan tarde, que apenas una semana después
ya debía debutar en el Mundial de Clubes.
Según su
dirigencia, eso desgastó al equipo en lo físico pero en especial, en lo
anímico, aunque eso no es un justificativo para el mediocre partido realizado
ante el Al Ain que no sólo le ganó por penales luego del 2-2 final tras el
alargue, sino que le anularon un gol válido (por mal uso del VAR) y no le
concedieron un claro penal (otra vez por mal uso de la tecnología).
River pudo
reivindicarse en cierta forma en el partido por el tercer puesto ante el
Kashima Antlers (4-0) pero el o haber llegado a la final (la primera vez que un
equipo argentino no llega a esa instancia) y el haber quedado eliminado ante un
rival que no era campeón continental, lo deja en deuda con el fútbol
internacional aunque el propio club insista en que lo único que le importaba
era haberle ganado a su clásico rival el torneo continental.
El fútbol
sudamericano deberá realizar un importante replanteo luego de este nuevo
fracaso de su equipo campeón, siendo la cuarta vez en nueve años, casi la mitad
de las veces, que el equipo campeón de la Copa Libertadores no llega a la
máxima definición (como en 2010, 2013 y 2016).
Otro equipo que
quedó en deuda ha sido el mexicano Chivas. Otra vez, los clubes de la CONCACAF
se quedaron fuera de los cuatro primeros, y esta vez, aunque por penales,
terminaron en la sexta posición, demasiado poco para la tradición que tiene
esta entidad en Norteamérica, si bien atraviesa un momento de transición.
Algo parecido
puede decirse del Kashima Antlers. Luego de aquella final tan equilibrada ante
el Real Madrid de Cristiano Ronaldo en 2016, se pensaba que los japoneses
llegarían a forzar mucho la semifinal ante los blancos, pero en cambio se vio
una diferencia muy grande y apenas hubo un dominio de diez minutos pero cuando
los españoles se asentaron en el campo, ya todo se acabó muy pronto, y Gareth
Bale hizo una demostración de potencia como para aventar cualquier tipo de
duda.
Al Kashima
Antlers se lo vio algo falto de fútbol, pero además, chocó ante un Real Madrid
más fuerte de lo que se pensaba, y sin que le pesara la responsabilidad de
ganar el torneo, aún en crisis en el ámbito local, y ya sin el gol de Cristiano
Ronaldo.
Aún así, la
sensación es que con este formato, el Real Madrid tiene muchas facilidades para
imponerse porque la categoría de sus jugadores, la preparación y el contexto
difieren demasiado de los de sus rivales y se notó demasiado.
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