domingo, 23 de diciembre de 2018

Una distancia sideral entre el Real Madrid y el resto (Yahoo)




                                                  Desde Abu Dhabi



Una vez más, la séptima en su larga lista de conquistas, y casi sin despeinarse, el Real Madrid se coronó campeón mundial de clubes, al derrotar con mucha facilidad en la final al Al Ain local sino que aprovechó cada una de las circunstancias, incluida la inesperada caída en semifinales del que todos consideraban como el rival a batir, el argentino River Plate.

Si algo quedó claro en este Mundial de clubes, es que con este formato, salvo que cambien las condiciones económicas, la diferencia entre los poderosos equipos europeos y los del resto del planeta no sólo seguirá siendo enorme, sino que tenderá a aumentar.

No es que el Real Madrid haya jugado a un fútbol de gran nivel, sino que el equipo que dirige ahora el argentino Santiago Solari, de quien la prensa española estuvo pendiente porque consideró que este torneo serviría como apoyo a su gestión o limitaría su continuidad en el puesto, pudo constatar que no tendría oposición real, especialmente una vez que, en uno de los inesperados resultados, River cayó por penales en semifinales ante el Al Ain.

Salvo por el lado del Real Madrid, se trató de un torneo extraño. Pocas veces un conjunto local, que debe comenzar desde los octavos de final y que accede por invitación, logra llegar tan lejos como le ocurrió al Al Ain, pero que además iba perdiendo 3-0 en el debut ante el débil Wellington de Nueva Zelanda.

Sin embargo, el equipo de los Emiratos Árabes Unidos, dirigido por el croata Zoran Mamic, no sólo se repuso para empatar 3-3 y luego ganarlo por penales, sino que esta circunstancia anímica lo ayudó para avanzar muy lejos, gracias a algunos soberbios rendimientos como el de su portero Eisa (también de la selección nacional), el volante Hussein El Shahat, y el delantero brasileño Caio.

Con un juego intenso, de mucho despliegue físico y gran presión al rival en todos los sectores, pero con mucha decisión una vez recuperada la pelota y un aceptable uso de ella, Al Ain pudo superar con cierta facilidad, y en forma sorpresiva, al Esperance de Túnez por 3-0 para llegar ya en semifinales a enfrentar a uno de los equipos considerados como candidatos a ganar el torneo, River Plate.

River venía de ganarle a su gran rival argentino, Boca Juniors, una desgastante final de la Copa Libertadores de América en Madrid, luego de casi un mes de discusiones, quejas, tironeos entre los dos clubes, lo que terminó derivando una definición sudamericana en Europa y todo terminó tan tarde, que apenas una semana después ya debía debutar en el Mundial de Clubes.

Según su dirigencia, eso desgastó al equipo en lo físico pero en especial, en lo anímico, aunque eso no es un justificativo para el mediocre partido realizado ante el Al Ain que no sólo le ganó por penales luego del 2-2 final tras el alargue, sino que le anularon un gol válido (por mal uso del VAR) y no le concedieron un claro penal (otra vez por mal uso de la tecnología).

River pudo reivindicarse en cierta forma en el partido por el tercer puesto ante el Kashima Antlers (4-0) pero el o haber llegado a la final (la primera vez que un equipo argentino no llega a esa instancia) y el haber quedado eliminado ante un rival que no era campeón continental, lo deja en deuda con el fútbol internacional aunque el propio club insista en que lo único que le importaba era haberle ganado a su clásico rival el torneo continental.

El fútbol sudamericano deberá realizar un importante replanteo luego de este nuevo fracaso de su equipo campeón, siendo la cuarta vez en nueve años, casi la mitad de las veces, que el equipo campeón de la Copa Libertadores no llega a la máxima definición (como en 2010, 2013 y 2016).

Otro equipo que quedó en deuda ha sido el mexicano Chivas. Otra vez, los clubes de la CONCACAF se quedaron fuera de los cuatro primeros, y esta vez, aunque por penales, terminaron en la sexta posición, demasiado poco para la tradición que tiene esta entidad en Norteamérica, si bien atraviesa un momento de transición.

Algo parecido puede decirse del Kashima Antlers. Luego de aquella final tan equilibrada ante el Real Madrid de Cristiano Ronaldo en 2016, se pensaba que los japoneses llegarían a forzar mucho la semifinal ante los blancos, pero en cambio se vio una diferencia muy grande y apenas hubo un dominio de diez minutos pero cuando los españoles se asentaron en el campo, ya todo se acabó muy pronto, y Gareth Bale hizo una demostración de potencia como para aventar cualquier tipo de duda.

Al Kashima Antlers se lo vio algo falto de fútbol, pero además, chocó ante un Real Madrid más fuerte de lo que se pensaba, y sin que le pesara la responsabilidad de ganar el torneo, aún en crisis en el ámbito local, y ya sin el gol de Cristiano Ronaldo.

Aún así, la sensación es que con este formato, el Real Madrid tiene muchas facilidades para imponerse porque la categoría de sus jugadores, la preparación y el contexto difieren demasiado de los de sus rivales y se notó demasiado.




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