¿Cómo explicar
con las palabras correctas que el 37 por ciento de los hinchas de todos los
equipos argentinos irían a ver un entrenamiento del último de la tabla de
posiciones y a poco de descender a Segunda, Gimnasia y Esgrima de La Plata,
sólo porque su nuevo entrenador es Diego Armando Maradona?
¿Cómo se podría
entender, desde la lógica más pura, que 25 mil personas hayan concurrido el
domingo a un entrenamiento a puertas abiertas en el viejo estadio de Gimnasia
sólo para ver caminar (y con dificultad, porque acaba de ser operado de su
rodilla derecha) a Maradona, para verlo arengar a sus jugadores, para
escucharlo decir, con muchísimas dificultades en su dicción (algunos creen que
producto de los largos años con su adicción a las drogas, aparentemente
terminada), que “tenemos que salir todos juntos de esto” o para impresionarse
con su llanto fácil, con su sensibilidad a flor de piel ante cada grito que lo
menciona desde las tribunas?
¿Cómo contar con
cierta normalidad que en una conferencia de prensa en un desbordado salón de un
importante hotel de La Plata, ningún periodista lo criticó ni se inmutó pese a
que Maradona no respondió ni una sola de las preguntas y con cada una de ellas
hizo lo que quiso, y derivó cualquier inquietud en lo que pretendía comunicar,
especialmente que la AFA le prohibió trabajar en el país en estos años, por su
enfrentamiento con el fallecido presidente de la federación, Julio Grondona,
tras el Mundial de Sudáfrica 2010, cuando dirigió a la selección argentina?
Acaso parte de
la explicación pase por comprender lo que Maradona significa para los
argentinos, especialmente para los amantes del fútbol aunque no necesariamente
se debe cumplir con este requisito, porque si por un lado le dio a un sufrido
pueblo argentino, que pasó por enormes crisis políticas y económicas en los
últimos 45 años (y una feroz dictadura que se llevó miles de desaparecidos entre
1976 y 1983), una de las mayores alegrías conquistando el Mundial de México en
1986 con brillantez, por otro es el símbolo de la rebeldía ante los poderosos,
no sólo por su oposición durante muchos años a la conducción de la FIFA (llegó
a formar un sindicato de futbolistas con grandes estrellas en los años
Noventa), sino por sus posiciones políticas, más allá de estar o no de acuerdo
con ellas.
Este periodista,
con poco más de medio siglo de vida, sólo recuerda algo igual a lo ocurrido el
domingo en el colmado estadio de Gimnasia (en el que se pudo divisar, escondido
entre el público, a una figura como Ignacio Fernández, hoy jugador de River
Plate pero formado en el club, como un hincha más), cuando en 1972, el ex
presidente argentino Juan Domingo Perón, tras 17 años de exilio, regresó
brevemente al país y cientos de jóvenes se trepaban a las copas de los árboles
tan solo para verlo de cerca.
Hay que entender
que Maradona es ya un mito, una figura de las más conocidas en el mundo, y que
los menores de 30 años no lo vieron jugar nunca en un estadio, por una cuestión
generacional. Y también eso explica que Gimnasia haya aumentado en miles de
socios, muchos de ellos extranjeros, desde su sitio web, o que ya se hable de
una hermandad entre Gimnasia y el Nápoli, donde Maradona brilló por tantos
años. O que se haya agotado una partida de 500 camisetas con su apellido y el
número diez en la espalda, y que el club ya piense en sacar a la venta otras
1500.
O que en plena
campaña electoral para el 27 de octubre, la candidata a vicepresidente y dos
veces presidente, Cristina Fernández de Kirchner, hiciera referencia al regreso
de Maradona al fútbol argentino después de su última experiencia como jugador,
en Boca Juniors, en 1997, o que la hermana de la candidata se presentara en la
conferencia de prensa y recordara que su madre era fanática de Gimnasia y le
pidiera un autógrafo en su camiseta. OP que el propio candidato a presidente (y
con muchas chances de ganar las elecciones), Alberto Fernández, afirmara, medio
en broma medio en serio, que como hincha de Argentinos Juniors, el club en el
que Maradona se formó, aceptará que dirija a Gimnasia.
Todo esto generó
Maradona en apenas cuatro días, desde que comenzó a rumorearse que, por fin,
dirigiría en la Argentina y se haría cargo del plantel de un Gimnasia
desesperado, a once puntos del anteúltimo en el sistema de promedios para el
descenso de categoría, porque en la Argentina descienden a Segunda los últimos
tres equipos con el peor promedio de puntos de las últimas tres temporadas.
Gimnasia había
tenido que vender a sus principales figuras porque no las podía mantener, había
obtenido apenas un punto en la Superliga actual, que lleva cinco jornadas, y se
había tenido que ir el entrenador anterior, Hernán Ortiz, un histórico del
club, y su dirigencia pensó entonces en un cambio total y en la chance de
contratar a Maradona, con la idea de que acaso él sea el único capaz de
revertir la situación.
La realidad
comenzará a saberse desde el domingo próximo, cuando Gimnasia reciba al último
campeón, Racing Club. Desde ya que Maradona no está solo, sino acompañado por
un entrenador de experiencia como Sebastián Méndez, un ex defensa central de
Vélez Sársfield y San Lorenzo que admira a Jürgen Klopp y que jamás fue
compañero de Maradona sino rival. “Una vez le pegué una dura patada, en un
partido, y le pedí mil veces disculpas, porque pegarle a Maradona significaba
pegarle a todo el fútbol argentino”, llegó a decir.
También hay
muchos que cuestionan la contratación de Maradona porque no lo ven bien ni
física ni psíquicamente, pero su ex entrenador César Luis Menotti, campeón
mundial con la selección argentina en 1978, afirmó que “lo mejor que le puede
pasar a Diego es estar cerca de una pelota, en el fútbol, porque si hay algo
que inspira su trayectoria es respeto”.
Por supuesto que
también hay lugar para el folklore y ya aparecieron los debates con el rival de
Gimnasia en la ciudad de La Plata, Estudiantes, cuatro veces campeón de la Copa
Libertadores, y si en tres de ellas, en los años Sesenta, participaron Carlos
Bilardo (entrenador campeón mundial en México 1986) y el ex delantero Juan
Ramón Verón, el hijo de éste, Juan Sebastián Verón, consiguió el cuarto título
en 2009.
“Un grupito me
quiso tirar abajo y yo eso no lo perdono”, grabó Maradona en un video, que se
viralizó, en referencia a los Verón. Se refiere a que tanto Juan Sebastián,
actual presidente de Estudiantes y ex jugador del Manchester United,Inter, Sampdoria, Lazio y Boca, como su padre
habrían interferido en su intención de ser presidente de la AFA en los últimos
años, por una enemistad que nació en el Mundial 2010, cuando Maradona dirigió a
Verón en Sudáfrica y terminaron mal. Es que una de las características de
Maradona es la de trazar una gruesa raya roja y colocar a sus amigos de un
lado, y a los enemigos en otro, en cualquier ocasión, como pude contar en mi
libro “Maradona, rebelde con causa”, escrito en 1996.
“Diego, no te
preocupes que Gimnasia es hijo nuestro”, le contestó con notable ironía la
hinchada de Estudiantes por Twitter, en referencia a los once hijos que
Maradona ya lleva reconocidos.
Maradona divide
aguas y pasiones, pero no deja a nadie fuera del debate. Y eso lo logran muy
pocos. Todos los focos de atención, ahora, en el fútbol argentino, están en él,
y ya pocos se acuerdan de que hace una semana, Gimnasia navegaba en la
oscuridad y la tormenta.
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