Si en la
Argentina se aceleraron los tiempos políticos tras los resultados de las PASO, aunque
el veredicto saldrá en octubre, con el Superclásico nacional, entre River y
Boca ocurre prácticamente lo mismo y el gris empate de ayer 0-0 en el
Monumental operó sólo como prueba de lo que viene, el plato fuerte, que son los
dos partidos de semifinales de Copa Libertadores dentro de un mes y de hecho,
el segundo y definitivo será en los días previos al comicio presidencial-.
Ni bien finalizó
el flojo partido de la Superliga en Núñez con los hinchas de River cantándole
“Equipo chico” a Boca por su actitud excesivamente conservadora, que le
permitió irse con una sonrisa después de evitar que le convirtieran sin
importarle demasiado casi no llegar al arco contrario, el director técnico
xeneize, Gustavo Alfaro, admitió que la estrategia diseñada le permitió testear
el clima para lo que viene, el partido de ida de la Copa Libertadores del 1 de
octubre, otra vez con su adversario como local en el partido de ida.
Para lo que hizo
Boca en el partido, aún con la atenuante de no contar con varios de sus
jugadores clave del medio hacia arriba (Mauro Zárate, Eduardo Salvio y Ramón
“Wanchope” Ábila), no tiene demasiadas justificaciones porque desde que se hizo
cargo del plantel, a principios de 2019, Alfaro viene planteando muchas veces
esta clase de estrategias, bastante lejos de lo que históricamente fueron los
equipos de este club.
Es indudable que
desde las matemáticas, desde el estricto análisis de los datos, sin importar el
espectáculo (como si quienes asisten no pagaran religiosamente su entrada, como
si los tele espectadores no pagaran para ver, como si los derechos
internacionales no fueran importantes de vender), los resultados le responden
bastante bien a Boca (en semifinales de la Copa Libertadores, en una posición
expectante en la Superliga, con un solo gol en contra en los diez partidos de
la temporada), pero con uno de los
presupuestos más altos del continente, el listón de la exigencia tiene,
necesariamente, que subir.
Y Boca no sólo
no contribuye en casi nada al espectáculo (sólo en los últimos veinticinco
minutos, con un River ya algo desgastado, Alfaro hizo ingresar a “Bebelo” Reynoso,
al colombiano Sebastián Villa y a Carlos Tévez, cuyo tiro libre desde el
costado izquierdo fue, al cabo, la jugada más peligrosa del partido y obligó a
un esfuerzo del arquero Franco Armani para desviarla al córner), sino que puede
llegar a confundirse si da por bueno este empate como punto de partida para lo
que viene en Copa Libertadores.
Porque sin
marcar goles de visitante, Boca puede creer saborear unas mieles que acaso
acaben siendo amargas teniendo en cuenta que si River marcara un gol en la
Bombonera, le obligaría a meter dos como mínimo para llegar a la final de
Santiago de Chile, y los “Millonarios”, además de tener una mentalidad copera
en estos tiempos del “Muñeco” Marcelo Gallardo, llevan dos años sin caer como
visitantes en los torneos internacionales.
Por eso, que en
Boca se tome este resultado como ideal como la marca de un camino para octubre,
puede terminar siendo un error imperdonable. Tiene plantel para que seamos más
exigentes, si bien Alfaro sigue sin demostrar por qué optó por algunos chicos
de divisiones inferiores que al menos hasta ahora, no han demostrado ser
superiores a los que suplantan, que tienen más trayectoria que ellos, si se
equipararan las condiciones técnicas. Y sumado a eso, los refuerzos en el
ataque, por ahora, no han aparecido cuando se los requirió, si bien es cierto
que reciben muy poco juego limpio.
Por el lado de
River, tampoco puede haber autoengaño. El haber tenido mucho más tiempo la
pelota ante un rival que no se la discutió hasta los tres cuartos, no significa
demasiado. River es un equipo con mucho más tiempo de trabajo que su
adversario, y sin embargo, pese a haberlo intentado con sus cuatro delanteros
principales, porque Gallardo optó primero por Lucas Oratto y Santos Borré, y
luego con Matías Suárez y con Ignacio Scocco, no llegó ni una sola vez con
peligro al arco del muy seguro (y tranquilo) Esteban Andrada, que en el
Monumental batió el récord histórico de imbatibilidad en Boca que llevaba desde los años sesenta el
fallecido Antonio Roma.
River tiene un
muy aceitado andar hasta los tres cuartos. Si fuera que los partidos se
definieran por puntos como en el boxeo, probablemente River ganaría muchos más,
pero en fútbol, hay que meter la pelota en el arco rival y allí radica el
problema “millonario” cuando se le cierran los rivales. Mo pudo marcarle
tampoco, en el Monumental, a Talleres de Córdoba la semana pasada, tampoco a
Cruzeiro por los octavos de final de la Copa Libertadores, y en los cuartos,
ante Cerro Porteño, lo venció con dos penales.
Lo que no tiene
River, y lo extraña, es un jugador como Juanfer Quinteros, quien parece empezar
a recuperarse de su larga lesión, o en menor medida, aunque también, como el
transferido Gonzalo “Pity” Martínez, ese talento que pueda conectar a los muy
buenos volantes con los potentes delanteros, y que al mismo tiempo marque los
tiempos de los partidos.
Mientras ese
jugador no aparezca (o no regrese, según el caso), River seguirá dependiendo de
algún error ajeno, o de algún ataque aislado, o algún tiro libre, penal, o
llegada desde atrás porque plantel rico, tiene en casi todas sus líneas.
Sea como fuere,
tanta gente futbolera y que viene sufriendo los duros avatares del país, se
merecía una fiesta diferente en el Superclásico. Un equipo menos mezquino, otro
que pudiera superar los obstáculos, y también, que se acabe la farsa de ser más
papista que el Papa desde los organismos de Seguridad, porque una cosa es que
no puedan ingresar los hinchas visitantes, que ya de por sí representa un
enorme fracaso social (que dos grupos de personas que aman colores distintos no
puedan convivir en un espacio), y otra, que ya no puedan mostrar un cartel, o
una sábana con una “B”, porque ya esto significa que no permitimos ni el
folklore por temor a la violencia.
Sea como fuere,
este Superclásico sin goles ni llegadas de peligro en noventa minutos, por una quinta fecha de una Superliga de
veintitrés, no termina siendo más que un aperitivo, una PASO del plato fuerte
que vendrá en octubre, tal como ocurre con el país.
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