Desde hace
varios años, Gimnasia y Esgrima La Plata navega en la zozobra y coquetea con el
descenso, que no sería tampoco el primero de estos últimos años. No parece un
club previsor, y hasta el propio Diego Maradona, quien acaba de ser contratado
como director técnico, quedó –según se informa- preocupado con el muy mal
estado de sus divisiones inferiores, que no han sacado grandes figuras y que no
parecen tener tampoco muchas apuntadas a futuro.
Que Maradona
tenga un inmenso deseo de volver a dirigir en la máxima división del fútbol
argentino tras las dos experiencias fallidas a mediados de los años Noventa,
cuando por pocos partidos se sentó en el banco de Deportivo Mandiyú y de Racing
Club cuando aún era jugador que, simplemente, cumplía una suspensión de la
FIFA, es legítimo. De hecho, viene de ejercerlo en la Segunda división de
México, sin que le haya ido mal.
La pregunta,
entonces, pasa por la dirigencia de Gimnasia. Más que querer saber qué piensa
Maradona, qué pretende, o cuáles son sus motivaciones, que en líneas generales,
a esta altura, ya es claro que su capacidad de meterse en el mundillo y de
revolucionarlo es enorme, lo que sería necesario conocer, por la salud mental
de quien, sin dudas, es una personalidad especial en el fútbol argentino y
mundial, es cuál es la pretensión del club contratante.
No es casual que
Maradona haya vivido tantos años, prácticamente todo el siglo XXI, con algunos
momentos excepcionales, fuera de la Argentina. Lo necesita como nadie por su
tranquilidad, por el endiosamiento que tanto daño personal le hizo y que ya se
nota en una prensa dispuesta a esquilmarlo si es preciso con tal de vender,
como por el recibimiento que tuvo desde muchísimos clubes, Superliga y
protagonistas del balompié nacional, todos dispuestos a venerarlo sin ningún
atisbo de crítica o de duda sobre si en esta situación desesperada de Gimnasia,
no puede acabar hundido con el club, y vapuleado por tantos que lo volverán a
estar esperando en la vuelta misma de la primera esquina del pequeño fracaso.
Con la
contratación de Maradona por Gimnasia, otra vez el medio encuentra una forma
trucha de reinventarse desde aceptarse con canchas en pésimo estado, tribunas
vacías que operan como “pulmones” que separen la nada misma porque en gran
parte del país no hay hinchas visitantes porque en este fútbol enfermo, no
pueden convivir en un mismo espacio social hinchas de colores distintos, o los
hay que gritan “fracasado” desde el alambrado a partir de una vida vacía que al
menos así imagina una auto justificación por un par de horas, o de jugadores
poderosos que visitan en la cárcel a los barras bravas y eso es, apenas, una
noticia más.
En esta
Argentina de todo dado vuelta, Maradona sigue siendo más venerado que un Lionel
Messi quebrador de todos los récords, atleta total, que ya en la veteranía tan
bien llevada se dio cuenta de que sólo maradoneando podía acercarse más a
quienes, en verdad, quieren la sangre que huelen, que se regodean con el trazo
grueso de la raya roja que coloca a los propios de un lado y a los otros (como
la “Brujita” Verón) del otro.
Por todo esto,
la gran pregunta para los dirigentes de Gimnasia es, con la mano en el corazón
apelando a una pretendida pero improbable sinceridad, cuál fue la motivación
para contratar a una figura mundial que tiene tanto para perder (especialmente
porque no parte de cero, sino que el club, hoy, está en menos diez) y si se les
pasó por algún momento por la cabeza qué podría ocurrirle a Maradona en caso de
no obtener un resultado medianamente aceptable y si, ese fuera el caso, no lo
van a abandonar a su suerte, en esa picadora de carne que vuelve a insinuarse,
que no parece lo más aconsejable para quien, al menos por intuición, optó por
tomar distancia física del país que lo endiosó y que también lo hundió en el
barro, según etapas y estados de ánimo.
Mucho más que
Maradona, entonces, las preguntas van hacia los dirigentes de Gimnasia.
¿Estarán preparados para lo que viene? Y aún más: ¿Podrán estar a la altura de
los acontecimientos? La bomba de tiempo comenzó a funcionar. Tic-Tac, Tic-Tac.
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