La mente de
Lionel Messi es insondable. Son muy pocos los que saben lo que piensa, y podría
reducirse a su reducido núcleo familiar. Ni siquiera tiene un agente, sino que
apenas a veces su padre, Jorge, o su hermano mayor, Rodrigo, lo representan
según el caso. Tiene pocos amigos y todo se reduce a la excelente relación que
fue trabando con algunos compañeros o ex compañeros de equipo. Hoy, comparte el
tiempo con el delantero uruguayo Luis Suárez porque también sus mujeres
(Anabella Rocuzzo y Sofía Balbi) llegaron a ser socias de una zapatería en el
centro de Barcelona, y sus hijos concurren a los mismos colegios. También
compartió parte de sus vacaciones con Jordi Alba y su mujer, y con Cesc
Fábregas (hoy en el Mónaco) y su mujer.
La relación con
Pepe Costa es todavía más extraña. Se trata de un muchacho alto, fornido, que
fue un defensa central sin grandes luces que no tuvo mucho éxito pero que luego
quedó en el Fútbol Club Barcelona como representante de los jugadores ante el
club, y pudo estrechar lazos con varias estrellas, hasta que le dieron el
trabajo de seguir a Messi a todos lados, al punto de estar con él también
cuando es citado a la selección argentina, o para acompañarlo a realizar
cualquier trámite y hasta se lo vio con él cuando fue citado a la justicia, o
en el palco del Camp Nou, viendo los partidos, cuando la estrella no juega
(como ahora) por alguna lesión o suspensión. Es una especie de fino
guardaespaldas, si se me permite la licencia.
Pero salvo
algunos de estos casos citados, pocos conocen lo que realmente piensa Messi.
Sin embargo, si sumamos que no estará en las cuatro primeras jornadas de Liga
Española por una lesión en el sóleo derecho, y que no viste la camiseta del
Barcelona desde el 25 de mayo pasado, cuando su equipo perdió la final de la
Copa del Rey en Sevilla ante el Valencia en el último partido de la temporada
pasada, pocas veces ocurrió algo semejante con un atleta como él, siempre con
ganas de estar en todos los partidos posibles y que hasta hace poco tenía
conflictos con los entrenadores que osaban reemplazarlo en los partidos para
darle descanso o le sugerían no participar algunas veces para recuperarse mejor
o no exponerse a lesiones.
La preocupación
del barcelonismo, sin embargo, no pasa tanto por aquí sino porque muchos
vinculan la entrevista concedida al diario deportivo catalán “Sport”, en la que
por primera vez en años utilizó la palabra “pero” para describir sus
intenciones de seguir vistiendo de azulgrana (“Esta es mi casa y quiero seguir,
pero con un proyecto ganador”), con otros aspectos importantes de su realidad a
fines de 2019, con miras a 2020.
Uno de ellos
está expresado con claridad en la entrevista. Messi da a entender, aunque sin
segundas intenciones, que no está seguro de que el Barcelona haya hecho todo lo
posible para volver a traer al brasileño Neymar, arrancado hace dos años de su
plantilla por el poderoso PSG francés de los jeques qataríes por 222 millones
de euros. Y da a entender que si bien el equipo es muy bueno, el grupo que
quedó para afrontar la nueva temporada que acaba de comenzar no sería del todo
de su agrado cuando ya van dos veces que al equipo le remontaron en las fases
finales de la Champions League. En 2017/18, tras un 4-1 ante la Roma en el Camp
Nou, lo eliminaron con un 3-0 en la capital italiana, y en la 2018/19, el
posterior campeón, Liverpool, se despachó con un increíble 4-0 en Anfield luego
de perder 3-0 en Barcelona en la semifinal.
Otro de los aspectos
pasa por el fichaje del francés Antoine Griezmann. Sin dudas, una estrella
mundial pero que no parece ser del todo bienvenido por la plantilla, y en
especial, los que mandan en el vestuario tras el desplante del verano de la
temporada pasada, antes del Mundial de Rusia, cuando todos esperaban el anuncio
de su pase desde el Atlético Madrid (incluso, Gerard Piqué lo ayudó a grabar un
video), Messi y otros jugadores importantes apoyaron públicamente su llegada, y
el rubio delantero prefirió quedarse en los albirrojos de la capital española.
Tras ese golpe, Messi y Piqué prefirieron refugiarse en que “se trata de una
decisión del club” cuando les preguntaron si seguían queriendo a Griezmann en
el equipo. Ahora, no sólo Messi y Griezmann casi no llegaron a cruzarse en los
entrenamientos (Messi lo hace en soledad por la lesión en el sóleo), sino que
se dice que el francés suele andar con poca compañía por las instalaciones.
Pero hay otro
tema más, y acaso sea de mayor gravitación aún, y es que Messi termina su
contrato con el Barcelona a mediados de 2021 y de momento, su padre no se ha
sentado con el club para renovarlo y esto significa que como podría quedar
libre desde el 1 de julio de 2021, desde el 1 de julio de 2020 puede iniciar
conversaciones con otro equipo como para marcharse sin dejarle un solo euro al
Barcelona, porque se iría en condición de libre.
Y esto que
relato coincide (¿casualidad?) con el arribo del inglés David Beckham a
Barcelona, esta semana, para tratar de convencer a Luis Suárez (íntimo amigo de
Messi) para que una vez que deje el club, fiche para el que él preside y que va
a debutar en la Major League Soccer (MLS) de los Estados Unidos, el Inter de
Miami. Muchos creen que Beckham, de buena relación con Messi, va a intentar
extender esta oferta al argentino.
¿Messi juega con
este descontento con algunas actitudes del Barcelona, con la posibilidad de
marcharse? En 2021, cuando acabe su contrato, habrá cumplido 34 años (nació el
24 de junio de 1987) y no sólo está la chance del Inter de Miami, sino la de
jugar, por fin, en la Superliga del fútbol argentino, un desafío que tiene
deseos de cumplir antes de acabar su carrera y especialmente en el club de sus
amores, Newell’s Old Boys de Rosario, el mismo en el que Diego Maradona jugó
unos pocos partidos en 1993, o en el que
su ex entrenador Gerardo Martino, es uno de los grandes ídolos, o en el que se
destacó como entrenador Marcelo Bielsa (ahora en el Leeds United de la First
Division inglesa), o en el que fueron goleadores Gabriel Batistuta y Jorge
Valdano.
Según me
informan, en Newell’s creen que necesitan unos dos años para reacondicionar
todo (club, instalaciones, marketing, socios) para poder albergar a Messi, lo
que sería todo un fenómeno, y el crack argentino siente que no puede retirarse
del fútbol sin pasar, por lo menos, una temporada en la liga de su país, lo que
considera uno de los escasos déficits de su carrera: sentir el color del
público compatriota con sus cánticos y todo el folklore, algo que al Barcelona
no le pesaría porque lo que pretende es que, al menos, Messi no juegue en
ningún club poderoso europeo, pero ven con naturalidad eso de cruzar el Océano
Atlántico para probar de jugar en su país.
Tras sus
declaraciones a “Sport”, que algunos consideraron explosivas, el entrenador del
Barcelona, Ernesto Valverde (quien si sigue en sus funciones tras las
catástrofes de Roma y Liverpool es en gran parte por Messi y los capitanes del
vestuario) sostuvo que muchas veces “hay una sobre lectura de lo que se dice”,
haciendo ver que hay consideraciones exageradas y que el argentino sólo quiso
decir que no estuvo presente en las negociaciones de los dirigentes del club
con el PSG por Neymar y que por eso no sabe si el Barcelona hizo todo lo
posible.
Pero Valverde
sabe bien que la mente de Messi, especialmente en asuntos delicados, es
insondable y descubrir lo que piensa se acerca mucho a la utopía. Más bien
suele hablar por sus hechos, aunque últimamente aparezca más expresivo y hasta
cante el himno de su país, algo que no hizo por quince años en partidos
internacionales.
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