Desde hace diez
días, Luis Miguel “Pulga” Rodríguez apunta con sus dedos al cielo recordando a
“Pocholo”, su padre, que murió justo
cuando terminaba el partido de Colón ante San Lorenzo por la Superliga, y quien
le regaló unos botines que compró en una feria por 30 pesos cuando en realidad,
no parecía tener más que para subsistir cada día.
Muy lejos de
aquellos tiempos de gran pobreza en su pueblo de Simoca, de diez mil
habitantes, a 50 kilómetros de San Miguel de Tucumán, el “Pulga” Rodríguez, o
“PR7”, hoy disfruta de un gran momento en Colón, con el que acaba de conseguir
una histórica clasificación para la final de la Copa Sudamericana el próximo 9
de noviembre en La Olla de Cerro Porteño tras eliminar al Atlético Mineiro con
dos goles suyos y un penal ejecutado con maestría en la definición desde los
doce pasos en Brasil.
Rodríguez,
capitán de Colón, comienza a convertirse a los 34 años (nació un 1 de enero de
1985) también en ídolo de los hinchas “sabaleros” luego de haberlo sido para
los del “Decano” del Atlético Tucumán, equipo en el que jugó entre 2005 y 2010
y luego, entre 2011y 2018 y con el que también accedió a jugar copas
continentales y hasta fue finalista de la Copa Argentina 2017, cuando cayó ante
el River de Marcelo Gallardo. En el Atlético llegó a jugar 323 partidos y marcó
130 goles, convirtiéndose en el segundo máximo anotador de la historia del
club, detrás de Santiago “Coya” Michal (209).
La vida de
Rodríguez no fue nada fácil, con sus padres y sus nueve hermanos. “Entre
nosotros hay una gran solidaridad y siempre estamos para apoyarnos cuando
alguien lo necesita”, suele decir el “Pulga”, quien desde muy pequeño ayudaba
en la casa como pintor, albañil o lo que hiciera falta, aunque sus condiciones
futbolísticas eran tan claras que ya a los 14 años estaba jugando en la Primera
regional.
Con apenas 1,67
metro de estatura (de allí su apodo) y 71 kilos de peso, reconoció muchas veces
que no se cuidó lo suficiente, al punto de comer asados o un lechón antes de
los partidos y que el apego a su familia en Simoca lo privó, acaso, de una
carrera aún mayor a la que tiene. Si desde chico admiró por su elegancia y
pegada a Juan Román Riquelme, también lo vio distante por la diferencia física
y en cambio siempre se sintió más cerca de Sergio Agüero o Carlos Tévez, aunque
sostiene que no tuvo un ídolo en su infancia. “El fútbol me sacó todos los
vicios”, llegó a manifestarle en una oportunidad a la revista “El Gráfico”.
A los 14 años
consiguió irse a probar al Real Madrid, donde llegó a jugar el Mundialito de
fútbol base en Gran Canaria en 2003 y fue elegido como mejor jugador del
torneo, pero recibió un primer golpe cuando no siguió y allí, a través de
contactos entre el Inter y su filial tucumana, pudo recalar en el club de Milán
junto a otros tres chicos de su provincia. En el predio de La Sosa, en el
departamento de Monteros, los chicos se entrenaban con ropa, pelotas e
implementos deportivos del Inter, pero poco tiempo después, fue abandonado y
hoy se usa como circuito de tierra para carreras de karting.
Rodríguez y los
otros chicos se alojaban en una pensión en Milán y llegaron a jugar un torneo
de inferiores contra Udinese, Parma y Peruggia pero no le fue bien al equipo.
Desde ese tiempo siempre sintió que le había quedado una cuenta pendiente, la
de formar parte de un club europeo.
Si bien tampoco
quedó en el Inter, aunque desconoce las razones, cree haber hecho una gran
experiencia allí, como cuando fue invitado junto a sus coprovincianos a la casa
de Javier Zanetti. Eran tiempos en los que en los “neroazzurros” jugaban, entre
otros Ronaldo, Roberto Baggio, Alvaro Recoba, Iván Córdoba, Clarence Seedorf,
Iván Zamorano y Christian Vieri, aunque él quedó impresionado con el nigeriano
Obafemi Martins, “porque eludía a todo el que le salía a marcar, era
imparable”.
Fue allí que
apareció un agente que le prometió hacerlo fichar por el Craiova rumano a
cambio de 500 dólares mensuales, pero no sólo desapareció sino que el “Pulga”
se vio tirado en una estación de trenes sin dinero, vivienda ni club, y tampoco
conocía el idioma. Luego de un larguísimo viaje lleno de escalas, consiguió
volver a su casa y le dijo a su madre, Bety, que había decidido no jugar más,
“pero mis padres no querían que trabajara y me desgastara porque tenía que
seguir jugando”, recordó.
Ya había vuelto
a su trabajo de albañil en Bernachea-Falcon Servicios mientras había conseguido
otra changa en una central eléctrica.
Llegó a jugar
partidos en estadios en malas condiciones cobrando 70 pesos por jugar tres
partidos de fin de semana hasta que apareció su hermano Walter, enganche o
volante izquierdo reconocido de Atlético Tucumán y mayor que él, quien lo
convenció para fichar por Racing de Córdoba, que jugaba en el torneo Argentino
A y con la presión de ascender al Nacional B.
El “Pulga” llegó
a Racing en 2004 como tercer refuerzo junto a “Perico” Ojeda y al “Hacha”
Bertola, y se encontró no sólo con una superposición de delanteros sino que no
se hallaba y quería volver a Simoca. Al equipo lo dirigía el ex defensor José
Céliz, aunque quien lo había contratado era el también ex marcador central
Mario Ballarino, y enseguida se pudo ver que Rodríguez tenía condiciones. A los
pocos partidos, le hizo un gol de cabeza a Unión de Sunchales pero los
resultados no eran los mejores y con el cambio de entrenador, Rodriguez también
perdió su lugar, si bien la temporada tuvo un final feliz porque Racing le ganó
el partido decisivo al Atlético Tucumán (en el que jugaba su hermano Walter) y
ascendió.
Sin embargo, él
no quiso seguir y regresó a Tucumán, según cuentan varios protagonistas de
aquellos tiempos, argumentando que había muerto un familiar, pero Racing
descendió una vez más al Argentino A y volvió a ser convocado y otra vez,
ninguneado. Fue la segunda oportunidad en la que se llegó a plantear dejar el
fútbol, pero nuevamente apareció su hermano Walter, quien le explicó que por
una crisis económica del club, tanto él como otros diez jugadores habían
quedado en libertad de acción y así consiguió regresar a Tucumán para jugar en
el Unión de Transportes Argentinos en el torneo regional por 400 pesos mensuales.
“Yo les dije que no me interesaba mucho lo que me pagaran porque quería jugar y
llegué a marcar como cincuenta goles”, recordó. De hecho, en un solo partido
llegó a marcar doce. Eso lo catapultó a
Atlético Tucumán en 2005 y hasta 2010 y en el que fue campeón del Torneo
Argentino A en 2008 y del Nacional B en 2009, por lo que en dos años, estaba
jugando en la Primera División, en un hecho histórico para el club.
En la temporada
2010/11 tuvo una gran oportunidad en su carrera cuando pasó a Newell’s Old
Boys, pero no logró adaptarse. Jugó muy pocos partidos, apenas 18 (14 de
torneos locales y 4 de Copa Sudamericana) y marcó tres goles, aunque uno de
ellos, a Boca para el triunfo de su equipo por 1-0. Ya era reconocido en la
Argentina luego de que en 2009, Diego Maradona lo citara para jugar en la
Selección un amistoso ante Ghana en Córdoba. “Tiene una picardía parecida a la
mía”, dijo el “Diez” sobre el tucumano.
En 2011 volvió a
Atlético Tucumán, donde permaneció hasta 2018 y donde fue campeón del Nacional
B en 2015 y en 2017, finalista de la Copa Argentina aunque en 2014 estuvo a
punto de pasar a Belgrano de Córdoba. “La presión por ascender subir a la A era
enorme y ascendían diez equipos juntos por la reestructuración que hizo la AFA
y si no conseguíamos el objetivo era tirar por la borda toda mi trayectoria,
pero al final me quedé y lo conseguimos jugando muy bien”, dijo años más
tarde.
En esos tiempos
del Nacional B, en febrero de 2014 le convirtió un bonito gol a Independiente
casi desde la mitad de la cancha, en Avellaneda, por el Nacional B. Fue el
segundo de su equipo, que venció a los “rojos” como visitante por 3-1.
Cuando parecía
que su carrera se terminaría en Atlético Tucumán, en el que es ídolo total y
llegó a participar desde el Torneo Argentino A hasta la Copa Libertadores, en
2018 llegó una oferta del presidente de Colón, José Vignatti, para incorporarse
a los “Sabaleros”. No parecía factible por el afecto que lo unía a los hinchas
del “Decano”, ya aplaudido en muchos estadios, como le ocurrió en setiembre de
ese año en San Juan ante San Martín (ganaron los tucumanos 3-1), entonces no le
quedó más remedio que pedirle al presidente de su club, Mario Leito, que lo
dejara salir porque se trataba del mejor contrato de su vida.
Fue una tremenda
decisión también para Colón, por las dudas que en muchos generaban su edad (34)
y su apego a su familia y a su provincia y hasta llegó a tener dos lesiones
durante estos meses, cuando al equipo lo dirigía Julio Comesaña, no pudo
comenzar mejor. Marcó un gol en su debut ante Argentinos Juniors, asistió a
Leonardo Heredia para el segundo gol y terminó siendo fundamental en el equipo
que llegó a la final de la Copa Sudamericana para buscar su primer título
internacional en 114 años de historia. En los 23 partidos que jugó marcó 9
goles.
Sin embargo, y
pese a su larga trayectoria, sus goles decisivos, como los dos en los partidos
semifinales de ida y vuelta ante Atlético Mineiro, suele destacar más al equipo
que a su aporte individual, aunque sea uno de los referentes junto al uruguayo
Leonardo Burián, al paraguayo Marcelo Estigarribia y al colombiano Wilson
Morelo.
“La figura somos todos, los que vinieron y los que no vinieron. Mucha
gente no pudo venir por los costos y es histórico porque sería el primer título
en 114 años. Lo del penal son circunstancias porque en la definición, sabía que
se iba a tirar, y el primero, en el partido, lo pateé fuerte”, comentó luego de
conseguir la clasificación para la final de la Copa Sudamericana en una noche
histórica en el estadio Mineirao de Belo Hirozonte.
Suele decir que
los goles “son una mezcla de trabajo colectivo e intuición, mirar a los
goleadores, y precisión para los tiros libres” y como tiene pie chico y calza
38 y medio, se ríe cuando comenta que suele utilizar zapatillas de mujer y le
gusta comprarlas con colores llamativos.
El pasado 26 de
diciembre´, luego de mostrarse muchas veces cerca del senador tucumano José
Alperovich y al vicegobernador Osvaldo Jaldo,
terminó afiliándose al ´Partido Justicialista junto a su ex compañero de
Atlético Tucumán Guillermo “Bebe” Acosta, en un acto en el que estuvo
acompañado por el intendente de Simoca, Marcelo Herrera, y no descarta
postularse en el futuro para un cargo.
El “Pulga”, PR7,
no quiere que su esposa Paula ni su hijo Bautista, pasen por sus penurias.
Aprendió a jugar a la play station para compartirlo con su hijo y siempre
recuerda aquellos botines que su padre “Pocholo” le regaló a sus once años
cuando usaba unos que le apretaban mucho porque a sus casi 11 años le quedaban
chicos.
“Cada vez que me compro zapatillas, pienso en ese momento y le doy
mucho valor a lo que puedo conseguir”, afirma.
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