En los pocos
días libres que tendrá por las fiestas de Navidad y Año Nuevo, y antes de
someterse al desgaste de las últimas siete jornadas del torneo de la Superliga
argentina, que en gran parte decidirá, además del campeón, los tres equipos que
bajarán a Segunda entre los que se encuentra el suyo, Gimnasia y Esgrima La
Plata (el último entre los tres), Diego Armando Maradona, en vez de descansar,
aprovechó para visitar al nuevo presidente del país, Alberto Fernández, en la
Casa de Gobierno.
Maradona, que
simpatiza desde hace años con el actual partido gobernante, aunque
especialmente con la nueva vicepresidente (y antes, dos veces presidente entre
2007 y 2015), Cristina Fernández de Kirchner, también construyó una buena
relación con el nuevo presidente, Alberto Fernández, quien es un declarado
fanático de Argentinos Juniors, club en el que Maradona comenzó su carrera
(entre 1976 y 1981) y cuyo estadio lleva el nombre del ex astro del balón y campeón
mundial en México 1986.
Pero lo de
Maradona no puede describirse como una visita estrictamente protocolar, porque
su personalidad lo impide. En sus alrededores siempre hay mucha gente, y su
informalidad transforma hasta la Casa de Gobierno y lo que pudo ser un saludo
cordial, un momento de distensión en medio de los gravísimos momentos que vive
el país, en una situación grotesca, con el ídolo subido al balcón de la “Casa
Rosada” (la casa de Gobierno) saludando a centenares de fanáticos ubicados en
la tradicional Plaza de Mayo del centro de Buenos Aires, y mostrando una
pequeña réplica de aquella Copa del Mundo, de la que supuestamente bebía
(aunque se desconoce si dentro había algo o no).
No es casualidad
que a menos de veinte días de haber asumido la presidencia y con una enorme
crisis que no permite tomar deuda de bancos privados pero tampoco emitir
moneda, Fernández haya recibido a Maradona. El primer mandatario contó entre
risas en una entrevista a poco de asumir, que no podía concentrarse en la corrección
de su discurso de investidura en el Congreso Nacional porque la noche anterior
estaba distraído mirando por TV a Argentinos Juniors, el líder de la Superliga,
que no podía vencer a Estudiantes.
Maradona sigue
siendo presidente honorario del Dínamo Brest de Bielorrusia, sin que se le
conozca actividad alguna y cuyo mandatario suele ser muy generoso con él y le
llegó a regalar coches de alta gama, mientras estuvo a muy poco de dejar el
cargo en Gimnasia porque el presidente del club, quien le había ofrecido el
cargo, Gabriel Pellegrino, no iba a presentarse como candidato a las elecciones
del club, aunque finalmente, y por presiones de los socios, que no querían
perder al DT, terminó aceptando y ganando los comicios.
Mal que mal,
Gimnasia, aún en una gran crisis que lo puede depositar en Segunda en pocos
días, sumó más de tres mil nuevos socios y vendió miles de camisetas con el
número diez en la espalda y la inscripción “Maradona”, mientras que el canal de
TV que tiene los derechos de transmisión del fútbol argentino toman más tiempo
su rostro y sus expresiones durante el partido en el banco de suplentes, que lo
que ocurre en el césped, al mismo tiempo que los estadios están repletos para
ver al ex crack sentado en el banco y con muchísimos kilos más que cuando
jugaba.
No sólo eso,
sino que uno de sus rivales, Newell’s Old Boys de Rosario (donde Maradona jugó
menos de una decena de partidos en 1993), en su homenaje, le preparó para
sentarse una silla especial, como si fuera un rey, con un acolchado distinto
para que se sintiera más cómodo, mientras que en su debut como entrenador de
Gimnasia, mientras era conducido atravesando el césped con el carrito que suele
llevar a los lesionados, el conductor aprovechó esos quince segundos a
solas…para pedirle que le firmara una camiseta.
El día de la
presentación oficial de Maradona como entrenador de Gimnasia, al terminar una
conferencia de prensa en la que mostró evidentes problemas para hablar y en la
que lloró más de una vez, justo cuando el acto terminaba se escuchó en el fondo
un grito de una mujer, que resultó ser la hermana de la ahora vicepresidente
Cristina Fernández de Kirchner, fanática de Gimnasia, que le pedía al astro
apenas un minuto para pasar al frente y que él estampara su firma en la
camiseta que llevaba puesta.
Entre los miles
de espectadores presentes en el viejo estadio de Gimnasia, la TV lograba
descubrir nada menos que a Ignacio Fernández, volante de River Plate y ex
jugador del club, que para muchos es hoy el mejor jugador del torneo local.
Pero Maradona,
quien acapara títulos en diarios y revistas y primeros planos en la TB en
programas del corazón que hablan sobre sus romances, sus peleas y amistades
posteriores con sus hijos, o de los litigios judiciales con su primera esposa,
no descansa. Aparece invitado, un sábado, a participar de un partido a
beneficio de la familia de un reconocido periodista fallecido por una
enfermedad, y en el estadio de Argentinos Juniors que lleva su propio nombre.
Como no puede jugar, aparece con la camiseta de su primer equipo y habla al
público con un micrófono desde la mitad de la cancha y les agradece por haber
venido y les adelanta que “un día voy a dirigir aquí” y canta como un hincha,
siempre al micrófono, algunas canciones que los simpatizantes le cantaban a él
cuando era muy joven en los años setenta. “Si andan por la Paternal, y lo
quieren conocer, él es Diego Maradona, el hermano de Pelé”.
Tampoco tiene
problemas en cantar desde el césped con los hinchas de Gimnasia “el que no
salta, es un inglés” (Inglaterra lleva un largo litigio con Argentina por las
Islas Malvinas –Falklands-), en referencia a su ex compañero y luego su
dirigido (en el Mundial 2010) Juan Sebastián Verón, ex jugador de Sampdoria,
Parma, Lazio, Inter y Manchester United y ahora presidente del otro club de la
ciudad de La Plata, Estudiantes, y con quien está enfrentado desde hace años.
“Yo camino solo por la calle, hablar al púbico es fácil”, respondió Verón días
más tarde.
Ante el
presidente argentino Alberto Fernández, Maradona tampoco tiene intenciones de
saludarlo y dialogar. Lo abraza fuerte, no lo suelta por minutos, hasta que le
lanza una propuesta: la de recrear aquellos potreros de los años setenta en los
que él jugaba, pequeños espacios de tierra donde el balón bota caprichosamente
para cualquier lado y hay que aprender a dominarlo. La idea de Maradona es que
haya muchos en todo el país para contener a los jóvenes y descubrir a los
nuevos cracks.
La gran
incógnita es el grado de receptividad del presidente ante la propuesta, y si el
ex genio del balón tendrá tiempo, en sus agitados días, para llevar a cabo
semejante proyecto.
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