Si algo dejó en
claro el Clásico español pendiente de la primera ronda de la Liga y aunque los
dos equipos compartan el liderato, es que uno de ellos, el Real Madrid, se
encuentra en franco ascenso, luego de que por fin su entrenador, Zinedine
Zidane, fue encontrando un funcionamiento, y el otro, el Barcelona, hace tiempo
que está en un pronunciado declive, disimulado por un empate como local que
puede haber disimulado importantes carencias en el juego colectivo.
Hacía muchos
años, por lo menos desde hace más de una década, antes de que el holandés Frank
Rikjaard asumiera como entrenador del Barcelona, que en el Camp Nou el Real
Madrid no tenía tanta posesión del balón, lo que refleja con claridad el
momento que atraviesa cada uno de los dos equipos más fuertes de la Liga.
El Real Madrid
viene de una temporada aciaga como la anterior, con jugadores desgastados y un
público que en las últimas jornadas iba sin ganas al Santiago Bernabeu y que
reclamaba una renovación urgente de la plantilla. Ni siquiera el regreso de
Zidane, luego de meses fuera del equipo por decisión propia, parecía poder
torcer el rumbo.
Sin embargo, el
francés, con mucha paciencia y como si fuera un orfebre, fue moviendo piezas de
a poco. Se dio cuenta de que Cristiano Ronaldo es irreemplazable pero que
creció mucho, desde su salida a la Juventus, la figura de Karim Benzema como
delantero global, al que fue acompañando de Eden Hazard, cuando comenzó a tomar
forma luego de un inicio de temporada excedido de peso, y fue emergiendo la
figura del joven Rodrygo, que le fue ganando la pulseada a su compatriota
Vinicius Jr.
Y cuando se lesionó el belga, optó por una fórmula de 4-4-2, con
Isco suelto por una de las bandas y con el despliegue del uruguayo Federico
Valverde, jugando como mediocentro más ofensivo al lado de Casemiro, más atento
a la contención.
Ya ante el PSG,
en la revancha del Santiago Bernabeu por la Champions, si vio un Real Madrid
muy mejorado y esos síntomas volvieron a aparecer en el Camp Nou, con un gran
Gareth Bale, alfo que pocos hubieran previsto hace escasos meses, cuando
parecía claro que su destino estaría fuera de los blancos. Y aún falta el
regreso de Hazard. Esto, más la lenta pero segura recuperación de Luka Modric
le va dando al Real Madrid certezas de su funcionamiento.
En cambio, el
Barcelona, con Ernesto Valverde como entrenador, va de más a menos. Parece un
equipo sin resto físico pero mucho peor que eso, sin demasiada idea táctica y
entonces cuesta ver que a los 32 años, Lionel Messi deba retroceder tantos
metros hasta el círculo central para buscar un balón que nadie le asiste, con
tres volantes de juego parecido y entre los que el único con cierta visión de
llegada es el holandés Frenkie De Jong, y en un ataque de a dos en el que
Griezmann sigue sin terminar de adaptarse.
Antes de
comenzar la temporada 2018/19, la anterior a la actual, ya Messi había otorgado
una entrevista en la que se planteaba qué sería del Barcelona sin Andrés
Iniesta, sin ese jugador que tuviera la chance de conducir las acciones del
equipo y de jugar entrelíneas, y el crack argentino adelantó que creía que
acaso él era, dentro de la plantilla que había, el mejor intérprete de Iniesta
y que no veía mal retrasarse para jugar aquel rol, pero que eso necesitaría que
el club fichara o tuviera en la cantera otro delantero que hiciera un rol como
el que él mismo venía cumpliendo. Algo así como que Messi aceptaba jugar “de
Iniesta” y que entonces alguien debería jugar, en el futuro, “de Messi”.
Pasados los
meses, el Barcelona cuenta ahora con Griezmann, acompañando a Luis Suárez, y de
la cantera tuvo una brillante aparición el jovencito Ansu Fati (por otra parte,
representado por Rodrigo Messi, el hermano mayor del futbolista argentino). Es
decir que el Barcelona bien pudo aprovechar esta ocasión para mantener aquel
original 4-3-3, pero con Messi como organizador, acompañado por la dinámica de
De Jong y un mediocentro como Sergio Busquets o Arturo Vidal o incluso, Iván
Rakitic (pero siempre uno de los tres para un lugar, y el brasileño Arthur
disputándole la plaza a De Jong).
Sin embargo,
Valverde sigue enfrascado en un esquema que no le rinde frutos. Porque
desguarnece el ataque, con un delantero menos, y porque puebla el centro del
campo con jugadores, todos, de características parecidas, y obliga al genio a
retrasarse, desesperado y como tuvo que hacer tantos años en la selección
argentina, para buscar el balón, trasladarlo demasiados metros, y encontrar a
algún compañero sin marca o que logre desmarcarse en el último instante. Pero
no hay un esquema táctico que lo salve y son todas improvisaciones.
Ante el Real
Madrid, en verdad, este Barcelona tuvo su primer gran compromiso “Champions” en
serio de la temporada (acaso el otro fue ante el Inter en la fase de grupos) y
no pasó la prueba. Es más, es evidente que jugando así, tiene muy difícil poder
levantar la Copa de Europa al final de la temporada, aunque como alguna vez
dijo Josep Guardiola, “un equipo que en sus filas tiene a Messi siempre es el
principal candidato”. Puede ser, hoy, pero en todo caso, sólo por eso.
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