El macrismo
perdió uno de sus últimos bastiones. No es la Argentina ni tampoco la provincia
de Buenos Aires pero sí es Boca Juniors, lo que prácticamente equivale a un
territorio con gran influencia política. Y no cayó en manos de desconocidos
sino en las de Juan Román Riquelme, acaso el ex jugador más idolatrado por los
hinchas, que se decidió a meterse en el barro electoral y consiguió salir victorioso.
El macrismo se
va de Boca tras 24 años en el poder, desde que, rechazado por Antonio Alegre y
Carlos Heller –quienes, en un trabajo monumental, levantaron a Boca de una
situación terminal y en pocos años en los años ochenta-, el ingeniero Mauricio
Macri, que les propuso unírseles con la idea de dar luego el salto a la
política nacional, se postuló desde la oposición para ganarles el poder en
diciembre de 1995.
Aquel día, el
Boca de Silvio Marzolini y de los veteranos Claudio Caniggia y Diego Maradona,
caía ante Racing en la Bombonera, por la sorpresa, 4-6 y de esta manera decía
las chances de ser campeón al Vélez de Carlos Bianchi. Luego, ya con Macri en
el poder, vino aquel remate de los palcos en la Bombonera en otro desastre en
la cancha (0-6 ante el Gimnasia de Carlos Griguol, Alberto Márcico y los
mellizos Barros Schelotto), las contrataciones de Carlos Bilardo y Héctor Veira
como DT hasta desembocar en Carlos Bianchi y el imperio que el club construyó
entre 1998 y 2005.
Macri generó un
Boca “fashion”, con concesiones de todo tipo, negocios por todos lados, y una
venta exitosa de jugadores al exterior que lo fue separando económicamente de
un River que iba derrapando hasta descender en 2011.
Efectivamente,
las discusiones y peleas de Macri contra Diego Maradona (que lo llamó
“Cartonero Báez”), o Juan Román Riquelme, que le dedicó un Topo Gigio en un gol
ante River, habían tenido sentido y en 2007, el presidente del club decidió no
presentarse para postularse como jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires,
tal como les comentó a Alegre y Heller doce años antes. Pero el macrismo siguió
con Pedro Pompilio (fallecido un año más tarde) y Jorge Amor Ameal, cuando un
tesorero rebelde, llamado Daniel Angelici, se opuso, y utilizó como lema de
campaña, a que Riquelme, convertido ya en el máximo ídolo de Boca, tuviera una
renovación de contrato por cuatro años.
Angelici ganó en
2011 pero tuvo que lidiar con Riquelme primero, y el regreso de Bianchi
después, aunque sin éxito (en especial, cuando Boca se quedó a las puertas de
la Copa Libertadores 2012 ante el Corinthians, con Julio César Falcioni aún en
el banco, cuando el ídolo estuvo a punto de irse del club aunque al final se
quedara hasta 2015, cuando ya la relación con el presidente se tornó imposible y
decidió finalizar su carrera en Argentinos Juniors, al que ayudó a ascender a
Primera A.
Parecía, cuando
en 2015 Angelici fue reelecto justo cuando Macri ganó las elecciones para
presidente argentino, que serían los mejores años en Boca. ¿Qué mejor que tener
a un ex presidente del club en el poder del país y a Angelici, un influyente
amigo suyo, como titular de la entidad xeneize?
Y sin embargo,
aquella promesa de los inicios de Angelici en 2011 para que los hinchas
prepararan sus pasaportes porque él se dedicaría del resto, quedó en la nada
pero además, tras cinco eliminaciones ante nada menos que River, cuatro de
ellas en torneos internacionales. Y lo peor, con entrenadores sin una gran idea
de fútbol, a los que Marcelo Gallardo, desde la otra costa, se los fue
deglutiendo.
Ni Carlos Tévez,
y su regreso, primero con gloria desde la Juventus en 2015 y luego sin ella, al
volver cabizbajo desde China, pudo salvarse del incendio y cuando ya no parecía
haber nada demasiado motivante, apareció Riquelme a los 41 años, propuso
primero la unidad y luego se volcó a las filas de Ameal y el conductor
mediático Mario Pergolini, para quedarse con todo.
Tras 24 años de
macrismo, Riquelme parecía y es el encargado de cerrar un círculo perfecto.
Ahora el desafío es enorme: recuperar a Boca en lo deportivo, darle entidad al
juego del equipo, y abrir las puertas de su gran condición de club popular.
Riquelme deberá
jugar ahora sin la pelota. Con ella, nadie duda de lo que fue capaz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario