Desde Barcelona
Hace un tiempo,
Jorge Valdano, nacido en la misma ciudad (Rosario, a 300 kilómetros de la
capital argentina, Buenos Aires), y emparentado con el Real Madrid, del que
fuera jugador, entrenador y director deportivo, sostuvo que en el ranking
mundial de futbolistas, primero siempre va Lionel Messi, y segundo, Lionel
Messi pero lesionado y jugando en una sola pierna.
Acaso esta
definición sea muy exagerada, pero lo cierto es que Messi se llevó el sexto
Balón de Oro que otorga la prestigiosa revista “France Football” al mejor
jugador del mundo de 2019, y si no consiguió una decena o más es porque tenemos
la inmensa fortuna de ser contemporáneos de otro fenómeno como el portugués
Cristiano Ronaldo, que se llevó otros cinco premios y relegó al argentino al
segundo lugar.
Messi ganó este
año, además del Balón de Oro, el FIFA World Player que otorga la máxima entidad
del fútbol mundial, y el Botín de Oro como máximo goleador del planeta, los
tres galardones más preciados y aún así, y sosteniendo rápidamente que todo es
muy merecido, no estamos ante su mejor momento y de hecho, está muy lejos de
aquellos tiempos en los que llegó a marcar 91 goles en un mismo año (2012).
¿Eso de que no
es el mismo que hace siete u ocho años atrás lo hace perder merecimientos para
ser considerado el mejor del mundo? De ninguna manera, y por dos cuestiones. La
primera es que en su pico de rendimiento, que es el de cualquier jugador de
mediana edad en el fútbol, la distancia entre Messi y el resto era sideral y se
podía aplicar, exagerando, aquella definición que contamos más arriba, de
Valdano.
Pero eso no significa, de ningún modo, que porque Messi haya bajado
unos cuantos escalones en algunos sentidos, no siga siendo el mejor y la prueba
fue este pasado fin de semana, cuando nos tocó verlo en el estadio Wanda
Metropolitano del Atlético Madrid ante los locales y definió el partido de modo
exquisito con un pase a la red, mucho más que con un remate (que le haya
convertido el gol número 30 de su carrera al Atlético, en este caso, aunque son
cifras increíbles, en Messi es apenas una anécdota).
El segundo punto
es que la votación para el Balón de Oro, así como para el FIFA World Player, es
individual, esto significa que se basa en lo que realizó el jugador en el año,
no su equipo, o al menos es lo que en teoría, debería ser pero no siempre se
toma el mismo parámetro.
En el caso de
Messi, está claro que se trata de un premio individual porque si es por los
logros colectivos, con el Barcelona sólo ganó la Liga pero no la Champions
League y ni siquiera la Copa del Rey, pero tampoco la Copa América de Brasil
con la selección argentina.
Sin embargo, hay
otros casos como el del portero brasileño del Liverpool, Alisson Becker, en los
que no está claro si el voto está relacionado con sus actuaciones o con las de
sus equipos, porque no nos parece que haya lucido tanto (al menos, menos que el
alemán del Barcelona Marc Ter Stegen o que el esloveno del Atlético Madrid, Jan
Oblak) y ha ganado títulos con su club y con la selección brasileña.
Volviendo a
Messi, la gran pregunta es si este gran crack del fútbol mundial puede seguir
ganando títulos como éste (él mismo hizo referencia en la gala al inexorable
paso del tiempo y a disfrutar lo que le queda de jugador, a sus casi 33 años
que los cumplirá el 24 de junio) y en todo caso, cuál será su posición en las
canchas. ¿Qué Messi veremos cuando sea más veterano?
Después de la
final del Mundial 2014, cuando perdió ante Alemania con la selección argentina,
Messi dio a entender que a sus 27-28 años llegaba el tiempo de jugar algo más
atrasado en el campo, pero eso ocurrió sólo a medias porque se fue convirtiendo
en un “todocampista” que aparece por sorpresa y en cualquier lugar, aunque es
claro que le encanta partir por la banda derecha para irse hacia el centro.
Cuando faltaban
semanas para la salida de Andrés Iniesta
del Barcelona, Messi concedió una entrevista en la que admitió que vería
con buenos ojos ser él quien tomara el lugar del anterior capitán en el campo
de juego. En otras palabras, ser el nuevo Iniesta que haga jugar al equipo y
que el club encuentre un tercer delantero y que él se sumara al ataque desde
atrás, pero el Barcelona, especialmente con Ernesto Valverde de entrenador,
prefirió restar un atacante para pasar a un 4-3-1-2 y a veces, un 4-2-3-1, con
Luis Suárez como única punta.
La diferencia
entre aquel Messi de los tiempos muy jóvenes a éste de ahora es que su
evolución de juego colectivo fue tal que fue supliendo aquellos “slaloms” por toques
cortos o pases perfectos, leyendo cada vez mejor los partidos, sin necesidad de
correr demasiado.
Por esta misma
razón, es muy posible que con el paso de los años, Messi siga retrasándose en
el campo, y no sería de extrañar que apareciera a los 37-38 años partiendo de
mediocentro para proyectarse al área en determinadas ocasiones.
Lo que es claro
es que Messi sólo puede ser comparable con Messi mismo. Una etapa, con otra.
Pero no hay comparación posible con otros jugadores. Rompió todos los moldes y va
camino a romper muchos más todavía.
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