Durante la
última semana, fue presentado como nuevo jugador de Estudiantes de La Plata, un
equipo de clase media, aunque en su historia ganó cuatro Copas Libertadores de
América (tres en los años Sesenta), Javier Mascherano, luego de quince años
fuera de la Argentina, y con 35 años de edad.
Mascherano, que
acaba de sacarse el título de entrenador, vuelve al fútbol argentino, luego de
debutar en la selección argentina antes aún que en su equipo, River Plate, tras haber jugado en el Corinthians de
Brasil, el West Ham, el Liverpool, el Barcelona y el Hebei Fortune de China, y
tras haber participado en los Mundiales de 2006, 2010, 2014 y 2018, sin haber
conseguido el ansiado título con el equipo nacional, y ni siquiera en las Copas
América 2004, 2007, 2011, 2015 y 2016, aunque llegara cuatro veces a la final.
Sí, en cambio, pudo colocarse en su cuello dos veces la medalla dorada
olímpíca, en Atenas 2004 y en Pekín 2008.
El recibimiento
a Mascherano fue apoteótico, con el nuevo estadio Jorge Luis Hirschi, estrenado
en noviembre y con capacidad para treinta mil espectadores, completamente
lleno.
Mascherano fue
convencido por dos jugadores veteranos del club, como el portero Mariano
Andújar (mundialista en 2010 y 2014) y Gastón Fernández (ex compañero de
Mascherano en River en sus años de juventud) pero especialmente por el actual
presidente de Estudiantes, Juan Sebastián Verón, también mundialista en 1998,
2002 y 2010, y estrella del último gran título continental de Estudiantes, la
Copa Libertadores 2009, cuando meses más tarde estuvo apenas a un minuto de
vencer al Barcelona de Josep Guardiola en la final del Mundial de Clubes.
A Verón, ahora
presidente de Estudiantes, le ocurrió algo parecido a mediados de la década
pasada: tras años de ser figura en el fútbol europeo (Sampdoria, Parma, Lazio,
Manchester United, Inter) decidió regresar al club de sus amores (y en el que
jugó su padre, Juan Ramón, un gran extremo izquierdo que pudo ser tres veces
campeón de América entre 1968 y 1970). La gran diferencia es que Verón todavía
tenía un estado físico para llevar al equipo adelante, y en el caso de
Mascherano, no parece lo mismo.
Mascherano
explicó entonces en la presentación y en distintas entrevistas con los medios,
que se decidió por Estudiantes (muchos conocen de su afecto por Rosario
Central, club cercano a la ciudad de San Lorenzo, donde nació, en la provincia
de Santa Fe, la misma en la que nació Lionel Messi), por su carácter familiar y
por la amistad con algunos jugadores y con su presidente, pero hay dudas sobre
su estado físico y futbolístico actual.
Por lo general,
los jugadores que salen del fútbol europeo para ir a la liga china, y siendo
veteranos, suelen perder continuidad y timming, y luego les cuesta mucho
regresar al fútbol competitivo. Por ejemplo, Mascherano sabe bien que le sería
muy difícil conseguir ser titular en River, el equipo en el que comenzó su
carrera, hoy muy protagonista del fútbol sudamericano.
Algo parecido le
ocurrió a Carlos Tévez. Regresó a Boca en 2015, cuando aún tenía 31 años y
estaba en un gran momento en la Juventus (en el final de esa temporada fue
campeón de la Serie A y de la Copa Italia y perdió la final de la Champions
League ante el Barcelona), cuando fue recibido por una multitud en la Bombonera
y en un día que no había partido, y televisado a todo el continente americano.
Pero la euforia
de los primeros meses, cuando Boca fue campeón de la liga argentina y de la
Copa Argentina en ese mismo año, se fue disipando cuando Tévez comenzó a bajar
su nivel, perdió su titularidad, y al poco tiempo decidió emigrar a la liga
china por una fortuna para jugar en el Shangai Shenhua, en el que tampoco
consiguió destacarse. Su regreso a la Argentina para volver a Boca a los 35
años ya no fue lo mejor, y la idolatría fue cayendo entre los hinchas, al punto
de que hoy, con casi 36 años (los cumple en febrero) ya muchos reniegan de que
le renueven el contrato.
Si esto ocurrió
con Mascherano o Tévez en el fútbol chino, mucho más contundente fue el mensaje
de otro ex seleccionado argentino como Ezequiel Lavezzi, ídolo en el Nápoli y
en el PSG, se fue a China para jugar por el Hebei Fortune y cuando ya todos lo
esperaban en los dos equipos argentinos con los que se identifica, tras una
década en el exterior, decidió oficializar su retiro, al entender que ya no se
encuentra en las mejores condiciones físicas.
Muchas veces se
les ha preguntado a ex jugadores de carreras notables como el propio Verón, o
los ex goleadores Gabriel Batistuta o Hernán Crespo, qué es lo que los motiva
volver a meterse en un fútbol casi caníbal (en cuanto a exigencia de resultados
inmediatos por parte de simpatizantes y la prensa) en el fútbol argentino, y la
respuesta suele ser “la adrenalina” de seguir en competencia feroz.
Este aspecto,
acaso, nos muestra que en determinada condición, cuando el futbolista ya hizo
una diferencia económica que lo tranquiliza, aparece otra vez aquel espíritu
amateur que le transmite las ganas de regresar y ponerse, al fin, la camiseta
de su equipo favorito o donde están sus amigos, como también hizo Diego Simeone
tras comenzar en Vélez Sársfield a fines de los ochenta, pasar por los
italianos Pisa, Lazio, Inter, y dos veces por el Atlético Madrid, para terminar
su carrera en un breve paso por Racing, el club de sus amores.
Apenas alguno
con autocrítica descarnada, o acaso cansado de un sistema demasiado exigente, o
sintiendo que su cuerpo no da para más, como es el caso de Lavezzi, el futbolista
puede sincerarse y decir “hasta acá llegué”. En esos pocos casos, el
profesional se impone al amateur. Pero son las excepciones que confirman la
regla.
No hay comentarios:
Publicar un comentario