La Copa Confederaciones entra en su fase final transmitiendo la misma idea que en las últimas ediciones y salvo por la inesperada caída de Italia ante Egipto, la competición ha entrado en una lógica total, con la superioridad de los que hoy son los dos mejores equipos del mundo, España y Brasil, que se encaminan a una final que puede darnos muchos elementos de cara al Mundial del año próximo.
Los resultados de los partidos jugados hasta ahora en ambos grupos, con la citada excepción de Egipto-Italia, están dando la pauta de que tal vez por el momento, la Copa Confederaciones debería tener un formato parecido al del Mundial de Clubes, es decir que hay que buscar alguna forma de que Europa y Sudamérica se enfrenten ingresando más tarde a la competición, porque las diferencias de nivel siguen siendo muy grandes.
También la FIFA deberá replantearse el modo en el que organiza determinados torneos en los que el equipo local no tiene garantizada la entrada a la fase final, lo que le da más fuerza e interés al torneo. Pero no es posible que siempre el local se vea favorecido por extraños “sorteos” en los que terminan descompensándose los grupos.
En este caso, para poder beneficiar a Sudáfrica, el Grupo B quedó descompensado porque en el mismo tuvieron que enfrentarse nada menos que el campeón del mundo (Italia), el campeón de Sudamérica (Brasil) y el campeón de Africa (Egipto), mientras que en el Grupo A, los locales sólo tienen como rival complicado a España, a la que además dio la casualidad que enfrentan en el tercer partido, cuando ya se suponía (y así fue) que los europeos ya estarían clasificados y no jugarían con el mismo interés (de hecho, el entrenador español, Vicente Del Bosque, ya especula con jugar ese partido con varios suplentes, pensando ya en la semifinal).
Más allá de estas desnaturalizaciones (típicas en la organización de los campeonatos), a las que hay que sumar el inexplicable cambio de decisión del árbitro inglés Webb, otorgando un decisivo penal a favor de Brasil en el último minuto ante Egipto (4-3) a partir de una indicación que recibe en su auricular, cuando la FIFA lo prohibe expresamente, también hay importantes cuestiones futbolísticas para analizar.
Una de ellas es la grata sorpresa del juego de los egipcios, dobles campeones de Africa, y que han hecho grandes partidos ante dos rivales dificilísimos como Brasil e Italia y con valiosos aportes de jugadores a tener muy en cuenta como Zidan, Aboutrika, Homos , el recuperador Shawky y el arquero El Hadary, todos claves en el equipo que dirige el experimentado Hassan Saeta.
Otra, es la ratificación del sistema de juego de España, que no sólo hace tiempo que ya ha encontrado una identidad en su fútbol, sino que lo profundiza contra cualquier esquema rival, sea un equipo débil o fuerte y eso quedó evidenciado especialmente en su debut ante Nueva Zelanda, cuando había sacado una ventaja de tres goles en el primer cuarto de hora.
En cambio, el partido ante Irak, dirigido por el incansable trotamundos Bora Milutinovic, fue un pequeño llamado de atención luego de que los asiáticos se defendieran con un vallado y de manera prolija hasta que por fin David Villa pudo vencerlos con un cabezazo. Pero lo importante es que los españoles no perdieron nunca la paciencia y siguieron apostando por su fútbol de toque, asociado y al ras.
Tal vez el entrenador Vicente Del Bosque deba recurrir un poco más a los extremos reales, no tanto sólo a sus laterales Ramos y Capdevila, o bien quitar a algún defensor ante equipos que no le generan ningún peligro.
Parecida a la situación de España es la de Brasil, que no comenzó bien con la conducción de Dunga, pero que tras los últimos buenos resultados en la clasificación para el Mundial y el retorno al buen momento de algunos jugadores clave (Kaká, Robinho, Felipe Melo, Lucio) y el respaldo de un excelente arquero como Julio César, volvió a ser aquel equipo temible de otros tiempos y si bien fue ayudado por la tecnología ante los egipcios, no tuvo ningún problema para liquidar al equipo de Estados Unidos.
Pese a quedar muy comprometido con la clasificación a la fase final, Italia no deja una mala imagen. Apenas si se encuentra en una transición ya evidenciada en los últimos partidos de clasificación para el Mundial, con la salida de algunos jugadores claves en Alemania 2006 y la llegada de una nueva generación y con la sensación de que perdió los primeros dos años (2006-2008) con los experimentos de Roberto Donadoni.
El retorno de Marcello Lippi a la dirección técnica le va agregando fundamentos ofensivos y no hay que desechar a los italianos como candidatos para el próximo Mundial. De hecho, en la derrota ante Egipto, perdieron muchos goles que bien pudieron haber cambiado el resultado final.
La Copa Confederaciones se ha convertido en un buen ensayo para el Mundial del año siguiente para todos los participantes y en especialmente para los locales. En este sentido, una final entre España y Brasil podría darnos más elementos para saber dónde está parado el fútbol internacional a un año del acontecimiento mayor.
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