viernes, 12 de junio de 2009

La peligrosa idea de la exclusión (Salvemos al Futbol)

Desde hace un lustro, aproximadamente, cobró cuerpo la idea desde el poder político, y con aceptación en el deportivo argentino, de que la mejor forma de solucionar la problemática de la violencia que genera el mismo fútbol pasa por la exclusión del otro, algo así como que si una de las partes desaparece, o está inhabilitada a participar del espectáculo, o del espacio social, naturalmente las posibilidades de que existan hechos violentos serán menores.

Así, han aparecido ideas como la de los denominados “pulmones”, espacios en las tribunas que son deshabitados para separar, aumentando la distancia entre ellas, a las hinchadas rivales, aún cuando esto implica perder posibilidades de vender más boletos, por un lado, y generando una imagen lamentable de falta de convivencia, por el otro.

También apareció, en 2004, la recordada decisión del ex árbitro y en aquel entonces miembro del organismo de seguridad en espectáculos deportivos de la Capital Federal, Javier Castrilli, de hacer jugar los dos superclásicos de semifinales de la Copa Libertadores entre Boca Juniors y River Plate, sin hinchada visitante.

Y finalmente, a partir de que ninguno de estos dos hechos arrojó un resultado positivo, ya se llegó al absurdo de no permitir la presencia de la hinchada visitante en los torneos de ascenso, aunque sí en los de la división mayor, como si por ser simpatizante de determinados colores o de determinara división, diera como resultado lógico una mayor chance de violencia.

En cuanto a los hechos de violencia dentro de la cancha ocurridos en los dos partidos entre Boca y River en 2004 (el episodio Gallardo-Amelli-Abbondanzieri, o el de Barros Schelotto-Gabriel Macaya), ya en aquel momento la muy respetada psicóloga aplicada al deporte, Liliana Grabín, titular de la cátedra en la Universidad de Buenos Aires, nos decía que por lo general, la violencia no desaparece, sino que se traslada al campo de juego si no puede estar presente en las tribunas, lo que pasó tal como es descripto en aquellos dos partidos.

Lo que pretende decirse en este artículo es que, por un lado, el voluntarismo para que la violencia que genera el fútbol desaparezca con medidas negacionistas, no conduce a ninguna parte y representa, tan sólo, una pérdida de tiempo, como ocurrió en los dos Boca-River y el traslado de la violencia de la tribuna al césped, o como ocurre con los “pulmones”, que separan a hinchadas rivales cuando buena parte de la violencia de hoy es generada por enfrentamientos internos entre facciones de las barras bravas, es decir que, en todo caso, esa pretensión “pulmonar” debería llevarse a cabo “inter-barras” también, con lo cual, debería establecerse alambradas o espacios vacíos incluso en la propia tribuna de cada equipo y hasta en las plateas, en muchos casos, algo especialmente absurdo.

En otras palabras, la violencia “del” fútbol (en términos de Amílcar Romero, quien ha estudiado con mayor seriedad este fenómeno), es decir, la violencia que genera el propio fútbol como sistema, no puede solucionarse negando los hechos o parte de los protagonistas, sino aplicando estrictamente las leyes en vigencia (muchas son discutibles, pero habría que partir de que se cumplieran para probar si no son efectivas), y castigando toda connivencia entre violentos y el poder político, deportivo o con la Policía.

En cuanto a la violencia “en” el fútbol, es decir, la violencia general que rodea al espectáculo deportivo, tampoco admite como solución una extrapolación de soluciones “a la europea” porque aquella es otra realidad, con otras leyes y otra situación socioeconómica que no permite comparaciones.

En este sentido, el fenómeno de la violencia del fútbol argentino necesita de un análisis propio, tomando en cuenta sus propias características.

Una de esas características consiste en el lastre dejado por la dictadura militar que padeció la Argentina entre 1976 y 1983, cuyos efectos sigue soportando la sociedad argentina, algunos de los cuales se manifiestan en el ámbito de los estadios de fútbol.

Un ejemplo de ello es la nueva categoría de los “desaparecidos” como referencia habitual desde una nueva cultura formada desde este nuevo concepto. En este sentido, no casualmente desde el final de la dictadura aparecen cánticos de hinchadas haciendo referencias a la “no existencia” del rival (“Oh, no existís, no existís”), para ir bajando a los jugadores (“jugadores, no juegan contra nadie”).

Vivimos entonces en una sociedad, cuyos espectáculos deportivos, en especial los del fútbol, contienen hinchadas que no aceptan a las otras como tales porque directamente no las reconocen. El otro no es reconocido como tal.

Es claro entonces que en una observación del comportamiento de las hinchadas desde los años setenta, previos a la dictadura hasta los años actuales, post-dictadura y tras un cuarto de siglo del nuevo período democrático, notaremos que aquellos cánticos de entonces (“Flaco no te vayas, flaco vení, quedáte a ver a mi equipo, te vas a divertir”), se pasó a otra situación (“No existís, no existís”).

Si desmenuzamos la primera canción, previa a la dictadura, que solía aparecer tras una goleada o en los últimos minutos de una victoria clara sobre el equipo rival, la hinchada vencedora, si bien en tono irónico, hasta burlón si se quiere, no hace otra cosa que decirle a su rival de turno que aún perdiendo, no debería abandonar el espacio público y compartir, mal que le pese, un momento desagradable para ella pero agradable para la ganadora. Es decir, en otras palabras, hay, aún en la ironía, un reconocimiento del rival como tal.

En el “no existís” de estos tiempos post-dictatoriales, ya no se reconoce más ni a la hinchada ni a los jugadores rivales (“no juegan contra nadie”). Una durísima muestra de cómo ha cambiado la sociedad por todo lo que ha tenido que vivir y padecer.

Pero también por esta misma razón, el hecho de negar la posibilidad de compartir un espacio social en tiempos como estos es sumamente grave, y excede completamente al fútbol, aunque estos ejemplos que hemos dado constituyen una clara muestra de cómo la sociedad argentina necesita urgentemente reaprender a convivir pacíficamente en espacios compartidos y reconocer al otro como tal, en el espectáculo deportivo como adversario. Pero antes que todo, reconocerlo. Los “pulmones” y la negación a la entrada de hinchadas visitantes, agravan la problemática.

http://www.salvemosalfutbol.org/la-peligrosa-idea-de-la-exclusion.htm

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