Y pasó otra vez lo que se temía que pudiera pasar. En la interna peronista que se dirime por afuera del partido, ganó aquél que tiene menos para desgastarse y que aparece como "renovador" sobre el aparato que ya mismo, sin pausa, busca reciclarse detrás del nuevo vencedor. Así son y fueron siempre las reglas de juego de un extraño partido, que dió lugar a aquella famosa anécdota por la cual le preguntaban al general Juan Domingo Perón cómo se dividían las simpatías políticas en el país. Perón respondió entonces que un porcentaje era radical, otro porcentaje era socialista, otro comunista, etc. Sorprendido, su interlocutor le preguntó entonces por el peronismo, a lo que Perón dijo "ah no, peronistas son todos". Justamente hoy se cumplen 35 años de la muerte del general y líder del movimiento acaso menos entendible del mundo entero, en el que pueden convivir ideologías de extrema izquierda o derecha, unidos por el famoso cantito que popularizó Hugo del Carril y que justamente da que pensar que se trata más de un acercamiento sentimental que ideológico. Es por eso que hoy mismo, termina la elección con alguien como Daniel Scioli, nunca más lejos del peronismo convencional, a cargo del partido, y con un empresario como De Narváez o el propio Mauricio Macri, pudiendo ingresar al mismo.
Este vaciamiento de los partidos políticos argentinos (ni hablar del resto, al punto tal de que el otro partido tradicional, la Unión Cívica Radical, tiene que tirar del fallecimiento del ex presidente Raúl Alfonsín colocando a su hijo Ricardo, que no tiene más para proponer que su misma voz y los mismos bigotes) también es el resultante del fracaso de aquellos que, como el matrimonio Kirchner, son más genuinos pero terminan aceptando las tramposas reglas de juego.
Es que el peronismo no es otra cosa que una sucesiva historia de traiciones. Y así como el propio Vandor trato de traicionar al mismísimo Perón aprovechando su exilio, luego la Triple A hizo lo propio con el movimiento generado en los setenta, Carlos Menem lo hizo con la renovación a fines de los ochenta, Eduardo Duhalde lo hizo con Menem colocando a Néstor Kirchner, éste lo hizo con Duhalde una vez que llegó al poder, y ya en las mismas elecciones del domingo, una buena parte del partido y de los barones del conurbano, lo hicieron con él, y ya el lunes, apenas horas después de los comicios, ya algunos diputados se separaban de sus bancas para irse con Carlos Reutemann.
¿Por qué perdió el kirchnerismo? porque aunque la propia presidente no lo haya aceptado en público, el mensaje tuvo una buena dosis de soberbia, y el manejo de varias cuestiones políticas medulares no fue el adecuado. Especificamente el tema del campo, es una muestra. El gobierno tuvo razón en el debate central, acerca de que no es posible ni lógico sojizar el país, pero en política se sabe que hay que contar primero los porotos para luego lanzarse a la arena. Ya le había pasado a Alfonsín en la incipiente democracia de los años ochenta, con el intento de la Ley Mucci de democracia sindical, y ahora sucedió lo insólito del voto "no positivo" del vicepresidente Julio Cobos, que, es cierto, permanece en el cargo con una extraña dosis de cinismo cuando éticamente debió renunciar al segundo posterior de no apoyar al Gobierno en un debate tan trascendente. Otro ejemplo es el del proyecto de la Ley de Radiodifusión, extrañamente llamado a silencio desde hace más de un mes, y en medio de intensos rumores de acercamiento al Grupo Clarín, y cuando no queda otra que apretar el acelerador a falta de pocos meses para diciembre, cuando cambie la composición del parlamento.
También quedan elementos de mayor importancia estructural: en seis años de mandado del matrimonio K, no hubo cambios en la distribución social, no sereconoció a la CTA y se ambuló de la mano de la CGT de los gordos y corruptos que traicionaron el movimiento obrero, y se pactó con los barones del conurbano mientras sigue sin existir un plan económico en serio y el país, aún con mejoras leves, no cambia en lo medular en sus problemas elementales, con altísimos niveles de pobreza, y sin afectar en el fondo a las grandes empresas.
Cómo sigue la carrera para 2011: Todo indica que habrá una nueva interna abierta del "peronismo", esta vez entre Mauricio Macri, desde los disidentes o conservadores, y el candidato más cercano al "progresismo" y la clase media que termina siempre comprando el modelo "menos peor de los dos" y en este sentido, mucho dependerá de los movimientos del enigmático Reutemann, que o escucha a Duhalde y queda en el centro, o se deja subyugar por el kirchnerismo y se coloca bajo su ala (algo de eso ya se olfateó en la euforia santafecina luego de un triunfo que en realidad no fue más que un empate técnico con el socialismo).
El otro candidato que reune posibilidades, especialmente por el apoyo rural, es Cobos, seguramente secundado por una UCR que hace no mucho lo expulsó del partido, y lo rescató luego cuando le convino.
Por el lado de los socialistas, aún con la derrota por escaso margen en senadores ante Reutemann, el actual gobernador santafecino Hermes Binner sigue en condiciones de ser candidato, pero será fundamental estudiar bien el panorama para que Elisa Carrió no le espante los votos que por izquierda podría obtener.
Finalmente el centroizquierda debe aspirar a regresar a lo que en los ochenta fue el Partido Intransigente, que tuvo un caudal de hasta un millón y medio de votos hasta que, cuando no, el PJ cooptó a Oscar Alende y arruinó las chances de ascenso. Si Pino Solanas (gran vecedor el domingo y ganador claro del debate final) y Nartín Sabbatella lo entienden, puede llegar a ser una fuerza importante con el paso de los años.
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