jueves, 23 de diciembre de 2010
El Barcelona y una camiseta que traerá polémica (Jornada)
Muchos se preguntan, ahora, luego del escándalo que está desatando en todo el mundo, si al final, los 165 millones de euros que ingresará el Barcelona por cinco años de contrato para publicitar en su camiseta el Mundial de Qatar 2022 desde el 1 de julio de 2011terminará siendo tan negocio como parecía, o no meterá al club en una situación sin salida, y acabando con una ética que lo elevó sobre el resto, especialmente en los últimos años.
Oficialmente, y paradójicamente también, el pasado 10 de diciembre, Día Internacional de los Derechos Humanos, el vicepresidente económico del Barcelona, Javier Faus, anunció que el club rompía con una centenaria tradición de no usar publicidad en su camiseta, para aceptar el contrato con la Qatar Foundation, a través de la Qatar Sports Investments (QSI), dependiente del emir de Qatar, Hamad Bin Khalifa Al Thani, por lo que a partir de la temporada 2011/12, la camiseta azulgrana compartirá las publicidades de Unicef y de Qatar, con el agravante de que en la Champions League, la más importante de las tres competiciones fijas del equipo (las otras son la Liga española y la Copa del Rey), sólo usará la del país petrolero porque la UEFA sólo permite un anuncio por equipo.
Si bien aún no se pronunció Unicef sobre el hecho de compartir publicidad con semejante compañera de anuncios, suena extraño que la entidad mundial mantenga el silencio cuando suele condenar a Qatar por la falta de libertad sexual, al tiempo que se espera alguna declaración del presidente de la FIFA, Joseph Blatter, sobre el particular, máxime cuando el suizo tuvo que salir a pedir disculpas días pasados por sostener, con ironía, que al habérsele otorgado el Mundial 2022 a Qatar, los gays “estarán aburridos allí”.
“A lo largo de la historia Alá ha impuesto sobre los judíos todo tipo de castigos por ser gente maligna y corrupta. Su último castigo fue Hitler, que fue una bendición divina”; “Es necesario atentar contra mujeres israelíes embarazadas porque son el enemigo”; “Los que practican el liwaat (sodomía) o el sihaaq (lesbianismo) sólo pueden tener el mismo castigo que el fornicador: la muerte”. “El máximo anhelo de un palestino debe ser convertirse en una bomba humana”; “El castigo físico a la mujer puede ser necesario. A muchas les gustan las palizas”. Y por el camino de estas lindezas, algunas convertidas en fetuas desde la presidencia del Consejo para la Fetua y la Investigación, el jeque egipcio Yusuf al Qaradawi ha lanzado todo tipo de proclamas: desde prohibir los dibujos de Pokemon porque son “judíos y masónicos y enseñan la evolución de Darwin”, hasta convertir los textos antisemitas más terribles –como los Protocolos de los sabios de Sión– en libros de lectura obligatoria. También ha tenido tiempo de defender a Hasan al Banna, el ideólogo de los Hermanos Musulmanes, de donde cuelgan todos los grupos vinculados a Al Qaeda, además de instigar al boicot a los productos norteamericanos. Tiene vetada la entrada en Estados Unidos y en el Reino Unido y goza de un destacado lugar en la lista de los jeques de la muerte que elaboraron más de dos mil intelectuales musulmanes. “Este señor tan simpático es la fuente de inspiración de la Qatar Foundation, que incluso lo homenajea con un premio anual que lleva su nombre”, sostiene en una durísima columna en el diario catalán La Vanguardia, la periodista Pilar Rahola.
“Cuando los jugadores del Barça lleven la camiseta de esa fundación enviarán al mundo unos cuantos mensajes, pero ninguno será de paz y armonía. ¿Sabía todo esto el señor Rosell cuando tuvo la osadía de decir que la Qatar Foundation era lo mismo que Unicef? ¿Lo sabían el resto de directivos del Barça? Si no lo sabían, han sido irresponsables. Si lo sabían, entonces se han vendido al diablo. Si sumamos a ello el propio país, Qatar, donde las mujeres no pueden votar, los homosexuales son condenados a muerte, los trabajadores extranjeros apenas tienen derechos y cuyo presidente dio un golpe de Estado, tenemos el cuadro definitivo de lo que acaba de hacer la directiva con el Fútbol Club Barcelona. Han pasado de vincular el nombre del club a la defensa de la infancia, a ser la voz pública de una dictadura y de una fundación que idolatra a un fundamentalista islámico. A partir de aquí, cualquier cosa es posible, porque entre esto y llevar la camiseta de un narcotraficante no hay demasiada diferencia”, insiste Rahola.
Pero no es la única. En Israel, en uno de los programas televisivos más vistos y respetados (una especie de “Larry King Live”), llamado “London y Kirshembaum”, se llegó a proponer directamente la quema de la nueva camiseta y uno de los dos veteranos periodistas, recortó al aire una remera con la publicidad de 2011, aunque su compañero le dijo que “aún espero porque todavía siento mucho afecto por el Barcelona”.
En Israel son fanáticos del Barcelona y por ejemplo para el último clásico ante el Real Madrid, el del 5-0 en el Camp Nou, unos mil simpatizantes viajaron al partido, pero ya muchos mostraron su desazón con la medida tomada por el nuevo presidente Sandro Rosell y su nueva comisión directiva.
A propósito de esto, tampoco queda claro que no se haya consultado antes a la Asamblea de Compromisarios, aunque Faus haya aclarado que en 2003 “ya se había votado a favor de poner publicidad en la camiseta”, claro que no aclaró qué tipo de publicidad, como si fuera un detalle. Tampoco lo es que casualmente, Rosell y el entrenador Josep Guardiola, que jugó en Qatar en el final de su carrera de futbolista, hayan sido embajadores de la candidatura del país a organizar el Mundial 2022.
No sólo eso: si bien Rosell aclara que antes de asumir como presidente del Barcelona vendió su empresa Bonus Sports Marketing a la saudí DSAG, muchos siguen investigando la relación entre el dirigente y Qatar, cuando justamente en estos meses decidió terminar un contrato firmado por su antecesor y enemigo, Joan Laporta, con Uzbekistán, al considerar que “no se condice estar relacionado con un país que viola los Derechos Humanos teniendo en la camiseta la publicidad de Unicef”. ¿En qué quedamos? Por si fuera poco, el eurodiputado de la Izquierda Unida-Partido Verde de Cataluña, Raúl Romeva, acaba de llevar el caso al Parlamento Europeo, para que se estudie si este acuerdo entre el Barcelona y Qatar tiene el aval del organismo.
Desde otro diario catalán, El Periódico, Johan Cruyff, símbolo del barcelonismo, remata la situación. “Donde muchos ven números magníficos, yo sólo veo el 6-7 por ciento del presupuesto como ingreso, y nunca antes el Barcelona necesitó publicidad en la camiseta, es un recurso demasiado fácil al que pudieron acudir los presidentes anteriores y no lo hicieron. Antes éramos ‘Más que un club’ y ahora pasaremos a ser ‘un club más’”.
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