sábado, 18 de diciembre de 2010
La burbuja del deporte español
Creer o reventar. O los astros se confabularon para que en el preciso momento en el que España vive el cataclismo de un sistema que se cae a pedazos a partir de la famosa burbuja inmobiliaria y la crisis final del capitalismo, que toda Europa intenta disimular, su deporte, uno de los estandartes de la democracia post-franquista, se rompe en pedazos a partir de las evidencias de que la mayoría de sus campeones lo conseguían mediante un mecanismo non sancto y éticamente descalificado en todo el mundo como el doping.
Apenas el fútbol, el tenista Rafael Nadal, el piloto Fernando Alonso y el baloncesto parecen mantenerse fuera de la situación, que involucra básicamente a los principales atletas, medallistas olímpicos y marquistas mundiales, y a los ciclistas, con especial énfasis en el triple ganador del Tour de France, Alberto Contador.
La situación no sólo se desmadró al aparecer ya escuchas telefónicas, evidencias y procesamientos judiciales, sino que, resulta aún más grave, muchos de los dirigentes deportivos y aún peor, políticos, no quieren asumir ninguna responsabilidad en la materia, y hacen hincapié en lo que les conviene y que auque no deja de ser cierto, representa lo mismo que tapar el cielo con un pañuelo. Es decir: si bien es cierto que en tanto país avanzado y con mecanismos institucionales que funcionan, el mismo Estado parece haber tomado las riendas para aplicar la ley con rigor a aquellos que la incumplieron, incluso siendo grandes campeones reconocidos socialmente, desde el poder político no hubo renuncias, y es más, se dieron casos flagrantes, como que el secretario de Estado para el Deporte, Jaime Lissavetzky, no sólo afirme como si nada que “casi todos los logros españoles no están manchados”, sino también que deje su cargo para lanzarse a la alcaldía de Madrid como candidato del gobernante partido del país, el Partido Socialista Obrero Español (PSOE). O sea, un ascenso.
Ya nos había llamado la atención, en 2008, el extraño viraje de un funcionario como Lissavetzky, que parecía ir con todo, de manera valiente, para quitar del cargo de presidente de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF), a Angel María Villar (el hermano futbolero de Julio Grondona, que hasta dice lo mismo que él en la Argentina y comparten votos, comidas, fiestas y secretos en la FIFA), debido a las permanentes irregularidades encontradas en la institución. Pero bastó una visita del mandamás de la FIFA, Joseph Blatter, a Madrid, a un homenaje a Alfredo Di Stéfano, para que el suizo amenazara con sacar a la selección española de la Eurocopa de ese año en Austria y Suiza, para que todo quedara en humo y que nunca más se hablara del tema, pese a que el propio presidente del gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, insistiera con torcer el brazo a la FIFA en nombre de un supuesto poder mayor, el del mismísimo Estado. A mediados de 2008, no sólo España ganaba la Eurocopa, sino que dos años y medio después, Lissavetzky y Zapatero aparecían apoyando netamente la candidatura de España y Portugal a organizar el Mundial 2018, finalmente derrotada por los rusos. ¿Qué pasó en el interín? Sólo los protagonistas lo saben, y el tiempo y acaso el periodismo, lo desvelarán algún día aunque no cuesta mucho imaginarlo.
Es cierto que en España encontraremos un periodismo que en algunos casos es de una valentía difícil de encontrar en la Argentina, donde salvo casos excepcionales, todo se mueve por grupos que se cuidan las espaldas y donde lo principal queda sumergido debajo de lo accesorio. Por ejemplo, cuesta encontrar un editorial tan valiente como el del director del diario deportivo “As”, Alfredo Relaño, que invitado a una fiesta del Comité Olímpico Español (COE), al día siguiente escribió que el hecho de que el presidente de la Federación Española de Atletismo, José María Odriozola, recibiera un premio “por su gran año de éxitos”, cuando debería renunciar al cargo, “es ridículo y patético”. Nos preguntamos si ante una situación parecida, el grueso de la prensa argentina no diría que se trata de una campaña orquestada contra la imagen del país.
La cuestión es que en la reciente “Operación Galgo” están involucrados catorce atletas, entre las cuales se encuentra nada menos que la cesada vicepresidente de la Federación y campeona mundial de los 3000 metros con obstáculos, Marta Domínguez, considerada uno de los ejemplos del deporte español, y mejor atleta de la historia de este deporte, que se encuentra, además, embarazada, su entrenador César Pérez, Alberto García (campeón europeo de los 5000 metros en 2002 y suspendido por doping en 2003), y el médico Eufemiano Fuentes, involucrado en la “Operación Puerto” de 2006.
En julio pasado, Contador había dado positivo por clenbuterol luego de volver a ganar el Tour de France (argumentó que había comido carne en mal estado),
En la “Operación Puerto”, a su vez, habían caído 58 ciclistas, que realizaban transfusiones desangre, consumían Eritropoyetina (EPO), testosterona y anabolizantes, mientras que el 2009, en la “Operación Grial” de 2009, la Guardia Civil desentrañó la red montada por el médico peruano Walter Virú (con EPO, hormonas y anabolizantes) y en la que cayó Paquillo Fernández (subcampeón olímpico de marcha en 2004, suspendido por dos años). Es decir que en España, para sintetizar, los tres últimos premios nacionales de atletismo, Alberto García, Paquillo y Marta Domínguez, estaban involucrados de una u otra manera con el doping.
Seguir la investigación del colega Carlos Arribas, cada día, en “El País” escasi una obligación para todo periodista que quiera dedicarse seriamente al ámbito deportivo, para entender lo que significa el compromiso y el oficio llevado hasta las últimas consecuencias.
Pero así como en España se puede castigar con todo el rigor a los que se burlaron de las reglas del deporte, o se puede investigar desde diarios serios, o tomar distancia de los hechos y protagonistas en columnas de prestigio, será difícil retornar a la buena imagen de la práctica deportiva en este país, tan lejano de aquellos primeros años del lanzamiento del plan ADO, aquél que sirvió para constituirse en potencia desde los inolvidables Juegos Olímpicos de Barcelona 1992.
Sólo una gran limpieza, una gran honestidad en la dirigencia, dejando actuar a la Justicia sin intromisiones políticas, podrá algún día a España nuevamente en un lugar de privilegio.
Parece que la inmobiliaria no fue la única burbuja. La deportiva también existió, y muchos quedaron atrapados en ella, hasta que la verdad apareció con demasiada fuerza, como un wikileaks hispánico.
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