martes, 26 de julio de 2011

El fútbol argentino volvió a 1974 (Jornada)


Es la primera vez, en treinta y siete años, que el nombre de un nuevo director técnico de una selección argentina, pasa a ser relativo porque como nunca, el mundo del fútbol argentino tomó plena consciencia de que no se trata de apellidos sino de tener un proyecto atrás, tal como acaba de demostrar el equipo uruguayo, flamante campeón de América.
La sensación es que, más allá de que todo esté cocinado para la asunción de Alejandro Sabella con miras a la clasificación para el Mundial de Brasil 2014, el fútbol argentino, y también su selección, está desquiciado. Sin proyectos, sin ideas, sin rumbo.
La situación es tan grave, en lo institucional, que se ha retrocedido a 1974, a los meses previos a la asunción de César Luis Menotti, cuando por fin, luego de décadas de caos y de constantes cambios dirigenciales y futbolísticos, y gracias a la cercanía del Mundial de 1978, se decidió apostar por un proyecto de seriedad.
Desde el 12 de octubre de 1974, cuando Menotti debutó como director técnico ante España en el Monumental (1-1), la selección argentina vivió un oasis en todo sentido. Histórico porque nunca antes había atravesado una situación igual y que terminó colocando al equipo en una élite, con dos mundiales ganados y varios títulos en juveniles y dos medallas doradas olímpicas. Institucional, porque en el resto de los aspectos internos, la AFA siguió navegando en distintos torneos sin una lógica que no sea la de responder al mandato y los intereses de los clubes grandes, y todo en un contexto de desquicio económico de los clubes y de una espiral de violencia alrededor del fenómeno social, con cientos de muertos y miles de heridos.
Si entre 1974 y 2004, la selección argentina tuvo solamente cinco directores técnicos (Menotti, Carlos Bilardo, Alfio Basile, Daniel Passarella y Marcelo Bielsa), y desde 2004 hasta hoy, otros cinco (José Pekerman, Alfio Basile, Diego Maradona, Sergio Batista, y muy posiblemente, Alejandro Sabella). El hecho de que en siete años, la AFA haya contratado cinco entrenadores, el mismo número que en los treinta años anteriores, no deja margen de dudas sobre el momento que se vive y el absoluto desconcierto que reina.
En los últimos años, se ha perdido el norte sobre estilos, formas de juego, idea de imagen del equipo ante la sociedad, jugadores que comenzaron a faltar el respeto del rol de la prensa y de la necesidad de acercarse al público, hasta transformarse en una selección distante y antipática, que además no consigue un título desde 1993, lo que significa cinco Mundiales y siete Copas América, de las cuales dos fueron en condición de local (1987 y 2011) .
En estos años, especialmente desde el final del Mundial de Alemania 2006 en adelante, se terminó con el buen trabajo en los juveniles, se dejó ir a Hugo Tocalli pero no se lo reemplazó llamando nuevamente a concurso, como se hizo en 1995 cuando se eligió el proyecto exitoso de Pekerman, y comenzaron las citaciones a cientos de jugadores sin claridad sobre los objetivos.
Los distintos cuerpos técnicos llegaron con amigos para los distintos cargos, no se convocó nunca al mejor entrenador posible, Carlos Bianchi, por problemas personales con el titular de la AFA, Julio Grondona, y se optó, en cambio, por ir en búsqueda de la generación campeona del mundo en México 1986, que fracasó rotundamente.
Se sabe ya lo que fue el ciclo de Diego Maradona, que terminó en una angustiosa clasificación para Sudáfrica 2010, o lo efímero del reciente ciclo de Sergio Batista, secundado por José Luis Brown, así como Héctor Enrique trabajó en el ciclo anterior. Tampoco funcionó Oscar Garré con el sub-17, ni Julio Olarticoechea como miembro del cuerpo técnico de los juveniles, y tampoco les terminó yendo bien a Oscar Ruggeri ni a Jorge Burruchaga en sus equipos, mientras que Nery Pumpido no termina de despegar.
Pero no todo termina allí. Menos que menos se entiende cuál es la función de “manager” inventada por la AFA para Carlos Bilardo, que no es hoy dirigente ni miembro del cuerpo técnico, y que parece atornillado a su cargo cuando sólo Grondona está dispuesto a mantenerlo, al igual que a su hijo Humberto.
Mientras los dirigentes siguen sin animarse a plantearle a Grondona su disconformismo con la situación y observan cómo en el último año explotó la guerra interna de los ex campeones de México 86, con Bilardo y Grondona (h) incluídos, lo cierto es que en la reciente Copa América, y con Lionel Messi, el mejor jugador del mundo, en el equipo, la selección argentina no pudo vencer como local ni a Bolivia, ni a Colombia ni a Uruguay, tres de los ocho rivales en la próxima etapa de clasificación para el Mundial de Brasil 2014. ¿Por qué sí le ganaría a estos tres rivales, y a los otros, en unos meses más?
Con cuatro plazas y media para el próximo Mundial para tan sólo nueve equipos, la clasificación sudamericana no suena muy difícil, sin la competencia de Brasil. Sin embargo, por lo visto, la selección argentina no sólo no tiene garantizado un lugar sino que le puede pasar lo que a River Plate hace días: el suponer que por historia, está destinada al éxito.
Justamente en 1969, y por única vez en la historia, hasta hoy, una notable generación de futbolistas peruanos eliminaba a los argentinos, en la Bombonera, del Mundial de 1970 (en 1938, 1950 y 1954, no se concurrió por decisión propia). Esto puede volver a pasar si no hay proyecto, si se navega sin rumbo, si se anteponen los intereses personales a los deportivos, si no hay coherencia.
Ya se retrocedió a 1974. Nada indica que no se puede retroceder otros cuatro años.

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