martes, 19 de julio de 2011
La selección argentina acumula frustraciones (Yahoo)
Por más que insista en lo contrario el entrenador Sergio Batista, la selección argentina fracasó rotundamente en su experiencia como local en la Copa América, con lo cual acumula ya dieciocho años sin títulos oficiales, que se extenderán como mínimo a veintiuno, cuando se dispute el Mundial 2014 de Brasil, para el que deberá jugar la clasificación.
Batista, en la conferencia de prensa posterior al partido en el que la selección argentina fue eliminada por penales ante su clásico rival Uruguay, quedando afuera de la semifinal, afirmó que no se trata de un fracaso “porque hicimos el intento y no nos salió bien”, pero, se dice, de buenas intenciones está hecho el camino al infierno.
Lo cierto es que la selección argentina era la máxima favorita para quedarse con el título por ser local, por tener al mejor jugador del mundo en sus filas (Lionel Messi) acompañados de otras estrellas como Carlos Tévez (máximo goleador de la Premier League pasada), Sergio Agüero o Gonzalo Higuaín, y porque le había tocado un grupo muy accesible (con Bolivia, que jamás había conseguido un punto jugando fuera de su país en toda la historia), Colombia y un juvenil equipo de Costa Rica.
Aún así, penó para pasar a cuartos de final, y estuvo a punto de ser eliminada en primera fase, mientras que no pudo vencer ni a Bolivia (1-1), ni a Colombia (0-0), con la que mereció perder, y con Uruguay (1-1), que en pocos meses serán tres de los ocho rivales para la clasificación al Mundial de Brasil 2014.
Pese a todas las estrellas convocadas, Batista jamás encontró un equipo sólido. Comenzó jugando con un sistema 4-3-3 que, según dijo, iba a tratar de parecerse al Barcelona para que su mayor estrella, Messi, se sintiera cómodo. Con el correr de los partidos, fue claro que era imposible parecerse al conjunto catalán, con un mediocampo con tres jugadores mucho más cercanos a la contención que cerca de los delanteros, porque ni Banega ni Gago ni Biglia (según el caso) se parecen a Xavi e Iniesta.
La falta de un delantero goleador, al considerar Batista que en ese lugar debía jugar el propio Messi, le fue quitando definición, mientras que el ingreso de Tévez como extremo izquierdo (posición que el propio jugador dice que no siente), le produjo confusión posicional al propio Messi, que al no estar acompañado por los volantes, además, se vio obligado a bajar a buscar el balón muy lejos del arco rival, y ya no pesó en el área contraria, donde es más temido (de hecho, no marcó ni un solo gol en el torneo).
Por si todo esto fuera poco, la Copa América dejó una buena actuación general del arquero Sergio Romero, que debió atajar más de lo pensado porque la defensa nunca respondió. Llamó la atención que Batista colocara como defensores centrales a dos jugadores con características diferentes y que no aportaron seguridad, como Gabriel Milito (tan falto de timming que en el Barcelona no juega ni aún cuando se lesionan los titulares Puyol o Piqué) y Nicolás Burdisso, que cometió demasiadas faltas y que aunque tiene buena marca, sabe poco con la pelota.
Con todos esos inconvenientes, y con Mascherano muy por debajo de su nivel en todo el torneo, el buen triunfo sobre los juveniles de Costa Rica ilusionó a muchos aficionados que creyeron que en ese momento, con un cambio posicional a mitad de un torneo, las cosas podían cambiar y, como dijeron muchos jugadores, ahora “empezaba una nueva Copa”.
El nuevo sistema consistía en un 4-2-1-3, con Messi entre los dos volantes de contención (Mascherano y Gago) y los tres delanteros (Agüero, Higuaín y Di María), lo que le daba una alta cuota ofensiva justo cuando asomaba el primer rival complicado, co o Uruguay, por historia y por su reciente participación en el reciente Mundial 2010.
Y cuando llegó el momento de la confirmación del sistema, el equipo argentino se encontró, en el peor escenario, con otro mucho más armado, con mucha experiencia y con una base que viene trabajando desde hace cinco años, con el entrenador Oscar Tabárez, de muchos títulos en su carrera, como Uruguay.
Más allá de haber generado varias situaciones de gol (exactamente 13), lo que también sucedió es que Uruguay también las pudo generar (8), y eso indica que la defensa argentina no fue sólida, y la mayor prueba es que tres de los cuatro defensores (Zabaleta, Burdisso y Milito) tuvieron tarjeta amarilla, mientras que Mascherano fue expulsado y Gago tuvo que ser cambiado por Biglia, desgarrado. Es decir que salvo el caso de Zanetti, absolutamente todos los encargados de los movimientos defensivos terminaron con problemas.
La sensación es que, como a lo largo del torneo, la entrada de Javier Pastore, a priori un socio ideal para Messi, fue demasiado tardía, mientras que el ingreso de Tévez sólo aportó confusión, además de haber sido el único que falló su penal en la definición, algo que el padre del Psicoanálisis, Sigmund Freud, lo explicaría en su primera página: si un jugador no es querido por su entrenador, si no es valorado (como le sucedió a Tévez en este ciclo), su inconsciente no le jugará a favor en el momento de la definición.
Como en la anterior Copa América de Argentina, en 1987, otra vez los locales quedaron eliminados antes de la final y por el mismo equipo, Uruguay, aún cuando por largo tiempo contaron con un jugador de más y alentado, en la ciudad de Santa Fe, por su propio público.
De esta forma, la selección argentina sigue sin ganar nada desde la Copa América de 1993, y tampoco podrá representar a Sudamérica en la Copa Confederaciones de Brasil 2013, un año antes del Mundial.
Tampoco se sabe, más allá de lo que afirma Batista de que tiene contrato hasta el Mundial y lo piensa cumplir, si esto será posible cuando no es reconocido por la gente, y no tiene una gran experiencia previa que lo avale, más allá de haber ganado en 2008, la medalla dorada olímpica.
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