Cine y Atlético de Madrid, dos
pasiones o dos delirios, dos aludes empreñados de entusiasmo. Dos tentaciones
de belleza, dos ejercicios de épica, dos maneras de empaparse de mundo desde el
sosiego impostor de una butaca. Dos pócimas que nos procuran el trago
intermitente y suculento de la emoción.
Y sin embargo el cordel que las anuda
no resulta evidente más allá del doble fervor de tantos espectadores.
Aunque el Atlético jugó en El Molinón en un parpadeo de Garci, aunque
Caminero burló a Nadal en un ensueño de Almodóvar. Aunque el camino del Vicente
Calderón a las salas de cine que resisten al embate de los tiempos -como
extremos que apuran la banda, como guardametas que despejan de puños- puede ser
breve y ligero.
En realidad el cine raramente ha sido
capaz de recrear la epopeya y la lírica del fútbol. Nos reímos en “El
fenómeno”, nos conmovimos en “Evasión o Victoria”, nos alegramos en “Fiebre en
las gradas”. Y de alguna manera disfrutamos con “Once pares de botas”, “Días de
fútbol”, “Quiero ser como Beckham”, o “El penalty más largo del mundo”. Pero
ninguna consiguió devolvernos el regusto a pólvora y a lumbre que nos invade
cuando juega nuestro Equipo.
De entre el amplio inventario de los
deportes, solamente el boxeo parece tener una muy digna prolongación en los
recodos de la pantalla. Jóvenes menesterosos en pos de una oportunidad, damas
maléficas o angelicales, empresarios sin remilgos, dibujan los planos
memorables de “Más dura será la caída”, “Rocco y sus hermanos”, “Toro salvaje”,
o “Million Dollar Baby”. Títulos, estos sí, de antología.
Y nosotros, que desde tantos domingos
vivimos en sesión continua las proezas y los infortunios de nuestro Atleti,
anhelamos revivir nuestro ardor en la atmósfera nebulosa de un cine. Se nos
ocurren decenas de argumentos: Arteche improvisa dos goles de mil pares de
paraguas, Hasselbaink llora por todos nosotros con pena máxima, Gabi hinca la
bandera rojiblanca en la médula del eterno rival.
O el Atlético vence –gol a gol,
fotograma a fotograma- la final de la Copa de Europa. Y yo gozo imaginando –el
cine es una máquina de sueños- que de mi bota nace el gol de la victoria.
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