Los minutos finales del partido de Liga ante el
Leganés en el Camp Nou se parecieron mucho a aquellas crisis del pasado,
previas a la llegada de Frank Rikjaard como entrenador, cuando el Barcelona se
acercaba al final de una mala campaña y el ambiente iba mostrando primero su
desazón y luego, su descontento.
Fue una durísima semana para el Barcelona porque
pocos esperaban una goleada en contra como la que padeció ante el PSG en París
por la Champions League, que lo deja con un pie y medio fuera del principal
objetivo de cada temporada pero además, en una instancia casi desconocida del
club: en los octavos de final.
Y sin embargo, no es el hecho estadístico lo peor,
si bien ya en la temporada pasada había quedado fuera ante el Atlético
Madrid-próximo rival en la Liga, y en el Vicente Calderón-, sino la sensación
que viene transmitiendo el equipo desde hace mucho tiempo, y es que no hay un
sustento colectivo a tantos excelentes jugadores titulares, si bien seguimos
insistiendo, como esta columna fue opinando desde hace ya mucho tiempo, que no
todas las posiciones están bien cubiertas y que no hay un recambio suficiente.
Lo cierto es que por la Champions y en el
contundente 4-0 de París, el PSG puso en evidencia que el Barcelona puede
ubicarse en los puestos de vanguardia de la Liga Española, en la que sigue
segundo aunque el Real Madrid podría alejarse hasta a siete puntos de ventaja
cuando quedarían 15 partidos para el final y teniendo que jugar el Clásico en
el Santiago Bernabeu, es decir que la diferencia es sustancial, pero ese
segundo puesto de los azulgranas no significa demasiado.
El Barcelona y el Real Madrid tienen plantillas
carísimas contra las que ningún otro club puede competir demasiado desde el
origen por las enormes diferencias económicas basadas en sus potenciales pero
también en las enormes distancias que existen en los cobros por los derechos de
TV.
Pero es claro que este Barcelona de este tiempo, a
la hora de la verdad y ante equipos sólidos como el PSG (especialmente esta
temporada con un muy buen entrenador en el
banquillo como el español Unai Emery), pero también el propio Real
Madrid, o el Bayern Munich, o Tottenham, Chelsea, o Manchester City o la
Juventus, puede atravesar serios problemas porque a esos niveles, se necesita
mucho más que estrellas.
Lo que hace falta es un juego colectivo, saber qué se
pretende, y eso, con Luis Enrique, nunca ocurrió, aunque recién comienza a
estallar ahora y ya los propios medios deportivos catalanes no lo sostienen y
ya realizan encuestas buscándole reemplazante para la temporada que viene.
Ante el Leganés, con una victoria en casa y en el
último minuto con un penalti que convirtió Lionel Messi, aparecieron todos los
signos de la crisis incipiente, que si no termina de estallar es porque queda
una muy leve esperanza para la vuelta ante el PSG el 8 de marzo en el Camp Nou,
pero la mayoría admite que con este nivel, esa remontada es casi imposible.
Desde la entrada más pobre del Camp Nou en Liga en
toda la temporada (63.378 espectadores), la silbatina a Andrés Gomes cuando fue
reemplazado, otra para tapar los cánticos de la grada de animación a favor de
Luis Enrique, y hasta la contradicción entre el portero alemán André Ter Stegen
(de gran actuación), que sostuvo que no entiende los pitidos del estadio cuando
Luis Enrique dijo que los entendía, el ambiente no es para nada el mejor. Y tal
vez el símbolo más claro es que Messi ni siquiera gritó el gol que le dio el
triunfo a su equipo y la chance de continuar segundo en la tabla por otra
semana.
Lo sostuvimos y lo volvemos a escribir: este
Barcelona no reúne más de quince jugadores de un nivel acorde a su historia:
acaso los dos porteros, los cuatro centrales y Jordi Alba, Sergio Roberto, como
volante derecho, más Sergio Busquets, Andrés Iniesta y un Rakitic que hoy está
muy lejos del que fue, Arda Turán y el tridente sudamericano.
El resto de los jugadores son producto de malas
decisiones en los fichajes y también de ventas equivocadas, como las de Alexis
Sánchez pero especialmente la de Thiago Alcántara, pero lo principal sigue
pasando por la falta de idea de juego y queda claro que aún con algunos
jugadores excelentes, sin una base es muy difícil llegar muy lejos.
Algunos hablan de un fin de ciclo, que consideramos
que se trata de un concepto exagerado. Los ciclos los suelen dar los jugadores
y el Barcelona, como se mencionó, tiene muchos y puede rodearlos mejor y en
todo caso, el cambio de entrenador puede determinarle una riqueza mayor en el
juego y siempre, respetando una filosofía que generó admiración en el mundo
entero.
Es decir que creemos que se trata del fin de una
etapa, la de Luis Enrique, quien mientras pudo, administró una plantilla con
jugadores de mucha experiencia, pero que no pudo sacarle más jugo.
Estos jugadores deben recuperar la motivación, el
nivel colectivo que han tenido, pero para eso se necesita otro tipo de
entrenador, con otras capacidades tácticas y motivacionales y también es claro
que el Barcelona necesita fortificar su banda derecha y tener un banquillo de
garantías y que no dependa tanto de tan pocos jugadores, por más determinantes
que estos sean.
Hasta la presión cerca de la portería rival fue
perdiendo el Barcelona, que desde hace mucho que parece desinflado, tal vez
consciente de que esta temporada no está para mucho más.
En las tribunas del Camp Nou, la gente se da cuenta
de todo esto porque el estado de ánimo se transmite desde el campo hacia afuera
y en el Barcelona, esto ya es demasiado evidente.
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