Lejos de aquellos tiempos de esplendor que parecen
lejanos pero en realidad ocurrieron a principios de este siglo, con dos Ligas
españolas ganadas en 2002 y 2004, y nada menos que dos finales de Champions
League en 2000 y 2001, el Valencia navega en una tormenta que no tiene fin.
Hoy, el Valencia no sólo se encuentra en el puesto
16 de la tabla de la Liga, mucho más cerca de las posiciones de descenso a
Segunda (a tan sólo 6 del Sporting Gijón) que de las de vanguardia pero esos
son sólo números. La realidad es que viene soportando un desastre institucional
que lo va hundiendo también en lo deportivo.
Durante el fin de semana que pasó, puede decirse que
futbolísticamente tocó fondo. La durísima derrota de 0-4 ante el Eibar lo puso
en la mira de toda Europa, que observa no sin alguna sorpresa todavía, cómo el
equipo “Che”, con todo el potencial que tiene, con una plantilla de jugadores
muy cotizados, no puede enderezar el rumbo.
Es difícil entender desde lo futbolístico que
jugadores como Nani, Munir, Dani Parejo, Diego Alves, Gayá, Garay, Mandala,
Enzo Pérez, Mario Suárez, Santi Mina, Montoya o Siqueira, que forman parte de
la cuarta plantilla más cara de España y que insume gastos por 150 millones de
euros anuales, puedan atravesar una etapa tan negativa, pero para esto, hay que
ir al origen y éste tiene relación mucho más con lo institucional.
Lo cierto es que la situación del Valencia es un
alerta roja para todas aquellas instituciones (europeas y de otros continentes)
que creen que se puede atraer capitales privados como una solución simple a sus
problemas económicos y financieros, y un ejemplo de cómo una mala gestión, a
partir del desconocimiento del aspecto deportivo, puede derivar en un auténtico
desastre.
“Cometimos el error de confundir al Valencia con una
empresa convencional y no pusimos énfasis en los aspectos puramente deportivos”,
llegó a admitir Anil Murthy, ingeniero electrónico de profesión y consejero
ejecutivo así como mano derecha del presidente del dueño de las acciones del
club, el magnate de Singapur Peter Lim, quien hace un año que no aparece por
Mestalla.
“Descubrimos que el fútbol es un negocio básico.
Todo se resume en gestionar las ambiciones de un grupo de gente muy joven, los
jugadores”, sostiene el dirigente, quien de todos modos parece simplificar
demasiado un asunto del que hay que conocer de antemano, y no llegar a la nueva
función a experimentar, porque las consecuencias están a la vista.
No alcanza entonces con que un día haya llegado
Peter Lim a comprar el 70 por ciento de
las acciones del Valencia que ya estaban en manos de Bankia, en lo que ya era
el inicio de la catástrofe: que el capital de un club esté en manos de un
banco, que luego debió ser rescatado por el Estado. Es decir que no sólo es una cuestión de
insuflar capital sino de tener un proyecto claro y saber qué se pretende para
un club con semejante trayectoria.
Así fue que cuando en julio de 2015 fue despedido el
entonces director deportivo Amadeo Salvo, se produjo la definitiva aparición en
escena de uno de los más poderosos agentes de futbolistas del mundo, el portugués Jorge Mendes, quien no sólo
impuso al nuevo entrenador en connivencia con Lim (su compatriota Nuno Espíritu
Santo), sino también hizo gastar al club en fichajes muy caros como Rodrigo (30
millones de euros), Negredo (28), Abdennour (22), Gomes (20), Joao Cancelo
(15), o Enzo Pérez (25).
Sin embargo, Nuno fue despedido apenas cuatro meses
y medio más tarde, y en diciembre asumió el ex jugador del Manchester United
Gary Neville, amigo y socio de Lim, sin ninguna experiencia como entrenador.
Tampoco funcionó y lo mismo ocurrió con el italiano Cesare Prandelli, que a su
vez trajo su propia línea de juego, y lo que determinó la designación de Paco
Ayestarán, que acaba de salir de su cargo por otra sucesión de malos resultados
y porque la crisis sigue en aumento, al punto de que también se fue el director
deportivo Jesús García Pitarch.
Todo es un enorme caos. Jaime Ortí, presidente de
los tiempos gloriosos de principios de siglo, cree que todo comenzó “cuando fue designado Nuno como
entrenador, y éste se opuso a dos ex jugadores de los grandes momentos del club
como Roberto Ayala y Rufete, que junto a Salvo trajeron dos defensores de
jerarquía como Otamendi y Mustafi, que fueron transferidos luego en fortunas
(el primero al Manchester City y el segundo, al Arsenal)”.
Pocos entienden que el Valencia pueda encontrarse en
esta situación con la actual plantilla pero además, luego de haber transferido
en el último tiempo jugadores como Albiol, David Villa, Silva, Mata, Jordi
Alba, Soldado, pablo Hernández, Mathieu, Gómez o Paco Alcácer (quien habría
sido presionado para que dijera públicamente que se quería ir cuando no era su
voluntad).
La crisis es tan grande que hasta se tomaron medidas
restrictivas para la prensa en el campo deportivo de Paterna y el departamento
comercial del club fue perdiendo 7 millones de euros por campaña al no haber
ingresos por resultados deportivos y por la distancia de socios y abonados a
partir de la pobre imagen institucional. Apenas la TV sostiene parte de la
economía.
Hasta Mario Kempes, cuya gigantografía preside la entrada
a Mestalla, uno de los mejores jugadores de la historia del club, dos veces
máximo goleador de la Liga, ganador de una Copa del Rey, una Recopa y una
Supercopa de Europa entre 1976 y 1984 (en ese tiempo fue campeón mundial con
Argentina en 1978) perdió su puesto de embajador del club con la excusa de que
no vive en España sino en los Estados Unidos, donde es comentarista de la
cadena ESPN.
“Señores, lamentablemente están en presencia de un
equipo que está perdido. No hay dirección y son pocas las ganas que se ven”,
llegó a decir Kempes sobre el desempeño del equipo tras la goleada en contra
ante el Eibar. El argentino también dijo que lo que le ocurre al Valencia “no
se lo deseo ni a mi peor enemigo”.
Pero esta conducción errática no pudo cuidar
siquiera a una figura como el “Matador”.
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