domingo, 5 de febrero de 2017

La crisis del Valencia es una luz roja a los capitales privados en el fútbol (Yahoo)




Lejos de aquellos tiempos de esplendor que parecen lejanos pero en realidad ocurrieron a principios de este siglo, con dos Ligas españolas ganadas en 2002 y 2004, y nada menos que dos finales de Champions League en 2000 y 2001, el Valencia navega en una tormenta que no tiene fin.

Hoy, el Valencia no sólo se encuentra en el puesto 16 de la tabla de la Liga, mucho más cerca de las posiciones de descenso a Segunda (a tan sólo 6 del Sporting Gijón) que de las de vanguardia pero esos son sólo números. La realidad es que viene soportando un desastre institucional que lo va hundiendo también en lo deportivo.

Durante el fin de semana que pasó, puede decirse que futbolísticamente tocó fondo. La durísima derrota de 0-4 ante el Eibar lo puso en la mira de toda Europa, que observa no sin alguna sorpresa todavía, cómo el equipo “Che”, con todo el potencial que tiene, con una plantilla de jugadores muy cotizados, no puede enderezar el rumbo.

Es difícil entender desde lo futbolístico que jugadores como Nani, Munir, Dani Parejo, Diego Alves, Gayá, Garay, Mandala, Enzo Pérez, Mario Suárez, Santi Mina, Montoya o Siqueira, que forman parte de la cuarta plantilla más cara de España y que insume gastos por 150 millones de euros anuales, puedan atravesar una etapa tan negativa, pero para esto, hay que ir al origen y éste tiene relación mucho más con lo institucional.

Lo cierto es que la situación del Valencia es un alerta roja para todas aquellas instituciones (europeas y de otros continentes) que creen que se puede atraer capitales privados como una solución simple a sus problemas económicos y financieros, y un ejemplo de cómo una mala gestión, a partir del desconocimiento del aspecto deportivo, puede derivar en un auténtico desastre.

“Cometimos el error de confundir al Valencia con una empresa convencional y no pusimos énfasis en los aspectos puramente deportivos”, llegó a admitir Anil Murthy, ingeniero electrónico de profesión y consejero ejecutivo así como mano derecha del presidente del dueño de las acciones del club, el magnate de Singapur Peter Lim, quien hace un año que no aparece por Mestalla.

“Descubrimos que el fútbol es un negocio básico. Todo se resume en gestionar las ambiciones de un grupo de gente muy joven, los jugadores”, sostiene el dirigente, quien de todos modos parece simplificar demasiado un asunto del que hay que conocer de antemano, y no llegar a la nueva función a experimentar, porque las consecuencias están a la vista.

No alcanza entonces con que un día haya llegado Peter Lim a comprar  el 70 por ciento de las acciones del Valencia que ya estaban en manos de Bankia, en lo que ya era el inicio de la catástrofe: que el capital de un club esté en manos de un banco, que luego debió ser rescatado por el Estado.  Es decir que no sólo es una cuestión de insuflar capital sino de tener un proyecto claro y saber qué se pretende para un club con semejante trayectoria.

Así fue que cuando en julio de 2015 fue despedido el entonces director deportivo Amadeo Salvo, se produjo la definitiva aparición en escena de uno de los más poderosos agentes de futbolistas del mundo,  el portugués Jorge Mendes, quien no sólo impuso al nuevo entrenador en connivencia con Lim (su compatriota Nuno Espíritu Santo), sino también hizo gastar al club en fichajes muy caros como Rodrigo (30 millones de euros), Negredo (28), Abdennour (22), Gomes (20), Joao Cancelo (15), o Enzo Pérez (25).

Sin embargo, Nuno fue despedido apenas cuatro meses y medio más tarde, y en diciembre asumió el ex jugador del Manchester United Gary Neville, amigo y socio de Lim, sin ninguna experiencia como entrenador. Tampoco funcionó y lo mismo ocurrió con el italiano Cesare Prandelli, que a su vez trajo su propia línea de juego, y lo que determinó la designación de Paco Ayestarán, que acaba de salir de su cargo por otra sucesión de malos resultados y porque la crisis sigue en aumento, al punto de que también se fue el director deportivo Jesús García Pitarch.

Todo es un enorme caos. Jaime Ortí, presidente de los tiempos gloriosos de principios de siglo, cree que  todo comenzó “cuando fue designado Nuno como entrenador, y éste se opuso a dos ex jugadores de los grandes momentos del club como Roberto Ayala y Rufete, que junto a Salvo trajeron dos defensores de jerarquía como Otamendi y Mustafi, que fueron transferidos luego en fortunas (el primero al Manchester City y el segundo, al Arsenal)”.

Pocos entienden que el Valencia pueda encontrarse en esta situación con la actual plantilla pero además, luego de haber transferido en el último tiempo jugadores como Albiol, David Villa, Silva, Mata, Jordi Alba, Soldado, pablo Hernández, Mathieu, Gómez o Paco Alcácer (quien habría sido presionado para que dijera públicamente que se quería ir cuando no era su voluntad).

La crisis es tan grande que hasta se tomaron medidas restrictivas para la prensa en el campo deportivo de Paterna y el departamento comercial del club fue perdiendo 7 millones de euros por campaña al no haber ingresos por resultados deportivos y por la distancia de socios y abonados a partir de la pobre imagen institucional. Apenas la TV sostiene parte de la economía.

Hasta Mario Kempes, cuya gigantografía preside la entrada a Mestalla, uno de los mejores jugadores de la historia del club, dos veces máximo goleador de la Liga, ganador de una Copa del Rey, una Recopa y una Supercopa de Europa entre 1976 y 1984 (en ese tiempo fue campeón mundial con Argentina en 1978) perdió su puesto de embajador del club con la excusa de que no vive en España sino en los Estados Unidos, donde es comentarista de la cadena ESPN.

“Señores, lamentablemente están en presencia de un equipo que está perdido. No hay dirección y son pocas las ganas que se ven”, llegó a decir Kempes sobre el desempeño del equipo tras la goleada en contra ante el Eibar. El argentino también dijo que lo que le ocurre al Valencia “no se lo deseo ni a mi peor enemigo”.

Pero esta conducción errática no pudo cuidar siquiera a una figura como el “Matador”.



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