Y sucedió lo que era de imaginarse desde el sentido
común: aquella rosca que comenzó en junio de 2016 entre los moyanistas y los
tinellistas para repartirse la AFA y la Superliga, ahora representados por
Claudio “Chiqui” Tapia y la gente ligada al showman televisivo, chocó contra el
muro de la FIFA, que no aceptó las condiciones del nuevo estatuto.
Era absolutamente lógico. Desde el fútbol argentino
se lleva meses con bravatas y mojaduras de oreja a Zurich con ánimo rebelde sin
ninguna base jurídica ni organizacional acerca de que se puede hacer lo que se
quiere desde una federación nacional hacia la casa madre del fútbol mundial. Un
absurdo por donde se lo mirara.
Eso fue lo que desde aquí se advirtió apenas dos
días atrás (ver especialmente los últimos tres párrafos en http://sergiol-nimasnimenos.blogspot.com.ar/2017/02/el-futbol-puede-volver-pero-la-rosca-es.html)
porque desde Buenos Aires se cree, con una total falta de realidad, que en
Zurich no se conoce lo que pasa en la AFA, y es todo lo contrario.
En la última reunión, se había pactado entre los dos
sectores en pugna desde hace un año que se reemplazaría parte del llamado “Grupo
de Interés” por tres integrantes más del sector moyanista, como para que todos
estuvieran contentos porque de todos modos, el reparto político estaba listo
(de ahí que de repente, Rodolfo D’Onofrio aparecía como parte del nuevo Consejo
Directivo de Tapia, siendo del sector contrario desde el origen del conflicto).
La idea era (y sigue siendo), AFA para Tapia,
Superliga para Tinelli (si bien hay un atisbo de esperanza del moyanismo para
que a último momento, Daniel Angelici u otro candidato, le birle esta
posibilidad), pero lo importante para el estatuto era sacarse de encima a los
votantes molestos, independientes, y propuestos por la FIFA, que desde hace
meses a través de su veedor ítalo-suizo Primo Corvaro había informado de un
estatuto vetusto, unitario y antidemocrático.
Pero que la AFA tuviera estas características no le
interesaba a nadie, ni a un sector ni al otro y lo peor, ni siquiera a la
mayoría de los dirigentes de las provincias, quienes se conforman con las
migajas del reparto de algunos puestos del Nacional B, Federal A y Ligas del
Interior.
Por eso, la rosca siempre fue por cargos y por el
reparto del poder y jamás pensando en mejorar las estructuras de la AFA y
entonces, así como en junio de 2016, a horas de la final de la Copa América
Extra de los Estados Unidos, una anterior mojadura de oreja que involucró a la
jueza María Servini molestó sobremanera al presidente de la FIFA, Gianni Infantino,
y todo tuvo que ir para atrás y se retiró la candidatura in extremis de Damián
Dupiellet (que pasó casi al anonimato desde aquella exposición sin sentido),
ahora se volvió a creer que con amenazas como la de votar con el viejo estatuto
o con roscas de repartos de cargo, Zurich se tragaría el sapo.
Por el contrario. Aunque cueste entenderlo desde los
dirigentes del fútbol argentino, la FIFA intenta que en todas las federaciones
haya un estatuto no sólo renovado sino que responda a cuestiones elementales de
representatividad y la AFA, desde hace ya muchísimos años, se transformó en una
entidad presidencialista y en la que todo se resuelve desde arriba, o a lo
sumo, en una mesa y muy pocas sillas.
De hecho, la gran mayoría de los dirigentes miró
primero de reojo a Corvaro cuando éste comenzó a plantear que hace falta que en
el nuevo estatuto, voten los árbitros, el fútbol sala, el fútbol femenino, los
directores técnicos o los jugadores.
Los dirigentes no están acostumbrados a esto sino a
mandar ellos mismos. A llamar para tachar árbitros o para pedir ayuda en los
partidos claves, o para acordar colgar a los jugadores que pelean por salarios
mejores o que todo el plantel cobre al día, o para aquel “díscolo” que ose
pretender quedar en libertad de acción.
Por eso, esta decisión de la FIFA de devolver el
estatuto acordado en una rosca es un gran golpe de autoridad de Infantino y una
señal de que si los dirigentes del fútbol argentino desean que vuelva pronto el
torneo, no tendrán otra opción, por fin, que amoldarse a lo que Zurich
determine y por eso ahora todos cierran filas para que se vote tal cual lo que
dice la casa mayor del fútbol mundial en la Asamblea del 24 de febrero.
No los une el amor, sino el espanto. Y por eso,
también ahora van entendiendo que para votar un nuevo presidente, deberán pasar
45 días como mínimo desde que se convoque, es decir que no antes del 10 de
abril, lo cual se acerca muchísimo a aquello que dijo Corvaro en día que se
presentó el Comité de Regularización en la AFA: que el plazo de entrega del
poder es el 30 de junio de 2017.
Y aunque tantas veces los dirigentes anunciaron que
todo se adelantaría mucho, ya vemos que todo fue como se dijo desde el inicio,
como tantas veces se reiteró en este blog.
El fútbol argentino va terminando de entender que
por una vez, un poder más fuerte le marcó la cancha, y si ese poder existe es
justamente por los desaguisados de los dirigentes locales, que derivaron en
esta rara intervención.
Habrá que ver ahora, desde el punto de vista de las
demás consecuencias, cómo deriva este rechazo del estatuto propuesto en cuanto
a la apertura de sobres con la oferta por los derechos de TV y demás temas
pendientes.
Y aún cabe preguntarse si aunque el lunes próximo se
pueda consensuar el estatuto definitivo, no será que la FIFA tampoco acepte a
algún candidato de la lista de “falsa unidad” para gobernar la AFA, porque hay
que recordar que cada dirigente debe pasar ahora por el Comité de Etica, que
analizará su curriculum.
Está claro dónde está el poder del fútbol, mucho más
allá de roscas ocasionales por el poder.
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