Ni siquiera en tiempos remotos y más amateurs hubo
tranquilidad en los sorteos del Mundial. Los intereses siempre estuvieron a la
orden del día y así como mañana en el Palacio del Kremlin en Moscú muchos
depositarán sus esperanzas de que las bolillas los favorezcan, por azar o por
influencias, no puede decirse que en el fútbol internacional esto sea una
novedad.
Si para el primer Mundial, el de Uruguay 1930, ya
hubo problemas porque el delegado belga Vandervelck se quejó de que su
selección no fuera una de las cuatro cabezas de serie pese a haber sido campeón
olímpico en 1920 y sí lo fueron Paraguay
y Estados Unidos en el mismo grupo, ¿qué se puede esperar ahora que participan
32 equipos en ocho zonas de cuatro, con todo el dinero que reciben y la
expectativa que hay en todo el planeta?
Así como Vandervelck no tuvo pruritos en pedir una
cabeza de serie pese a que luego, por esas casualidades, Bélgica quedó última
justo en el grupo de Paraguay y Estados Unidos –los otros cabezas de serie
fueron Uruguay, Argentina y Brasil y sólo participaron 4 europeos en el segundo
bombo- otra suspicacia se generó para Francia 1938 cuando el encargado de sacar
las bolillas fue nada menos que Yves, el nieto del presidente de la FIFA, Jules
Rimet, quien además era francés cuando el Mundial se jugaría en su país.
Justamente ese Mundial, el de 1938, debía disputarse
en la Argentina por el acuerdo entre los dos continentes que manejaban el
fútbol mundial desde el nacimiento de la FIFA en 1904, Europa y Sudamérica. Si
en 1930 el Mundial había sido en Uruguay y en 1934 en Italia, claramente 1938
era para Argentina, subcampeón olímpico en 1928 y subcampeón mundial en 1930 y
que había participado de los dos Mundiales hasta ese momento (1930 y 1934) pero
su dirigencia cometió un error de cálculo muy grave y acabó perdiendo la
votación ante Francia.
Los franceses argumentaron en el Congreso en el que
se decidió la sede que había que contraponerle a la Alemania nazi, que estaba
por organizar los Juegos Olímpicos de Berlín en 1936 una fiesta del deporte
democrática, y entonces era fundamental que Europa tuviera una sede para el
fútbol. Para convencer a la dirigencia de eso, envió una misión diplomática. En
cambio, la AFA se contentó con el envío de una delegación futbolera con el
argumento de la alternancia de las sedes. Esta votación por Francia enojaría
tanto al fútbol argentino que ya se aislaría de los Mundiales hasta Suecia
1958.
Otro escandalete se produjo para el sorteo del
Mundial de Inglaterra 1966, el primero en ser televisado desde el Royal Garden
Hotel en Londres, cuando las federaciones africanas amenazaron con un boicot
porque no participó ninguna selección de este continente en el torneo.
Ese sorteo de 1966 dio como posible cruce para
cuartos de final (participaban 16 países) al local contra Argentina y a
Alemania contra Uruguay, luego de haberse enfrentado cruzados en la fase de
grupos. Alemania no había podido con Argentina (0-0) e Inglaterra, tampoco ante
Uruguay (0-0), así es que para los cuartos de final, al Alemania-Uruguay (4-0)
lo dirigió un inglés (Finney) y al Inglaterra-Argentina (1-0) un alemán
(Kreitlein) con los escándalos ya conocidos. Luego, Alemania sería eliminada en
la final por los ingleses en otro escándalo.
Pero cuanto más circo, más show. Para el Mundial
1978, extrañamente a la selección argentina, local, le tocó tres europeas
(Italia, Francia y Hungría), pero claro que una vez superada esta fase, ya en
Rosario aparecía Brasil como único escollo a la final y los locales jugaron la
última fecha de la segunda rueda ante Perú sabiendo cuántos goles tenían que
marcar, con una inaceptable ventaja deportiva .
El sorteo para México 1986 no es recordado por los
escándalos pero sí porque el país salía del tremendo impacto del terremoto que
casi lo deja sin Mundial, y porque fue allí cuando Julio Grondona, que llevaba
seis años en la AFA, recompuso su muy mala relación con el entonces presidente
de la FIFA, Joao Havelange, y en gran parte por efectos del más puro azar.
Sucedió que Havelange estaba harto del veterano
dirigente peruano Teófilo Salinas como presidente de la Conmebol y le pidió la
renuncia y en ese momento, Grondona se preparó para sucederlo. Consultado
Havelange, éste lo envió a visitar a Salinas a su casa en Lima y allí es donde
Don Julio pensó que había recibido la bendición de la sucesión pero no pudo
creerlo cuando al poco tiempo recibió un llamado en el que el todavía titular
de la Conmebol le informaba que Havelange se había decantado por el uruguayo
Eduardo Rocca Couture. La explicación fue que Rocca “es un íntimo amigo de Joao
y no hubo nada que hacer, ya se lo tenía prometido”.
Así fue que cuando fue entronizado Rocca Couture, en
el Congreso de la Conmebol siguiente, en Chile, Grondona y su amigo Eduardo
Deluca, secretario general de la AFA, arremetieron duramente contra Havelange
en lo que parecía una relación tormentosa de cara a futuro.
Pero el azar es poderoso. Y a los pocos meses,
Havelange se molestó mucho con Rocca Couture al enterarse de que éste había
permitido que Chile vendiera la sede de su Mundial sub-20 a la Unión Soviética,
gracias a la influencia de Coca Cola, interesada en penetrar en la Cortina de
Hierro. Así es que decretó el pronto “no va más” y citó a Don Julio al sorteo
de diciembre de 1985 y allí se selló la amistad.
Cuatro años más tarde, algunas cosas habían
cambiado. En especial, que Argentina llegaba al sorteo de diciembre de 1989 en
Roma como campeona del mundo, con Diego Maradona en lo más alto, y con Daniel
Passarella entre los que extrajeron bolillas porque ya era una gran figura del
Calcio. Y con la espectacular Sofía Loren en el escenario.
Fue allí cuando un Maradona que ya se había
enfrentado a la FIFA en México 1986 por los horarios de los partidos, la altura
y el calor, ahora salía a decir en medio de la “alfombra roja” que “todo estaba
arreglado” y que no creía en el sorteo y desafiaba al entonces secretario
general, Joseph Blatter, a que se animara a sancionarlo por lo que había dicho,
pero se encontró con un silencio general.
Distinto a lo que ocurriría años más tarde, en el
sorteo del Mundial de Japón-Corea 2002, muchos le cargaron a Grondona el pésimo
grupo inicial que le había tocado a la selección argentina. Nadie entendía cómo
podía ser que Inglaterra (también campeón del mundo en el pasado), Suecia
(invicta en la clasificación europea) y una potencia africana como Nigeria
compartieran la zona, y de hecho, fue la única vez desde 1962 que el equipo
albiceleste no se clasificaba para los octavos de final aún cuando era
considerado claro candidato al título.
Pero si para 2001 le llovieron críticas a
Grondona, todo lo contrario ocurrió en
el Mundial pasado, cuando extrañamente, a la selección argentina le tocaron
casi todos los rivales contra los que había jugado amistosos en los años
previos (Bosnia, Nigeria, Suiza, e incluso si no era Suiza, en octavos le
habría tocado Ecuador contra el que también jugó) y además, casi no tenía que
trasladarse a zonas muy nórdicas del Brasil, sino apenas jugaba casi siempre en
el Maracaná de Río de Janeiro, el Arena Corinthians en San pablo o en Porto
Alegre.
Parecía hecho con “la mano de Dios” o tal vez,
alguna otra menos santa. Lo cierto es que al terminar la ceremonia en la exclusiva
Costa do Sauipe, en Bahía, se vio en las primeras filas al dirigente de Boca
Juniors Juan Carlos Crespi tocándose los hombros con los dedos y luego, dirigiéndolos
a Don Julio tirándole besos como marcándole el grado de poder del máximo
dirigente de la AFA y número 2 de la FIFA.
Si bien Blatter insistió en estos años, una vez que
fue desplazado de la FIFA, que nunca hubo manipulación en los sorteos y que en
cambio sí lo observó en los de la UEFA, cuesta mucho creer que generalmente los
locales sean tan afortunados que no sólo siempre tienen grupos accesibles para
clasificarse a la fase siguiente y así asegurar una buena venta de entradas,
sino que siguen teniendo el camino allanado hasta bastante avanzado el torneo.
Es que nunca quedó claro, por ejemplo, aquel
episodio para Sudáfrica 2010 cuando el alemán Lottar Matthaeus tuvo que pedir
perdón cuando las cámaras de TV alemanas tomaron el momento en el que metía la
mano en el bolillero, tomaba una de las bolillas y la dejaba adentro para tomar
otra y tardar varios segundos, algo que se repitió en cámara lenta.
El “Matador” Mario Kempes, por ejemplo, insiste y es
creíble en que para el Mundial 2014 él tomó una bolilla inocentemente y se la
cedió al maestro de ceremonias, Jerome Valcke, por entonces secretario general
de la FIFA, pero más de uno observó que el tema no eran las bolillas sino que
detrás del funcionario (echado dos veces del organismo por corrupción) no había
ninguna cámara y que pudo haber tirado lo que recibía y en cambio ya tenía la
tirita preparada con el nombre del país ante cada situación. Suspicacias nunca
faltan.
O tal vez se acaben si mañana, en el Kremlin, por
una vez Rusia aparece complicada y en un grupo inaccesible. ¿Sucederá alguna
vez que el local se perjudique? La FIFA
insiste con que la limpieza ha llegado luego de tantos años de dudas.
Es un buen momento para que los hechos comiencen
ademostrarlo.