domingo, 26 de noviembre de 2017

La Liga Española debe replantearse muchas cosas si pretende ser la mejor (Yahoo)




Corrían 29 minutos de la primera parte cuando el Barcelona, en desventaja, se acercaba cada vez más a la portería del Valencia. En ese momento, un remate de Lionel Messi que no parecía tan complicado para el portero Neto, terminó con el balón escapándole a su cuerpo y cuando reaccionó, ya había traspasado la línea de gol. Era el 0-1 pero ni el árbitro Iglesias Villanueva ni su asistente Ramos Ferreiro lo alcanzaron a advertir.

Fue muy claro que la pelota había ingresado en su totalidad en la portería del Valencia pero el gol no fue anotado para el Barcelona, que acabó empatando 1-1 y esta situación marca una tendencia, porque la Liga Española tampoco utiliza el Video Asistance Referee (VAR) ni tampoco la “Goal Technology” para determinar si el balón ingresó o no al arco.

En otras palabras, una Liga como la Española, que busca por todos los medios ampliar la cantidad de asistentes a los estadios y el espectro de su venta a distintos países del mundo para lo cual se replantea horarios de inicio de sus partidos y hasta multas para aquellos clubes que no tengan un promedio determinado de espectadores, al mismo tiempo no parece plantearse muy a fondo el uso de la tecnología y permanece anclada en el Siglo XX para decisiones trascendentes como lo ocurrido en el Valencia-Barcelona.

Cuesta entender que con horarios de inicio que buscan competir con una Liga tan ordenada y prolija como la Premier League, por ejemplo en el continente asiático, los arbitrajes sigan basados en un criterio “artesanal” que sigue basándose en el ojo humano, algo que ya la propia FIFA viene desechando, para tratar de adoptar la tecnología como ya utilizan casi todos los deportes que han evolucionado en este tiempo.

Puede argumentarse que el VAR recién está siendo probado en algunas ligas como la italiana o la alemana, pero distinto es el caso para determinar si el balón traspasó o no la última línea. Ese no parece un sistema tan caro ni difícil de implementar, especialmente si se quiere mostrar un alto nivel como para respaldar un producto al que se denomina “la mejor liga del mundo” y que provee al actual campeón de Europa y del mundo, el Real Madrid y cuyos equipos han ganado las cuatro últimas Champions y los tres últimos Mundiales de Clubes.

Es más, en este tiempo, en la Argentina se acaba de implementar, para la temporada 2017/18 la llamada “Superliga” que tiene una neta influencia del presidente de la Liga de Fútbol Profesional (LFP) español, Javier Tebas Medrano, quien viaja permanentemente para aconsejar a los dirigentes sudamericanos todos los aspectos de la organización.

Uno de los aspectos que más se estudian es el de la cantidad de asistentes a los distintos estadios. Durante esta temporada, por ejemplo, el Celta de Vigo no pudo llegar a completar el 70 por ciento del sector de plateas más visibles para la transmisión por TV de los dos primeros partidos jugados en Balaídos contra Real Sociedad y Alavés, es decir que la imagen que se transmitió al mundo es que en España los estadios no se llenan.

Pese a esto, si lo analizamos bien, las cifras de asistentes a esos dos partidos no fueron para nada bajas. Ante la Real Sociedad asistieron 16.961 espectadores según cifras oficiales, y ante Alavés, 17.384, que para un club de los llamados “de clase media” de la Liga, es una cifra aceptable y superior al promedio de asistencia por partido de la temporada anterior, la 2016/17.

Sin embargo, nada de eso importó a la LFP, que multó al Celta por no llegar al 70 por ciento de la capacidad de su estadio porque lo que más interesa es la imagen hacia afuera que el esfuerzo que pueda estar realizando el club.

Es más, en el caso del Celta, las cifras son aceptables o posibles de mejora, pero si tomáramos por ejemplo el caso del recién ascendido Girona, o el Levante o el Leganés, seguramente será complicado alcanzar una cifra constante que pueda satisfacer los deseos de la LFP por lo cual, se apunta entonces sólo a aquellas entidades que tienen posibilidades económicas y en cambio estarán complicadas aquellas que “sólo” reúnan los requisitos deportivos. Y eso no parece lo más justo porque de lo primero que se trata el fútbol es de un deporte en el que debería imponerse el mejor equipo y no necesariamente el más poderoso.

También la LFP debe replantearse la situación de varios clubes que participan en los principales torneos porque muchos de ellos han sobrevivido gracias a préstamos estatales que por años no presionaron para la devolución del dinero, o mejoraron las situaciones económicas en base a recalificación de terrenos en las zonas en las que están emplazados los estadios o las ciudades deportivas.

Por todas estas razones, cuando escuchamos o leemos que la Liga española es “la mejor del mundo” puede llegar a serlo por el poderío de sus principales equipos, dominadores habituales de las competencias internacionales, pero le queda muchísimo camino en lo estructural para parecerse no sólo a la Premier League sino a la Bundesliga.

Sin el uso de tecnología, por ejemplo, la LFP perderá notoriedad y respeto. De nada vale tener un jugador con cinco Balones de Oro en sus vitrinas cuando un gol convertido por éste no es convalidado porque se sigue dependiendo del ojo humano.


Hay muchísimo, entonces, para replantearse.

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