"Alivio" es la palabra justa para explicar lo que le
sucedía a los jugadores de la selección argentina, a su entrenador Jorge
Sampaoli y luego a los millones de hinchas que lo siguieron por televisión,
salvo un pequeño grupo de residentes en Quito, Ecuador, que acompañó al equipo
durante el triunfo de 1-3 en la última jornada de 18 totales del grupo
clasificatorio al Mundial.
Una jornada antes, apenas, la selección argentina,
con Lionel Messi a la cabeza, se encontraba sexta en la tabla de posiciones de
diez equipos de los que sólo cuatro se clasificaban directamente y un quinto
iba al repechaje ante Nueva Zelanda. Argentina dependía de que Brasil, ya
clasificada, le ganara a Chile y la gente ya no confiaba una vez que un equipo
albiceleste de tantas estrellas no había sido capaz de ganarle a Venezuela, ya
eliminada, en condición de local.
Todo el mundo hablaba de una traba psicológica, por
tantas finales perdidas. Incluso Sampaoli se refería siempre a esto, a que
había demasiada tensión, pero entraba en la misma contradicción porque al mismo
tiempo tampoco había un psicólogo trabajando con la plantilla. Y la pesadilla
parecía ir hasta el final porque en el último y decisivo partido ante un
Ecuador ya eliminado y sólo con jugadores de su liga local, Argentina ya perdía
en tan solo un minuto, hasta que Messi marcó un hat trick y terminó la
pesadilla.
Tal vez lo que le sucede a esta selección argentina,
que consiguió clasificarse angustiosamente para el Mundial de Rusia en la
última jornada de 18 del grupo sudamericano, pueda resumirse en la situación de
Sergio Agüero: Apenas tres años atrás, cuando Alejandro Sabella era el
entrenador, jugaba como extremo izquierdo. Luego del Mundial de Brasil, con
Gerardo Martino, hasta 2016, era considerado centrodelantero. Con Edgardo
Bauza, hasta 2017, se desempeñaba como mediapunta por detrás del nueve, y ahora
con Jorge Sampaoli, otra vez es considerado un centrodelantero, pero más adelantado
que en la etapa anterior.
Lo que se pretende señalar con este ejemplo de
Agüero es que esta selección argentina que tiene en sus filas al mejor jugador
del mundo, Lionel Messi, viene muy golpeada, tanto en lo anímico después de
perder tres finales seguidas (la del Mundial 2014 y la de las Copas Américas
2015 y 2016) y ninguna de ellas en los noventa minutos, en las que siempre
empató 0-0 y luego cayó por un gol en tiempo suplementario (ante Alemania) y
dos veces por penales (ante Chile) y esa es una enorme frustración de la que
muchos no han terminado de salir, y que está relacionada con los permanentes
cambios de entrenador, algo que la está perjudicando muchísimo en su andar.
Un equipo tiene que tener demasiado talento,
demasiada cohesión como grupo, para soportar tantas desilusiones pero a su vez,
tantos cambios de entrenador porque además de lo personal, significa un cambio
de sistema táctico, de filosofía sobre cómo cada uno de ellos observa la forma
de jugar al fútbol y acaba confundiendo a los jugadores, además de que, salvo
una base constante de algunos pocos históricos, cada entrenador tiene sus
preferidos que luego cuando llega su reemplazante, cambia por otros, y entonces
se pierde tiempo.-
Si hay algo que hoy el entrenador Jorge Sampaoli,
quien sólo lleva seis partidos al frente de la selección argentina (cuatro
clasificatorios para el Mundial y los dos recientes amistosos de noviembre)
aunque pareciera que fueran diez años, es que la distancia que sacaron algunas
selecciones como España, Francia o especialmente Alemania, por tiempo de
trabajo siempre con el mismo esquema, filosofía y entrenador, es casi
indescontable y que entonces hay que encontrar tiempo como sea para remediarlo
y no puede haber errores en cada decisión que se tome de aquí al Mundial.
También Sampaoli considera a Brasil con más tiempo
de trabajo, pero en este caso, la diferencia es sólo de meses y motivacional,
porque Tité tampoco comenzó dirigiendo esta última clasificación al Mundial
pero sí ha logrado un nivel de confianza en los jugadores y su público, que
revirtió completamente la imagen derrotista que venía de la mala imagen del
Mundial 2014.
El caso de la selección argentina es diferente. Si
bien logró la clasificación al Mundial en la última jornada, hay una idea generalizada
de que sólo fue gracias al genio de Messi, autor de los tres goles y artífice
de la victoria en una de sus actuaciones consagratorias vestido de celeste y
blanco, pero no existe la misma confianza en el resto de los jugadores.
La creencia general es que es un equipo limitado,
con un genio (Messi) que no encuentra la compañía justa, con tres o cuatro muy
buenos jugadores históricos (Sergio Agüero, Lucas Biglia, Angel Di María), otro
que por su veteranía es respetado pero que atraviesa horas bajas y en un
importante cambio de posición (Javier Mascherano), la certeza de que, aunque no
se cree que sea un portero que pueda ganar partidos, Sergio Romero será el
titular una vez más, y con un grupo de agregados que se va consolidando en la
estructura (Gabriel Mercado, Nicolás Otamendi, Ever Banega, Marcos Acuña y
Paulo Dybala).
Aunque parezca extraño, a esta altura, a tan pocos
meses para el Mundial, Sampaoli insiste en que querría jugar con una defensa de
cuatro jugadores pero que considera que el fútbol argentino no tiene laterales
que den garantías (espera la recuperación de Marcos Rojo, del Manchester
United, que tuvo una larga lesión y ya no convoca a Pablo Zabaleta, que perdió
su lugar, en tanto que Mercado ya juega más como central en el Sevilla), y
entonces sigue manteniendo una línea de sólo tres.
De momento. El sistema táctico que viene utilizando
Sampaoli (con buenos, regulares y malos resultados) es un 3-2-4-1, aunque con
algunas particularidades. Con Romero en
la portería, la idea original es que los tres defensores sean Mercado, Otamendi
y Mascherano. Delante de ellos, una línea de dos mediocentros con mucha
capacidad para salir jugando desde atrás con balón dominado y al ras del suelo
(Banega y Biglia), y delante de ellos, otra línea de dos volantes ya mucho más
cercanos a los atacantes (Messi y en principio era Dybala, pero fue perdiendo
su lugar y en los últimos partidos probó con el joven Giovani Lo Celso, del
PSG).
Por los costados, un jugador por cada banda (Di María asegurado, pero jugaría
por la derecha si Acuña lo hace por la izquierda, y en cambio si no juega
Acuña, Di María pasaría a la izquierda y por la derecha tendría varias opciones
entre Emiliano Rigoni (Zenit), Eduardo Salvio (Benfica), Lautaro Acosta (Lanús)
o Cristian Pavón (Boca Juniors), y Agüero como centrodelantero.
Sampaoli ha hecho ya demasiadas pruebas en seis
partidos y ha sacado algunas conclusiones, y no sólo con el sistema táctico, en
el que observa que por ejemplo, el
equipo tiene serios problemas cuando pierde la pelota y tiene que retroceder
con el contragolpe del adversario, no encuentra un acompañante para Messi en la
segunda línea ofensiva, y tiene demasiadas dudas para la banda derecha, pero
además, es claro que es demasiado el trabajo que deben realizar los que cubren
las bandas y muchas veces llegan exhaustos a la marca y no alcanzan al rival
cuando se acerca a la portería de Romero.
Sin embargo, la gran pregunta que nadie se quiere
formular es qué pasaría si por alguna razón Messi no puede jugar, ya sea por
suspensión (como ocurrió en alguna parte de la clasificación) o por lesión.
Este equipo, sin Messi, ha tenido porcentajes de rendimiento bajísimo porque su
dependencia del genio del Barcelona es prácticamente total.
Se trata de una plantilla muy especial que ha
sufrido mucho, y que al no haber podido ganar ningún título pero habiendo
estado tan cerca, no se ha podido liberar de un gran peso, y varios jugadores
arrastran cuestiones psicológicas que hicieron caer sus rendimientos
(Mascherano lleva siete finales perdidas con la selección argentina, y ninguna
ganada, por ejemplo), y entonces, Messi aparece como salvador incluso de
jugadores que podrían dar mucho más en condiciones normales. Hubo casos como el
de Agüero, que llegó a decir que tal vez sea bueno que no lo convoquen más, o
Messi llegó a renunciar definitivamente tras perder la final de la Copa América
Extra de los Estados Unidos en 2016 y luego, por el desesperado pedido del
público, decidió regresar.
Para la lista definitiva de 23 jugadores para el
Mundial, Sampaoli, que se muestra ahora algo más relajado luego de su andar
hiper activo y nervioso durante la clasificación, tiene ya unos 14 nombres
cerrados. Tiene dos porteros: Romero (Manchester United) y Nahuel Guzmán
(Tigres de México), defensores como Mercado (Sevilla), Mascherano (Barcelona),
Otamendi (Manchester City), Federico Fazio (Roma), mediocentros defensivos como
Banega (Sevilla), Biglia (Milan) y Enzo Pérez (River Plate), volantes ofensivos
como Messi (Barcelona) y Dybala (Juventus), alas por las bandas como Di María
(PSG) y Acuña (Sporting Lisboa), y un centro delantero como Agüero (Manchester
City).
Los otros nueve jugadores saldrán Gerónimo Rulli (Real Sociedad), Agustín
Marchesín (América de México) o Mariano Andújar (Estudiantes de La Plata) como
tercer portero, defensores como Mateo Mussacchio (Milan), Germán Pezzella
(Fiorentina), Ramiro Funes Mori (Everton) –si se recupera de una larga lesión-
como centrales, y Marcos Rojo (Manchester United), Emiliano Insúa (Stuttgart) ,
Fabio Bustos (Independiente) o Nicolás Taglafico (Independiente) como defensas
laterales, Matías Kranevitter (Zenit), Leandro Paredes (Zenit), Pablo Pérez
(Boca Juniors) o Fernando Gago (Boca Juniors) –si se recupera de una lesión
porque recién regresaría para abril- como mediocentros, Lo Celso (PSG) o
Fernando Belluschi (San Lorenzo) como volantes ofensivos, Emiliano Rigoni
(Zenit) o Salvio (Benfica) como alas retrasadas por la banda derecha, y Acosta
(Lanús) y Pavón (Boca Juniors) como alas adelantadas por la misma banda
derecha, Diego Perotti (Roma) como ala izquierda, y finalmente Darío Benedetto
(Boca), Mauro Icardi (Inter) y Gonzalo Higuaín (Juventus) como
centrodelanteros.
Todos los nombres parecen quedar encerrados en esta
lista de posibles con poco espacio para grandes sorpresas pero tratándose
Sampaoli de un entrenador imprevisible, todo puede suceder y acaso haya un
pequeño lugar para dos futuros cracks juveniles con destino europeo: Ezequiel
Barco (volante creativo de Independiente) y Lautaro Martínez (centrodelantero
de Racing Club pretendido por varios clubes de Europa).
Lo concreto es que en muy pocos meses, Sampaoli debe
hacer poco menos que magia y conseguir que un equipo que pasó de jugar al
contragolpe aprovechando el error adversario (Sabella), luego al ataque con
tres delanteros (Martino), y luego otra
vez más conservador (Bauza), ahora quiera tener la pelota el mayor tiempo
posible y si se puede, atacar hasta con siete jugadores, arriesgando incluso no
poder retroceder a tiempo, especialmente por las bandas.
Y el gran desafío que en 1986 se pudo conseguir para
Diego Maradona: que Messi tenga el respaldo, por fin, de un equipo que sepa qué
hacer si él está ausente o muy marcado o en un mal día.
Si en 30 años (1974-2004) la selección argentina
tuvo sólo cinco entrenadores, en los últimos 13 años, tuvo ocho y tres de ellos en los últimos tres años.
Tal vez sea la mejor forma de entender el nivel de
aceleración y demanda del fútbol argentino, que sigue alimentando la ilusión de
ganar su tercer Mundial, aunque no consigue un título oficial desde la Copa
América de 1993.
¿Podrá quebrar, esta vez y pese a todo, tantos años
de desdichas, cortar camino a las potencias, y que Messi levante la Copa del
Mundo?
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