domingo, 24 de octubre de 2010
La FIFA, obligada a dar un paso adelante con la tecnología (Yahoo)
“El IFAB ha decidido no seguir la senda de las tecnologías en la línea de meta, y abandonar las experiencias a este respecto. La pregunta que se han hecho los miembros del IFAB era simple: ‘¿debemos introducir la tecnología en el fútbol, sí o no?’. La respuesta ha sido mayoritariamente ‘no’, aunque no haya suscitado unanimidad”, anunciaba a modo de introducción Jérôme Valcke, secretario general de la FIFA
“Nos hemos puesto todos de acuerdo para decir que la tecnología no debía inundar el fútbol, porque deseamos que el fútbol siga siendo humano, ahí radica su belleza. Los aficionados vuelven a hablar de estos partidos, los recrean”, añadía Patrick Nelson, de la Asociación de Irlanda del Norte.
“Si implantamos esta tecnología en la línea de meta, ¿por qué no en otras situaciones? Los fueras de juego, las acciones discutidas, y se acaba en el vídeo. No es lo que se ha decidido. ¡Queremos conservar el juego tal y como es!”, continuaba Valcke. “No queremos que haya interrupciones constantes”, hacía hincapié Jonathan Ford, de la Asociación Galesa.
Todo esto no ocurrió hace un siglo, sino apenas un año y medio atrás. Lo que medió entre aquellas tajantes declaraciones y este presente, en el que la International Football Association Board (IFAB) acaba de decidir llamar a concurso para la presentación de propuestas de tecnología para determinar si la pelota entró o no al arco, no fue otra cosa que el Mundial de Sudáfrica.
Es tanta la repercusión mediática y social de un Mundial, uno de los acontecimientos más impactantes en todos los sentidos en el planeta, que luego de episodios como el famoso gol anulado a Frank Lampard en el Inglaterra-Alemania, ya no hubo manera de contuinar sosteniendo que “el factor humano” puede resolver por sí solo situaciones límites que cualquier espectador puede reconocer en su misma casa.
El fútbol se ha convertido ya en un fenómeno demasiado importante como para que una injusticia termine imponiéndose en un torneo en el que hay demasiadas cosas en juego y tal vez el hecho de que haya existido este gol anulado a Lampard en un enfrentamiento entre dos seleccionados de tanto peso político en el fútbol, haya sido una “desgracia con suerte” en cuanto a un futuro que comienza a vislumbrarse con mayor justicia, aunque queda demasiado camino por recorrer.
De hecho, si tomamos aquellas palabras de Valcke el pasado 6 de marzo de 2010 en Zurich, durante la 124 Asamblea General anual de la IFAB, el fútbol sigue necesitando terminar con más injusticias resolviéndolas desde la tecnología, especialmente en lo que atañe al offside y al uso de la mano, como aquella flagrante del francés Thierry Henry ante Gales, en la pasada clasificación al Mundial de Sudáfrica.
Pero no parece fácil para la FIFA, que sigue convencida de que el uso de la tecnología empaña el folklore del fútbol al alejar las dudas y con ellas, el debate posterior, algo falso porque como se ha dicho tantas veces, otros deportes masivos han avanzado en estos años sin problemas con nuevos instrumentos que ayudaron a una mayor justicia en el juego y no sólo no caminaron hacia su extinción sino que evolucionaron y sus aficiones encontraron mayor sentido ético en su desarrollo.
La sensación, y más luego de recordar aquellas declaraciones de sus máximos dirigentes apenas en marzo de 2010, es que si la FIFA tomó esta medida de experimentar con la línea de gol (la resolución no debe pasar de un segundo para determinar si la pelota entró al arco o no), fue por sentirse ya presionada por aquel episodio de Lampard y no por su voluntad.
Justamente por eso, insiste con experimentos que intentan tapar el cielo con un pañuelo, como es la de recurrir a dos árbitros asistentes más, llevando a cinco los jueces en un partido, para lo cual ya está realizando experiencias como lo fue la disputa de la Copa del Presidente de la AFC en setiembre pasado, o lo serán el Campeonato Carioca de Brasil de 2011, y los tres próximos torneos oficiales de la liga de México, la actual Copa de Francia así como la Champions League, la Europa League y la Supercopa de Europa de esta temporada y la siguiente.
El gran acertijo es qué hará, o cómo se justificará la FIFA en el caso de no acertar en hechos fundamentales con la presencia de cinco árbitros.
Parece absurdo que un deporte que suscita tanto interés y tanta atracción como el fútbol, siga debatiéndose entre el uso de la tecnología o seguir dependiendo de la subjetividad humana, cuando otros deportes avanzan en el sentido contrario.
Es más, la FIFA sigue escondiendo bajo siete llaves lo que ocurrió exactamente durante la final del Mundial 2006 en Alemania cuando el árbitro argentino Horacio Elizondo expulsó al francés Zinedine Zidane por agresión sin pelota en juego al defensor italiano Marco Materazzi.
Según versiones de muy altas fuentes cercanas a la FIFA, el hecho de que el cuarto árbitro, el español Luis Medina Cantalejo, haya podido avisarle a Elizondo la existencia de la falta (correctamente marcada) se debió pura y exclusivamente a que se había determinado un seguimiento en video a algunos jugadores tops durante lapsos del partido y justo coincidió en que en el momento de la expulsión, era Zidane uno de los jugadores apuntados por el video.
¿Qué hubiera pasado si el jugador seguido era otro? Tal vez nada, apenas una dura protesta de los jugadores italianos por no hacerse justicia con Zidane, o tal vez los propios campeones del mundo, a la postre, hubieran tomado lo ocurrido como una mera circunstancia del juego.
Lo cierto es que Zidane fue expulsado con justicia y gracias a la tecnología, aunque ésta haya sido utilizada por casualidad y aunque oficialmente, se diga que el origen de la aplicación haya sido el ojo humano, cuando incluso la propia FIFA tuvo que desmentir otra versión, que sostenóia que Medina Cantalejo había detectado la falta de Zidane por la pantalla gigante del estadio.
Aún con el uso de la tecnología para detectar si la pelota entró o no al arco, la FIFA recién da sus primeros pasos, y no parece tener mucha voluntad de acelerar. El tiempo dirá si es posible un cambio de rumbo.
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