domingo, 10 de octubre de 2010

Una derrota inesperada que complica el futuro argentino (Yahoo)



Si ya la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) vivía en la turbulencia por la designación del entrenador que llegue hasta la Copa América de 2011 y en lo posible, hasta el Mundial de Brasil 2014, la derrota inesperada y en especial, la manera en que se produjo, con dominio total del equipo japonés en Saitama, determina una mayor confusión cuando se acerca el momento de la decisión, antes de fin de mes.

Cuando para muchos Sergio Batista tenía el camino expedito para ser ratificado, especialmente porque cuenta con el inestimable respaldo del plantel y de su mejor jugador, Lionel Messi, si bien aparecían algunas voces de discordia entre algunos dirigentes, el equipo argentino mostró algunos signos preocupantes que pueden avivar la designación de otros entrenadores que están mejor instalados en la cabeza del manager Carlos Bilardo, encargado de elevar “tres o cuatro nombres” a una comisión de cinco dirigentes que designará el presidente de la AFA, Julio Grondona, y entre los que se cuentan a Alejandro Sabella (Estudiantes, el líder del Torneo Apertura) y Miguel Russo (Racing Club), dos ex jugadores suyos en los años ochenta.

Batista viene pregonando, con un discurso aceptado y elogiado por buena parte de la comunidad futbolística argentina, que la selección albiceleste debe volver a la práctica de un juego basado en el toque, en bajar la velocidad y tratar de acercar a los jugadores con mucha técnica (como en España lo hacen Xavi, Iniesta, Xabi Alonso y Sergio Busquets), basado en la genialidad de Lionel Messi.

El problema que encuentra Batista es que el equipo argentino viene completamente desarticulado desde el Mundial y con muchas necesidades de cambios tácticos, como el de una ayuda a Javier Mascherano en la contención en el mediocampo, y la búsqueda, por fin, de dos laterales que tengan este oficio y no los marcadores centrales reconvertidos a laterales, como Nicolás Burdisso y Gabriel Heinze.

En los dos primeros partidos amistosos con Batista como entrenador, la selección argentina pareció encontrar ese camino, con el ingreso de Esteban Cambiasso al lado de Mascherano, y con el regreso de Javier Zanetti por la derecha y la posibilidad de ingreso de oitros laterales como Pablo Zabaleta o Emiliano Insúa.

Pero las lesiones de los laterales justo antes del partido ante Japón generó una vuelta atrás y la nueva convocatoria a Burdisso y a Heinze, que sumados a la inseguridad que genera Martín Demichelis en el fondo (igual que en el Mundial pasado), y el flojo momento del arquero Sergio Romero, dando muchos rebotes en balones atajables (como en el gol), no ayudadon al resto de un equipo que se vio presionado en todos los sectores del campo de juego y no encontró la manera de resolverlo porque le faltaron jugadores, posiciones y sistema táctico adecuados.

Si se suma a todo esto que ante la presión en el medio, Mascherano y Cambiasso no tuvieron precisión, que los laterales no tienen capacidad de ataque, y que a Messi le fue cortado el circuito con los delanteros y que su socio en esta ocasión, Andrés D’alessandro no funcionó y recién volvió a tener descarga cuando ingresó el talentoso Javier Pastore en el segundo tiempo, las respuestas del equipo argentino fueron muy escasas y si reaccionó en el final fue porque como suele pasar con los conjuntosun jugador tan desequiilibrante dirigidos por italianos, como en este caso la selección japonesa con Alberto Zaccheroni, los locales se eretrasaron y dejaron mucho campo libre para que su rival progresara en la cancha, aunque luego no encontrara espacios para llegar hasta el fondo.

El gran problema de Batista no es perder, especialmente, porque él mismo viene insistiendo en que no quiere que lo juzguen para su continuidad por victorias o derrotas sino por un todo en su trabajo, lo que suena a coherente.

La mayor dificultad del entrenador interino pasa por precisar algunas de sus definiciones que en teoría sientan bien pero que en la práctica no se ven del todo. Por ejemplo, por qué copiar especialmente el juego de tenencia de balón de los españoles, basado en los volantes, si el fuerte argentino es en el ataque. O cómo compatibilizar la tenencia del balón con jugadores dúctiles, como España, y colocar a Mascherano y Cambiasso como dos volantes centrales, o qué hacer con tantos delanteros eficaces, que son estrellas en Europa, si su juego se basará en los volantes. O por qué insistir con dos marcadores centrales como laterales, habiendo llevado a Christian Ansaldi, del Rubín Kazán, al banco de suplentes.

Son demasiados interrogantes que se suman a la pregunta general acerca de algunos conceptos tácticos que un equipo debe resolver, por ejemplo cómo imponer su juego más pausado, de tenencia del balón, ante un rival que le quiere imprimir una velocidad mucho mayor, y que lo presiona para no dejarlo jugar, o cómo sacar partido de tener en sus filas a un jugador tan desequilibrante como Lionel Messi, que terminó eludiendo gente por sí mismo, salvo cuando entró Pastore y generó una muy buena sociedad con él.

La selección argentina debe jugar ante Brasil el próxino 17 de noviembre, un amistoso en Doha, Qatar, y no parece un compromiso más. Deberá corregir muchas cosas, revisar muchos conceptos y evaluar bien los convocados, si no quiere volver a tropezar.

Mientras tanto, los dirigentes deberán afinar la idea y en lo posible, definir pronto el proyecto para el fútbol argentino, que hoy navega en la confusión en todos sus frentes mientras observa atónito cómo su rival de Saitama, japón, va convirtiéndose en una potencia en base al trabajo y a la claridad conceptual de un equipo que sabe a qué juega. Y la diferencia entre los dos se pudo ver en la cancha.

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