Sí, claramente Julio Humberto Grondona y Angel María
Villar son lo mismo. Mellizos de la dirigencia del fútbol a uno y otro lado del
Océano Atlántico. Lo que uno decía desde Argentina, el otro lo adaptaba para
España y lo repetía, adaptando sus palabras a la otra forma de decirlo en el
mismo idioma aunque con algunas palabras distintas.
Ambos ejercieron el poder total en sus federaciones.
Grondona duró 35 años en la AFA y sólo dejó el cargo cuando falleció, hace casi
exactamente tres años. Villar llevaba 29 pero a diferencia del ferretero de
Sarandí, se encuentra preso junto a su hijo Gorka, abogado de 44 años, por
corrupción, algo difícil de imaginar para su colega, y acaso la gran diferencia
entre los dos casos.
¿Cómo es que pudo suceder esto? Simplemente porque
en España hay límites que en Argentina no existen y uno de ellos es el Estado
de Derecho.
¿Se imagina el lector que Grondona pudo ir preso
alguna vez, en serio, en la Argentina pese a todos los desaguisados cometidos?
Sólo se recuerda una Secretaría de Deportes que quiso desplazarlo de su cargo
con toda la fuerza y no precisamente por muchas de sus fechorías sino meramente
por una cuestión futbolística, y fue la del primer gobierno de la democracia
recuperada, la de Raúl Alfonsín, cuando a Rodolfo “Michingo” O’Reilly no le
gustaba como jugaba la selección de Carlos Bilardo y aprovechando un viaje del
mandamás de la AFA a Suiza, intentó una especie de golpe de Estado, abortado
por el resto de la dirigencia futbolera.
Después, Grondona atravesó demasiado tranquilo cada
una de las etapas políticas, en parte porque a pocos les interesó sacarlo del
poder y en otra parte, acaso por el temor a las relaciones y el sistema que fue
armando a través del tiempo.
En cambio, Villar siempre se las tuvo que ver con
los distintos gobiernos españoles. Ya tuvo problemas con José Luis Zapatero
cuando en 2008 éste, a través del director del Consejo Superior de Deportes
(CSD), Jaime Lissavetsky, se opuso a un adelantamiento en la fecha de
elecciones de la RFEF y fue Joseph Blatter. El entonces presidente de la FIFA y
amigo de Villar, quien amenazó con sanciones para que la selección española no
pudiera participar en la Eurocopa de ese año, que acabaría ganando. El gobierno
de ZP tuvo que recular.
Después, las discusiones siguieron con los
directores de la CSD de los gobiernos de Mariano Rajoy, Miguel Cardenal y el
actual, José Ramón Lete, pero también con la Liga Española de Fútbol (LFP) de
Javier Tebas Medrano, alguien que llegó a la Argentina en 2016, de la mano de
Marcelo Tinelli, para vender las bondades de la Superliga aunque con elementos
que en el propio fútbol español no se usaban como vender los derechos de TV en
paquete, como sí hace la Premier League.
Si Tebas Medrano pudo dialogar con los dirigentes de
los clubes argentinos fue sólo porque Grondona ya había fallecido. De lo
contrario, su enemistad con Don Julio provenía de la enemistad con Villar por
aquello de que “los enemigos de mis amigos son mis enemigos”.
Por estos mismos enfrentamientos es que tras señalar
Tebas que en la última elección de Villar en mayo pasado “hubo fraude” y el
dirigente Miguel Galán, apoyado por la gente de “Pro-Liga” (clubes de Segunda y
Tercera) presentó una moción de censura contra Villar, Letes llegó a indicar
hace horas que en España “rige el Estado de Derecho” y que por esa misma razón,
su organismo redirigió las denuncias a la Fiscalía correspondiente.
¿Podría pensarse una situación similar en la
Argentina con los gobiernos de turno y contra Julio Grondona o ahora mismo ante
una eventual situación contra el actual presidente Claudio Tapia, como por
ejemplo, alguna denuncia que se radicó contra él por los manejos en el CEAMSE o
por el hecho de haber querido imponer en la Asamblea general del 29 de marzo
pasado en Ezeiza que los test de idoneidad los hiciera el Colegio de Abogados
de Buenos Aires y no la Conmebol? La respuesta es clara y contundente:
imposible.
Las relaciones que teje el fútbol con cada gobierno
de turno son al más alto nivel, y en buena parte esto es así desde tiempos
inmemoriales porque la dirigencia argentina prefiere acomodarse en los cargos
en vez de oponerse fervientemente a las mafias.
Por eso, si Villar y Grondona fueron tan parecidos,
si el final de cada uno puede ser distinto, no será por el fútbol sino porque
en un país, los dirigentes están dispuestos a que rija el Estado de derecho, y
en el otro, simplemente no.
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