Desde Moscú
Ahora resulta fácil. Todos hablan de la máquina de
jugar que es la selección alemana y su director técnico Joachim Low atraviesa
un momento de enorme paz, casi sin ningún cuestionamiento ni de la prensa local
ni de la internacional. Hay una coincidencia absoluta en que hoy por hoy, salvo
por el resurgimiento de Brasil, son muy pocos los equipos que pueden ganarle
una final a los alemanes, y Chile es justamente uno de esos pocos.
Sin embargo, la historia acerca de cómo la selección
alemana llegó hasta este tiempo de tantas mieles vale la pena ser remarcada y
estudiada, para tratar de sacar conclusiones que puedan servir acaso para que
alguna vez, algún dirigente argentino ose entender que no se puede actuar
siempre cuando las papas queman sino tener un proyecto, saber qué se quiere
hacer a futuro, que para eso están los que presiden una institución.
Para fines del Siglo XX, el fútbol alemán había
comenzado a entrar en una meseta que sus dirigentes de entonces consideraron
complicada, al menos en lo futbolístico. La selección no sólo no ganaba un
título mundial desde 1990 sino que su juego aburría, era siempre lo mismo: se
basaba en la potencia, en la velocidad, los contragolpes, la fuerza típica del
alemán, por lo general un tipo grandote y de buen físico.
Tras la Eurocopa en Inglaterra 1996, la baja se
acentuó y ya el Mundial 1998 en Francia y especialmente las Eurocopas de 2000 y
2004, en las que el equipo no pasó de la primera, llevaron a los dirigentes a
pensar en apostar a un cambio, que llegó de la mano del menos pensado: el
cuestionado (en otros órdenes) Gerhard Mayer-Vorfelder, quien tras el fracaso
de Rudi Vöeller en el banco, pensó para reemplazarlo nada menos que por su ex
compañero en el ataque del último mundial ganado por los germanos hasta
entonces, Italia 90: Jurgen Klinsmann.
Parecía apenas un cambio de figuritas: campeón por
campeón, atacante por atacante, figura por figura, pero las cosas no fueron
como se pensaba.
Y aquí llega la etapa más interesante, la que comienza
en 2004, y donde veremos algunas similitudes con algunos debates (con más o
menos profundidad de acuerdo con los actores) que también ocurrieron y ocurren
en el fútbol argentino.
Klinsmann, como señalábamos más arriba, produjo un
profundo cambio en la concepción del juego en el fútbol alemán. Acaso basado en
tantos entrenadores que tuvo en su carrera (entre ellos, César Menotti),
produjo una revolución en el fútbol alemán: había que intentar jugar mejor. La
pelota pasaba a ser fundamental y ya correr por correr no era sustancial. Había
que convencerse de que el jugador alemán podía realizar esta transformación a
partir de otra concepción filosófica.
El problema de Klinsmann es que más allá de sus
buenas ideas, nunca había sido un tipo fino para expresar estas ideas, pero
traía en su cuerpo técnico a un tal Joakim Low como ayudante, un gran analista
y estudioso, pero especialmente una persona de enormes convicciones, y ambos se
ayudaron mutuamente: Low puso la idea y Klinsmann, al fin de cuentas un campeón
del mundo muy reconocido por su gran carrera internacional, la cara.
Con Klinsmann llegaron dos ideas: la de que cada
club participante en la Bundesliga tenía que tener, de allí en más, una
academia propia para la formación de niños y adolescentes, es decir que ya no
alcanzaba con las divisiones inferiores sino que se apuntaba a algo más cercano
a lo que es La Masía del Barcelona, un reconocido lugar de formación de
jugadores y personas, y, prestar mucha atención, la dupla técnica que asumió la
selección en 2004 buscaba traer al plantel a un director técnico que provenía
del hockey sobre césped, Bernhard Peters.
Tanto las ideas acerca del cambio en el juego hacia
una mayor posesión de balón y de correr menos, como lo de traer al plantel a un
director técnico proveniente del hockey sobre césped fueron ampliamente
resistidos por la vieja guardia del fútbol alemán, simbolizada dentro del
campo de juego en la figura de una de las estrellas del momento, Michael
Ballack, eje del Bayer Leverkussen que estuvo muy cerca de ganar una Champions
League en 2002, cuando una volea de Zinedine Zidane en Edimburgo acabó con el
sueño (en aquel equipo jugaba Diego Placente, entre otros).
Ballack sostenía en cada entrevista que le hacían,
que era partidario de la lucha, el sacar partido por la envergadura del
futbolista alemán, la potencia, y eso acabó en un largo enfrentamiento
ideológico con la dupla técnica de la selección justo en los años previos al
Mundial 2006, en el que Alemania iba a ser protagonista por ser local.
La mesa estaba servida para la gran polémica
interna. Los medios (salvo el Bild Zaitung, que estaba más cerca de la
resistencia de la vieja guardia) apuntaban que la selección jugaba mucho mejor
que los clubes de la Bundesliga, que se notaba la distancia, y por supuesto que
la Federación Alemana, la DFB, no aceptó que el ex DT del hockey asumiera en cualquier
cargo (se lo llegó a proponer como asesor ejecutivo, preparador, director
deportivo, pero nada) y en cambio, fue designado para el cargo de director
deportivo otra ex estrella del Borussia Dortmun y campeón de la Euro 2006, Matías
Sammer.
Con Sammer y Ballack, la polémica con la dupla
técnica Klinsmann-Low fue en aumento, y allí fue que Klinsmann lo pagó más caro
y acabó yéndose a dirigir a la selección de los Estados Unidos aunque los
resultados comenzaron a llegar de a poco, a tal punto que hasta el Bayern
Munich tuvo que modificar su estructura desde la llegada de Louis Van Gaal a la
dirección técnica para la temporada 2009/10, cuando llegó a la final de la Champions
pese a que fue derrotado por el Inter de José Mourinho en el Santiago Bernabeu.
La llegada de Van Gaal ya produjo una sinergia con
la selección de Low que ya fue imposible de destrabar por parte de lo poco que
quedaba de la vieja guardia a partir del retiro de Ballack y con la escuela
holandesa metida en los primeros planos de la Bundesliga y con una cada vez mayor
influencia española desde 2004, con la llegada al banco de Luis Aragonés, luego
reemplazado por Vicente Del Bosque.
Ya Alemania había puesto segunda y tercera hacia su
nuevo rumbo, y si bien fue eliminada por España en forma ajustada en la semifinal
del Mundial de Sudáfrica 2010, los frutos no tardarían en llegar.
De todos modos, y aunque no había llegado ningún
título mundial en dos décadas, para los alemanes cada eliminación fue un aprendizaje
y nada más que una derrota deportiva y no un drama existencial. Y fue recién al
llegar al Mundial de Brasil, en 2014, que quienes manejaban el fútbol alemán
dijeron al arribar a Sudamérica que “ahora si” estaban para ganar un gran
torneo como éste. De hecho, la DFB ni siquiera quiso dejar librazo al azar el
hotel y se construyó su propio lugar de concentración.
Hoy, la selección alemana es una máquina que arrasa
en cualquier torneo: para la Copa Confederaciones, Low dejó descansar a Ozil,
Khedira, Neuer, Boateng, Hummels, Reus o Thomas Múller. Se retiraron ya Lahm,
Podolski, Klose, Mertesacker y está lesionado por varios meses Mario Götze,
pero todo sigue igual con la segunda línea, que juega, incluso, mejor que la
primera, y mientras tanto gana el Europeo sub-21 imponiéndose nada menos que a
España en la final.
Alemania se puede dar ahora esos lujos porque tuvo
un fuerte debate interno, porque sus dirigentes supieron qué querían y porque
el proyecto comenzó de arriba hacia abajo: desde la institución hacia el campo
de juego.
Tal vez sirva para que algún dirigente argentino que
por casualidad pase por este blog y lea estas líneas, entienda que hay caminos
que necesariamente hay que seguir. De hecho, las dos veces que el fútbol argentino
tuvo proyectos serios (1974-1982 y 1995-2007), acabaron en títulos mundiales.
Y el hecho de que la selección argentina pudo vencer a esta selección alemana en la final del Mundial 2014 con tres claras oportunidades de gol, y que recién haya caído en el final del alargue, es una pauta más de lo que podría conseguirse con un proyecto serio y a largo plazo.
Y el hecho de que la selección argentina pudo vencer a esta selección alemana en la final del Mundial 2014 con tres claras oportunidades de gol, y que recién haya caído en el final del alargue, es una pauta más de lo que podría conseguirse con un proyecto serio y a largo plazo.
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