Desde Moscú
Y se acabó la Copa Confederaciones de Rusia. Todo
corre demasiado de prisa y ya entramos en tiempo de balance, con miras al
Mundial, a menos ya de un año de su realización.
Y el primero de los balances de la Copa Confederaciones
pasa por lo futbolístico. En este punto, la FIFA deberá rever el formato para
las próximas ediciones porque así como está, se parece mucho a lo que ocurre
con el Mundial de Clubes de cada diciembre y tiene toda lógica: esta Copa es lo
mismo que el Mundial de Clubes pero de selecciones nacionales.
Y en ambos torneos, lo que se observa es que Europa
y Sudamérica siguen mandando a la hora de las definiciones y que el resto de
los equipos de los demás continentes siguen bastante lejos. De momento, el roce
internacional no hizo levantar demasiado el nivel de los continentes “emergentes”
y las finales siempre quedan entre los mismos protagonistas.
En este caso, sí, quedaron dos equipos en el medio,
en una meseta. Se trata de Rusia, que en cierta forma decepcionó como local
porque se esperaba un rendimiento mayor por su condición de local y por su rica
historia de grandes jugadores, pero hoy no los tiene y apenas hay algunos
interesantes para destacar como Glushakov (un buen cerebro que puede jugar por
delante de la línea de 4 defensores y sumarse al ataque como asistente entre
líneas), el goleador Smolov (al que su DT Cherchesov no le tuvo demasiada
paciencia) y su compañero de ataque Poloz, que fue perdiendo fuelle en la
medida que avanzó el torneo. Pero poco más. No parece alcanzar para mucho pero
hay un año más de trabajo y como colectivo dejó algunas buenas sensaciones.
El caso de México es más extraño porque no puede
superar cierta etapa en cada torneo. En esta Copa había levantado tres
resultados adversos en la fase de grupos, lo que daba a entender que había
trabajado mucho la parte de carácter con su coach psicológico vasco Imanol
Ibarrondo, pero cuando en semifinales se encontró con la máquina alemana, que
aprovecha cada error rival, terminó sucumbiendo una vez más y tampoco pudo
sostener la ventaja ante un Portugal sin Cristiano Ronaldo por el tercer lugar.
Hay cosas de este México del profesor colombiano
Juan Carlos Osorio que nos hacen remitir a los tiempos de Ricardo Lavolpe. Por
supuesto que el entrenador es mucho más dado y cordial que el argentino pero
hay cierta forma de manejarse en la cancha y cierta apelación al cientificismo
en el fútbol que puede terminar siendo un bumerang.
El tema de las rotaciones constantes, la cantidad
llamativa de lesiones (sería bueno saber cómo se trabaja desde lo físico) y los
cambios de posiciones (especialmente lo de Carlos Vela, poco tenido en cuenta)
es para estudiar y cambiar.
Sí México mostró un tono aguerrido interesante y
siempre cuenta con jugadores muy importantes como Guardado, Ochoa, Hernández,
Vela, Moreno. Hay material para aspirar a más.
Alemania, Chile y Portugal han estado muy por arriba
del resto. Los campeones del mundo, a la postre también campeones de la Copa
(casi al mismo tiempo que de la Euro sub-21) han mostrado una nueva cara, la
del utilitarismo. Todos jugadores jóvenes, de buen pie, de gran dinámica pero
ahora sin tanta necesidad de conservar mucho la posesión del balón como en
ambos partidos ante Chile (en la fase de grupos y en la final).
De todos modos, hay varios jugadores de este equipo
alemán que sin dudas estarán en el Mundial. La contundencia ha sido la gran
clave porque hubo partidos, como la final, en los que no han tenido tanto
contacto con la pelota y han tenido que correr sin ella, algo que era poco
frecuente.
Chile nos dejó una muy buena imagen. Tiene un juego
consolidado, sabe a lo que va, tiene muy buenos ejecutores y estuvo a detalles
de ganar esta Copa ante los campeones del mundo pero no tuvo la contundencia
necesaria y un grave error de Marcelo Díaz, por tratar de salir jugando aunque sin la capacidad para salir de su
encierro, lo privó de este título aunque el camino está claramente marcado para
el Mundial 2018.
En este punto, hay que destacar que el bastante
criticado DT argentino Juan Antonio Pizzi ha mantenido el perfil bajo y
prefirió mantener y ahondar el trabajo realizado por sus antecesores.
Y Portugal, en un torneo en el que su gran estrella,
Cristiano Ronaldo, ha aparecido poco, volvió a mostrar por qué es potencia
mundial. Con una muy buena defensa, especialmente tres centrales de jerarquía
como Pepe, Bruno Alves y José Fonte, y no hace falta mencionar su ataque, su
entrenador Fernando Santos optó por hacer jugar en los partidos decisivos a un mediocampo
más combativo con William, Andre Gomes y Adrien Silva en vez de otro con más
toque y posesión como el de Joao Moutinho o Nani para que se junten con
Bernardo Silva en la elaboración.
Perdió apenas por penales ante Chile en semifinales,
pero bien pudo estar en la final y si ante México comenzó con suplentes el
partido por el tercer lugar Santos se dio cuenta de que era ganable, puso a
Quaresma por la derecha y a partir de éste llegó el empate de Pepe y el penal
que le dio la victoria.
El tema de mayor polémica es el de la video
asistencia al árbitro (VAR) que como indica la palabra y se encargó de aclarar
el presidente de la FIFA Gianni Infantino en conferencia de prensa, es sólo una
ayuda para el juez pero el VAR no toma decisiones.
Es claro que el uso del VAR le dio al fútbol un
aumento neto del sentido de la justicia porque poco y nada se ha equivocado en
los fallos. Los dos problemas que presenta el VAR son la lentitud en la toma de
decisiones, que determina festejos cuatro minutos más tarde y le quita
espontaneidad, por lo que le hace perder al fútbol buena parte de su esencia, y que no parece del
todo cerrado el hecho de que sólo el árbitro determine cuándo debe usarse o si
debe implementarse o no.
Si el fútbol quiere renovarse de verdad, debe copiar
lo bueno del uso de la tecnología en otros deportes y en ellos, los
protagonistas tienen derecho (limitado, claro) a pedir su uso y no sólo el
árbitro. Por ejemplo, un pedido por tiempo para cada equipo como máximo, no
parece descabellado porque no están usando un arma a favor sino sólo pedir el
uso de la justicia. No es lo mismo que hacer justicia por mano propia.
Por ejemplo, en el México-Portugal, creemos que hubo
una clara falta en el área de Pepe a Héctor Moreno que todo el banco mexicano
pidió, pero el árbitro determinó que no era necesario el VAR y la jugada acabó
con la expulsión del entrenador mexicano Osorio por protestar.
Nos queda entonces el último punto, a partir de esta
jugada. ¿Tenía este árbitro el nivel para dirigir un partido por el tercer
puesto? La realidad indica que la FIFA debería replantearse la cuestión de la
elección de cada árbitro para los partidos importantes porque lamentablemente
no hay tantos que estén en condiciones.
Muchas veces la FIFA se basa en el criterio de “imparcialidad
por geografía” y creemos que ese es un error. Tranquilamente un árbitro
sudamericano pudo haber dirigido un partido entre europeos y norteamericanos.
Pensar que ser “americano” invalida su mayor posibilidad de éxito es partir de
una desconfianza sin sentido. Si son árbitros internacionales es porque ya
tienen una aquilatada carrera de probada equidad.
De lo contrario, nos
exponemos a graves errores basados en la testarudez: no querer usar la
tecnología cuando se la tiene a mano y es reglamentaria. Ya no hay más excusas.
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